Los primeros meses de este año vienen marcados por la buena coyuntura económica. En Catalunya el PIB crece un 2,5% en el periodo enero-marzo y se crea empleo en un 5,4%; al mismo tiempo, el mes de mayo el número de afiliados aumenta un 2,5% y el paro baja 1,1 puntos porcentuales en un año, mientras que los indicadores adelantados revelan el mantenimiento de este dinamismo e, incluso, una mejora. Pero este contexto positivo no nos puede hacer olvidar nuestra situación en dos campos íntimamente relacionados que son primordiales para el presente y futuro del progreso social y del bienestar individual: la competitividad y la productividad, auténticos caballos de batalla. Si en competitividad nuestra posición en términos nominales (precios/costes) no ha ido mal en algunos momentos de los últimos años, aunque recientemente surgen dudas, en productividad los datos manifiestan desde hace mucho tiempo un panorama muy preocupante.

En lo que a precios se refiere, venimos de una coyuntura tensionada, con incrementos superiores a los habituales, que han endurecido la política monetaria. Desde hace un año se están moderando, pero en los últimos meses parecen estancados en tasas superiores al 3,0% y con subidas intermensuales, detrás de las cuales se esconden rebotes asociados a la volatilidad en el apartado energético, a niveles todavía elevados en alimentación y bebidas, y a tensiones inflacionistas en servicios. Eso ha conducido a que la economía española pasara de un contexto favorable en competitividad nominal, a un panorama en el que esta se va deteriorando progresivamente, ya que si antes nuestro índice de precios al consumo (IPC) era inferior a la media de la eurozona, y había llegado a ser de más de 3 puntos porcentuales más bajo a finales de 2022 y entre marzo y julio del 2023, ahora es 1 punto superior.

Los buenos datos de PIB y afiliación no nos pueden hacer olvidar dos campos primordiales para nuestro presente y futuro: la competitividad y la productividad

Nos encontramos, pues, en un contexto curioso, ya que antes subían los tipos de interés mientras que nuestro IPC era inferior al de la zona euro y ahora, quizás será al revés, bajarán a la vez que nuestro IPC se mantiene por encima. A eso hay que añadir que la competitividad estructural de España empeora, como recientemente ha revelado el ranking 2024 de países que elabora la escuela de negocios International Institute for Management Development (IMD), en el que España ha descendido cuatro puestos, situándose en la posición 40 de 67 países analizados, el peor resultado desde el 2013.

Vinculado a todo lo anterior se puede hablar de los costes laborales, que, impulsados en buena parte por las tensiones inflacionistas, registran alzas importantes, de un 6% en costes laborales unitarios en 2023 en España. Las presiones alcistas en inflación y costes los laborales erosionan la competitividad nominal de nuestra economía y de las empresas en los mercados exteriores, y eso puede acabar incidiendo en las exportaciones, cosa que seguramente ya está pasando y puede intensificarse en los próximos meses.

Antes subían los tipos de interés mientras que nuestro IPC era inferior al de la zona euro y ahora quizás será al revés

Un segundo caballo de batalla es la productividad, en niveles bajos e inmersa en una senda preocupante desde hace mucho tiempo, déficit históricamente pendiente que no acaba de resolverse. Varias instituciones han llamado recientemente la atención urgente sobre esta como el principal problema estructural de la economía española. La productividad tiene una palanca fundamental en la inversión productiva, que muestra una trayectoria débil desde hace un tiempo y se sitúa significativamente por debajo de la media de la eurozona, aspectos que hacen de ella uno de los puntos más importantes de la actualidad económica.

España todavía no ha alcanzado los niveles prepandemia en inversión productiva —mientras que la zona euro ya los supera— y en 2023 esta representó el 8,8% del PIB estatal, 9,4% en Catalunya, los niveles más bajos desde 2014, aunque España es uno de los principales receptores de fondo europeos y presenta un nivel de endeudamiento empresarial inferior a la media comunitaria.

Un caballo de batalla es la productividad, en niveles bajos e inmersa en una senda preocupante desde hace mucho tiempo

En Catalunya la inversión en equipos y otros activos cae en tasa anual de manera continúa desde el primer trimestre de 2023, disminuyendo un 1,1% los primeros tres meses de este año. La evolución de esta se explica, entre otros, por el acceso a la financiación y los elevados tipos de interés, el marco regulatorio y la incertidumbre en el futuro, así como por una mayor preferencia de las empresas por destinar los excedentes a reducir endeudamiento. Sin la activación de la inversión productiva difícilmente se podrá dinamizar la productividad y existe el riesgo de que la capacidad de crecimiento de la economía y del bienestar, especialmente a largo plazo, se pueda ver afectada. Al respecto, hay que implementar medidas que ya han manifestado su éxito, como las ayudas a la renovación de maquinaria recogidas en el Pacto Nacional para la Industria 2022-2025, sin olvidar la necesaria mejora de ejecución de los fondos europeos.

Tenemos, pues, deberes importantes que atender en este contexto coyuntural positivo, que exigen de nuestra atención y de nuestras decisiones en muchos frentes (financiación, innovación, fondos europeos…) de una manera urgente y sin más dilación.