El poder adquisitivo o capacidad de comprar bienes y servicios es esencial para garantizar la calidad de vida de las personas, y su evolución está ligada a distintos factores como el nivel de deuda, los tipos de interés, la inflación y el nivel impositivo. Su cálculo es sencillo y tiene en cuenta la cantidad de bienes y servicios que se pueden adquirir con una cantidad específica de dinero. Además, su evolución permite analizar como la fluctuación de los precios incide en la capacidad económica de hogares y empresas.

Con la crisis financiera de 2008, iniciada por la burbuja inmobiliaria, España entró en un largo periodo de recesión. Durante este tiempo, el país experimentó tasas de desempleo significativamente elevadas, lo que ejerció una gran presión sobre el poder adquisitivo de los ciudadanos. Como resultado muchas familias y empresas tuvieron dificultades significativas para llegar a fin de mes, marcando un período de incertidumbre económica.

Los años posteriores, a base de una política monetaria muy expansiva que llevó los tipos de interés al 0% hasta mitad del año pasado, la economía española consiguió crecer y también se recuperó parcialmente el poder adquisitivo de los españoles.

Sin embargo, durante los últimos cuatro años, el mundo en general ha enfrentado una serie de obstáculos sin precedentes, en gran parte a raíz de la pandemia y sus efectos colaterales. La crisis sanitaria provocó una interrupción significativa en la cadena de suministro de materias primas, a lo que se añadió posteriormente la guerra Rusia-Ucrania. Como resultado de todo ello, hubo un aumento notable en los costos de los suministros y en los precios de la energía que terminó con una inflación descontrolada. Situación que ha sido motivo de preocupado durante el último año y que ha obligado a los bancos centrales adoptar decisiones desmesuradas con incrementos constantes en el tipo de interés oficial, en un intento por estabilizar la economía.

Como resultado de todo ello, España se situó el año pasado, entre los países de la OCDE donde los salarios experimentaron una mayor pérdida de poder adquisitivo debido principalmente a la inflación. En concreto, según la OCDE, la subida de precios provocó una disminución del 5,3% en los salarios reales durante el año 2022. Así pues, a pesar de los esfuerzos de las empresas por aumentar el coste salarial, este no logrado compensar los altos niveles de inflación.

El duelo por mantener el poder adquisitivo

No obstante, a pesar de todos estos sucesos, los españoles no han querido renunciar a su ritmo de vida. Y si bien su poder adquisitivo ha disminuido respecto el 2022 y los precios han continuado subiendo, los ciudadanos continúan queriendo viajar, disfrutar del ocio los fines de semana, gozar de sus periodos de vacaciones, y, en definitiva, llevar el mismo ritmo de vida que antes.

Y, evidentemente, si el salario no alcanza para cubrir los gastos mensuales, los préstamos se convierten en una opción para financiar aquello a lo que no se quiere renunciar.  No resulta sorprendente, pues, que en los últimos meses el nivel de créditos al consumo entre los españoles haya experimentado un incremento, con el fin de no tener que renunciar a todas esas actividades que les permiten desconectar de sus obligaciones cotidianas.

Sin embargo, el contexto actual de una inflación elevada y tasas de interés altas no constituye el escenario más propicio para compensar la pérdida de poder adquisitivo a través de un incremento de la deuda de los hogares. Asimismo, las bruscas subidas en los tipos de interés han tenido un impacto negativo en todos los hogares que poseen hipotecas a tipo variable, traduciéndose en un aumento en el pago de las cuotas del préstamo. Y es que al fin y al cabo, uno de los factores que afecta significativamente al poder adquisitivo es, precisamente, la deuda de los hogares.

Así pues, cuando combinamos el aumento de los precios, las tasas de interés elevadas, la pérdida de poder adquisitivo y el incremento en el crédito al consumo, es innegable que los niveles de morosidad bancaria están destinados a aumentar en algún punto. No resulta, pues, nada atractivo esta mezcla de factores desde la perspectiva de los economistas, ya que representa una situación potencialmente arriesgada para la estabilidad financiera y económica del país.

No obstante, la combinación de una oferta cada vez más asequible de servicios de ocio low cost, la resistencia inherente del ser humano a ajustar su estilo de vida a uno menos espléndido después de la pandemia y el deseo de seguir con el mismo tren de vida, está teniendo un impacto significativo en la planificación financiera de los hogares. En un mundo donde el acceso a experiencias de ocio económicas es cada vez más tentador, es fácil que las personas acaben gastando más de lo que realmente pueden permitirse, poniendo en riesgo su salud financiera a costas de vivir el presente olvidando el futuro.