La pasada semana ya se notó el cansancio entre los inversores y el periodo vacacional. Ligeros descensos en las bolsas con el estadounidense S&P 500 como excepción alcista, pero bajo volumen y escasa actividad salpicada de algunas operaciones corporativas en el mundo del petróleo y del acero que provocaron subidas excepcionales en los valores implicados. La tendencia de baja actividad se agudizará aún más en la última semana del año con las bolsas cerradas el próximo lunes, día de la Navidad, que se extenderá hasta el martes para los mercados europeos.

Tradicionalmente, estos días suelen ser buenos, ya que se ajustan operaciones fiscales (compensar minusvalías con plusvalías) de cara al cierre del año y también se empiezan a tomar posiciones para aprovechar el llamado efecto enero. Los pagos de dividendos, que suelen realizarse en los primeros días del año, también impulsan a muchos inversores a adquirir los valores para luego tener derecho al cobro.

A medida que se acercan las fiestas, muchos operadores parecen haber desertado de los mercados, lo que refleja los bajos volúmenes y los estrechos diferenciales de los principales índices. En conjunto, Europa se tomó un respiro durante la última secuencia semanal, tras su fuerte avance desde principios de noviembre, mientras que Wall Street recuperó algunos puntos más y encadenó récords, con las últimas cifras que confirman la ralentización de la inflación, el aterrizaje suave de la economía estadounidense y los recortes de tipos previstos para 2024.

En el frente macroeconómico, las últimas cifras de inflación en EE. UU. confirman, si es que hacía falta una confirmación, el lento descenso de las subidas de precios. El IPC subyacente desestacionalizado se situó ligeramente por debajo de las expectativas, en el +0,1% mensual y el +3,2% anual. Al mismo tiempo, el PIB estadounidense, aunque más débil de lo esperado con una subida del 4,9% en el tercer trimestre, no hizo sino aumentar la probabilidad de un recorte de tipos para 2024. En efecto, los operadores están atentos a cualquier señal de aterrizaje suave de la economía estadounidense, lo que significaría de facto la vuelta a las alegrías del dinero fácil, explican los analistas de MarketScreener.

Los vaivenes en los mercados energéticos son también una constante de este final de año. El mar de fondo habla de una caída del precio del petróleo, consecuencia de la desaceleración económica y de la abundante oferta, pero esta semana que hemos terminado, tanto el Brent europeo como el WTI estadounidense recogieron ganancias del 4%. Las razones de estas alzas se encuentran en los ataques de los hutíes contra buques en el Mar Rojo que acentuaron las preocupaciones geopolíticas. Los atentados provocaron perturbaciones en el Canal de Suez, por el que circula cerca del 12% del comercio mundial, lo que obligó a muchas compañías navieras a desviarse del Mar Rojo. Una noticia en sentido contrario fue el anuncio de Angola de retirarse de la OPEP, un síntoma de las dificultades del cartel petrolero de mantener la cohesión y la estrategia de precios y producción marcada con el fin de evitar caídas en los precios de esta materia prima.

La semana que viene habrá pocas publicaciones macroeconómicas. En Estados Unidos, las principales publicaciones serán el índice de la Fed de Richmond (miércoles) y los datos semanales de empleo (jueves). También se publicarán datos de vivienda en el gigante americano que, hasta ahora, muestran una gran solidez en cuanto a la actividad en el mercado de segunda mano. En Europa esta corta semana no dará para mucho con la publicación de datos de ventas minoristas en España y Alemania que se esperan más débiles. También se dará a conocer el avance de los datos de IPC correspondientes al mes de diciembre en gran parte de economías. Unos datos que se prevén buenos por la caída de los carburantes en diciembre, pese a esos vaivenes del crudo.

Sin duda, el dinero ya está pensando más en 2024. Un año que se prevé bueno, pero volátil, con tensiones geopolíticas siempre inquietantes y esperadas caídas del precio del dinero por parte de los bancos centrales que se adivinan, como pronto, a partir de la segunda mitad del año.