Esta campaña de las elecciones europeas me ha dejado profundamente preocupado, y el resultado más aún. No se anuncian tiempos fáciles ni para los ciudadanos europeos, ni para los agricultores y ganaderos ni para el Planeta. Me explico.

Primera reflexión: la participación electoral ha sido baja, demostrando claramente que no hemos sido capaz de convencer a la mayoría de los ciudadanos europeos de la importancia de estas elecciones. España se encuentra incluso ligeramente por debajo de la media europea.

Segunda reflexión: no ha sido una campaña europea. En toda Europa, y por supuesto en nuestro país, se ha hablado mucho más de temas nacionales que de temas europeos. Muchos de los votantes han votado pensando en claves relacionadas con la ley de amnistía, con Begoña o con la supervivencia de una opción política (Podemos y Ciudadanos), sin hablar de los problemas jurídicos del promotor de Se acabó la fiesta.

Se ha hablado mucho más de temas nacionales que europeos, pero el 70% de nuestra legislación económica depende de Europa

El 70% de nuestra legislación económica, el 53% de las leyes aprobadas en nuestro país y casi el 100% de las medidas que conciernen a nuestro mundo agrario y rural, depende de Europa.

La PAC, los agricultores y ganaderos, los habitantes del medio rural están entre los que más necesitan de una Europa fuerte, ya que la Política Agraria Común (PAC) es (¿todavía?) la más común de todas las políticas.

En nuestro terreno, hay que agradecer a la coalición Por otra PAC, a Cooperativas Agroalimentarias de España y ASAJA, el haber organizado debates entre los candidatos centrados sobre sus propuestas para el campo y el medio rural. Al menos lo intentaron aunque no todos los intervinientes se ciñeron al guion previsto.

Europa va a ser mucho más difícil de gobernar tras el naufragio francés y con una Alemania débil

Tercera reflexión: Europa va a ser mucho más difícil (aún) de gobernar. Nada era sencillo ni fácil, pero la fragmentación del voto y de los europarlamentarios va a hacerlo mucho más complicado a partir de ahora. Un barco debe tener un rumbo y la situación actual puede acentuar las causas de desconcierto y de parálisis.

Cuarta reflexión: el naufragio francés. Francia es Estado miembro fundador y el mayor defensor de la PAC. La parálisis francesa, o su repliegue nacionalista, no es una buena noticia para los demás Estados miembros (España en primer lugar) que consideramos que el mantener una política agraria es importante.  

Quinta reflexión: una Alemania débil. El eje francoalemán ha sido uno de los grandes motores de la construcción europea. Que el motor principal (aunque ciertamente en una Europa a 27, ya no es el único) esté gripado no es una buena noticia para Europa y, por ende, para sus agricultores.

El presupuesto como reto

Esta legislatura europea tiene temas muy importantes encima de la mesa. El primero es el próximo presupuesto europeo.

Actualmente, el presupuesto europeo ejecutado representa algo menos del 1% del producto interior bruto europeo. Como referencia podemos utilizar la cifra del presupuesto español, que ascendió en el año 2023 el 46,4% de nuestro PIB. Es decir, Europa es un enano en cuanto a su presupuesto se refiere. Los textos jurídicos permiten subir este porcentaje hasta el 1,4%. Seguiría siendo un enano, pero un 40% más grande.

La pregunta clave es saber si el aumento de las responsabilidades que se le quiere dar a la Unión Europea va a ir correspondido con un aumento del presupuesto. Todo parece indicar que la política europea de defensa va a ser una de las estrellas y prioridades de la nueva legislatura. ¿Cómo se van a financiar estas nuevas políticas y ambiciones? ¿Se va a reducir el presupuesto de las actuales grandes políticas europeas, es decir, en primer lugar de las políticas de cohesión territorial (que tanto ha beneficiado a muchas regiones españolas), la de investigación y, en nuestro caso, la Política Agraria Común (PAC)?

Sin rumbo en Europa, sin presupuesto suficiente, el medio rural va a estar entre los primeros perdedores del desconcierto

Como muestra de lo que nos espera, se puede utilizar el ejemplo del Partido por la Libertad (PVV) de Geert Wilders, con un excelente resultado en estas elecciones europeas en los Países Bajos, después de haber ganado las elecciones nacionales. Ya sé que las promesas electorales solo comprometen a los que las escuchan, y nunca a los que las dicen, pero su programa electoral es meridianamente claro: “Las transferencias financieras de los países ricos del norte a los más pobres del sur y el este de Europa tienen que terminar”. Para ellos, seguimos siendo los “PIGS”.

