A final de agosto del 2022, pocos días después de que el nuevo presidente de Colombia instalara su gabinete, la ministra de Energía y Minas, Irene Vélez, con un doctorado en Copenhague y experiencia en la minería de oro en su país, una ecologista política de apenas cuarenta años de edad, explicó a los asistentes de un congreso de minería que Colombia debía exportar menos carbón y menos petróleo. En toneladas, estos son los dos mayores ítems de la exportación y, en dinero, también son muy importantes cuando los precios suben. Algunos periodistas le preguntaron la razón y ella contestó que había que diversificar la economía, y además que convenía disminuir las emisiones de dióxido de carbono que serían producidas al quemar ese carbón y petróleo. Pero, doctora, le dijo algún periodista, eso son emisiones de los países importadores, no nos conciernen. A lo que Irene Vélez contestó, a esos países ricos les conviene el “decrecimiento”. Pero, doctora, ¿qué barbaridad dice usted? ¿Qué significa esa palabra, a quién le recomienda usted el decrecimiento? ¿No será a nosotros, verdad?

Irene Vélez salió con prisa de la sala y del acoso profesional de los periodistas. Tenía que irse de viaje. Les quería decir: “Hay que actuar sobre el cambio climático desde el lado de la oferta, no solo desde la demanda”.  Por la tarde del mismo día, el presidente Gustavo Petro le echó una mano, con un tuit. Allí vino a decir: “Señores periodistas, a mí en Lovaina en un curso de desarrollo económico me dieron a leer el primer día un libro de Serge Latouche recomendando el Decrecimiento”. Y a los pocos días Gustavo Petro añadió en el Twitter que las teorías del decrecimiento surgen de uno de los mejores economistas del mundo: Georgescu-Roegen, quien articuló el proceso económico a las leyes de la termodinámica. La economía basada en combustibles fósiles es un acelerador de la entropía, es decir, de la degradación energética. Y de la producción de dióxido de carbono. La economía debe desacelerar sus ramas más depredadoras, las de mayor aceleración entrópica, y acomodar los tiempos del crecimiento al equilibrio de la vida en el planeta. Es una economía para la vida.

Pocos jefes de estado o de gobierno son por ahora capaces de decir y de entender esas tan acertadas frases que Gustavo Petro difundió en defensa de su ministra. La batalla política continúa en Colombia con la derecha y los economistas tradicionales atacando a Irene Vélez, quien en Davos reiteró la idea de que hay que ir bajando la quema de carbón, petróleo y gas en el mundo. Los países exportadores, como Colombia, deben plantearse medidas como una moratoria a nuevos contratos de extracción. Otra vez salieron los periodistas a quejarse de la ministra. Por suerte, Colombia se encamina a la paz, y tras tanta guerra interna los políticos y políticas de la izquierda son resilientes. Veremos cómo acaba esto. Tal vez con una competente ministra ecologista eliminada de un gobierno de izquierda como ocurrió a Alberto Acosta en Ecuador y más recientemente a Víctor Toledo en México.

Lo que querríamos es que Irene Vélez venga al próximo congreso europeo de Decrecimiento en Croacia, del 29 agosto al 2 de septiembre 2023, en su capital Zagreb, que tiene un ayuntamiento decrecentista.  Que venga como ministra porque se mantiene en el gobierno a pesar de haber pronunciado la palabra maldita: decrecimiento. Esta palabra malsonante que debe usarse más en países ricos (en Europa, en Japón), mientras en el Sur se usa “justicia ambiental” para esos movimientos que se oponen al extractivismo de combustibles fósiles,  minerales, soja,  celulosa... Cuando esos movimientos triunfan y paran un proyecto, podemos decir que están ejercitando un “decrecimiento en la práctica”.

El decrecimiento de los países del norte se dirige más bien a las políticas públicas y a prácticas sociales que disminuyan el uso de energía y materiales desde el lado del consumo, de la demanda. De eso trata el gran proyecto de investigación europeo que se llama REAL, dirigido por Giorgios Kallis, Jason Hickel, Julia Steinberger de ICTA UAB y de la Universidad de Lausanne, un proyecto “sinergia” de diez millones de euros del European Research Council sobre el postcrecimiento o el decrecimiento. Recién se lo dieron en octubre del 2022, mientras en Bogotá se discutía del tema. REAL trata también de las relaciones norte-sur. El artículo de Hickel y Kallis de 2020 “Is green growth possible?” tiene un récord de citas de más de mil en menos de tres años. Suerte que se puede leer en la web, sin imprimir.

El “decrecimiento en la práctica” desde los países exportadores de materias primas intenta limitar la oferta; hace un sacrificio en aras de la lucha contra el cambio climático y por la  conservación de la biodiversidad. Se plantea exportar menos toneladas de carbón, de mineral de hierro, petróleo, gas o biomasa, que son frutos mal pagados del despiadado extractivismo. Los gobiernos que así lo hagan podrían buscar compensar  ese descenso en tonelaje desde el lado de la oferta con impuestos a la exportación.