Insistimos, la Política Agraria Común es la más común de todas las políticas europeas. Sin rumbo en Europa, sin presupuesto suficiente, los agricultores y ganaderos europeos, los habitantes del medio rural van a estar entre los primeros perdedores del desconcierto.

La Europa de las naciones

La sexta reflexión es que una Europa más débil va a hacer más difícil que avancemos en nuestras tareas pendientes. El control en frontera es responsabilidad de los Estados miembros y no de la Comisión, lo que abre en la actualidad una vía para que, en los países importadores y consumidores, los controles sean más laxos que en los países productores. Lo estamos viviendo en los temas fitosanitarios todos los días.

Si (como pedía con razón mi amiga Esther Herranz, elegida diputada europea por el Partido Popular en los dos debates en la que participó y pude seguir) queremos controles en frontera comunitarios y no nacionales y avanzar en la negociación de “cláusulas espejo” con nuestros socios comerciales, para que los productos agrarios que importamos sean lo más parecido posible a los que producimos; si queremos levantar los obstáculos no arancelarios, las trabas fitosanitarias, que los países terceros imponen a nuestras exportaciones, como pide FEPEX con razón, necesitamos más Europa.

El 50% de la producción agraria española se vende fuera de nuestro país, en gran medida en Europa. Necesitamos de un mercado único, necesitamos de una libre circulación de mercancías, necesitamos de unas fronteras y autopistas abiertas. En una Europa más débil, donde vuelven a campar a sus anchas los Estados, ¿¡quién va a llamar a la orden a los “descerebrados” que nos queman los camiones en las carreteras francesas, cuando no son nuestros propios “descerebrados” los que bloquean nuestras fronteras!?

La emigración

Una séptima reflexión es el rechazo a la emigración por parte de una parte creciente de los eurodiputados (y de la población europea). Desde el punto de vista macroeconómico, el Banco de España ya ha señalado que necesitamos más emigrantes, más trabajadores que sostengan las pensiones y seguros sociales. Pero, además, en el campo tenemos otro problema hoy, no mañana sino hoy, el de la falta de mano de obra.

Muchos agricultores británicos que votaron Brexit se encontraron que habían votado (ciertamente sin darse cuenta) para que les falte mano de obra y no pudieran recoger sus frutas o cuidar de sus ganaderías. Corremos el riesgo de repetir el mismo error en el continente.

El Pacto Verde europeo

La octava (¿y última?) reflexión es el auge de los discursos negacionistas del cambio climático. Por cierto, es de justicia señalar que este no fue el discurso de Pedro Narro, el representante de Vox en los debates organizados por ASAJA y Cooperativas Agroalimentarias. Pero también es verdad que las declaraciones de otros muchos candidatos (cierto, con menos conocimientos de los temas), no fueron tan claros.

Los que han tenido la paciencia de leer (o escuchar) lo que al respecto del Pacto Verde europeo he escrito (y dicho), saben que estoy convencido de que la dirección marcada por el Pacto Verde, y la Agenda 2030 de las Naciones Unidas, es la correcta pero que el despotismo ilustrado de la Comisión ha multiplicado las inevitables y esperables reticencias al cambio.

Hay que convencer mucho más que imponer. Aunque haya urgencia climática, que la hay, el querer imponer ritmos voluntaristas de cambio que no son socialmente aceptables, retrasa la adaptación, no la acelera. Las recientes manifestaciones por parte de grandes colectivos de agricultores en varios Estados miembros son prueba de ello.

La mitigación del cambio climático es una necesidad y el acompañamiento al campo, una urgencia

Pero no tiremos al niño con el agua del baño. El cambio climático está aquí, independientemente de la responsabilidad humana sobre su desencadenamiento o su ritmo. En palabras recientes de uno de mis maestros de referencia, Jaime Lamo de Espinosa, en una de sus cartas al lector que escribe como director de la revista Vida Rural: “Se discute mucho si existe o no cambio climático, pero si se pregunta a los agricultores españoles su respuesta, viendo lo ocurrido en 2023 y cómo va 2024, no puede ser más afirmativa.”

La adaptación, y su mitigación, es una necesidad y el acompañamiento, especialmente a la clase media del campo, a los agricultores familiares profesionales, una urgencia.