Pedro Sánchez desea a toda costa ser investido presidente del gobierno y va a hacer lo que sea para conseguirlo. Para ello, debe pactar con un número muy elevado de fuerzas políticas (Sumar, PNV, Junts, ERC, Bildu…). Así que tiene que ir cerrando acuerdos, porque, de lo contrario, el encaje de bolillos va a ser imposible y cuanto más se le agote el tiempo, peor se negocia. Eso lo sabe todo el mundo.

Ya que las concesiones van a ser múltiples y variadas, mejor empezar cuanto antes a soltar las perras y aceptar condiciones, por mucho que estén en contra de su propia ideología. Ya lo dijo Marx (Groucho, no Karl): “Estos son mis principios, pero si no le gustan, tengo otros”.

Pero vamos al tema.

Hace unas semanas, Sumar, que parecía a todas luces uno de los pactos más seguros o garantizados, empezó a dar síntomas de desencanto y malestar. Y dijeron que su voto no estaba todavía decidido y que quedaban cosas por acordar. Deseaban una medalla delante de su electorado, de forma que se sepa que, al votarlos, se obtienen contraprestaciones que, de otro modo, no se conseguirían. Un triunfo visible, populista y mediático, que de eso Yolanda Díaz sabe un rato.

Así que Pedro Sánchez, que parece mentira que tenga un doctorado en economía para transigir en algo así, y Yolanda Díaz, abogada laboralista que no tiene formación económica y que, aparte de un bufete de abogados, no ha pisado el mundo de la empresa, cuales elefantes en una cacharrería, han convenido ambos que lo mejor para la economía española va a ser reducir la jornada laboral, de forma unilateral, sin previo aviso y sin contar con los principales agentes sociales del país, pasando de las 40 horas semanales actuales que establece la ley a 37,5 horas. Total, solo es media hora semanal, claro. El objetivo de Yolanda Díaz es que lleguemos a 32 horas semanales, paulatinamente.

En primer lugar, en España, según Eurostat, ya trabajamos en promedio 37,8 horas por semana. Pero eso es un promedio. Según cada persona, contrato y sector de actividad, varía, pues hay personas que trabajan 50 horas y otras, 30 horas. Si se lleva a cabo la medida que PSOE y Sumar proponen, la media real bajará, incluso por debajo de la media de la Unión Europea.

España es un país donde el diálogo social ha desembocado en una paz sindical sin precedentes. Sindicatos y patronal negocian año tras año y se establecen acuerdos

Pero no está ahí la cuestión. Sino en dos aspectos que merecen ser, cuando menos, denunciados. El primero es que España es un país donde el diálogo social ha desembocado en una paz sindical sin precedentes. Sindicatos y patronal negocian año tras año y se establecen acuerdos donde cada una de las partes cede en unos aspectos y concede en otros, como en toda negociación.

No se puede tomar una decisión sobre horas máximas de trabajo mensual sin contar con los agentes sociales porque se dinamita el diálogo social y se desacredita el rol de la patronal. ¿Cómo puede negociar el empresariado de ahora en adelante a sabiendas que, en cualquier momento, por decreto-ley van a modificarse ámbitos que eran de su competencia? Lo mismo sucede a nivel autonómico. La ley que pretenden aprobar PSOE y Sumar afectaría también a los funcionarios públicos, estableciéndose una invasión de competencias en aquellas funciones públicas delegadas a las comunidades autónomas (Sanidad, Educación, entre otras). Varios partidos políticos autonómicos ya han denunciado este hecho, entre ellos el PNV, que ha de ser socio de gobierno de Sánchez.

El segundo aspecto tiene que ver con un mínimo conocimiento de la realidad económica de un país. Da la sensación de que Yolanda Díaz y Pedro Sánchez viven todavía en la época de las políticas económicas de principios del siglo XX, donde el tejido industrial y productivo de Inglaterra, Alemania o Francia no tenían nada que ver con el tejido empresarial europeo y, por supuesto, español. Ambos están tomando decisiones generales, imponiendo una misma reducción horaria para todas las empresas de un país. Decisiones únicas y generales no se corresponden con la realidad actual, donde la heterogeneidad de empresas, sectores, especialidades y, sobre todo, dimensiones de los negocios hace que una medida como la reducción de horas no suponga problema alguno para unas y un desastre para otras. Una gran empresa, por ejemplo, una gran compañía eléctrica, puede absorberlo, pues tiene miles de trabajadores. Pero para las pymes de menos de diez trabajadores, estas reducciones son un dolor de muelas. Las pymes suponen el 75% del empleo en España y más del 80% de las pymes tienen menos de 9 trabajadores. De verdad, ¿pero alguien les ha explicado a estos políticos cómo es el trabajo en España? Viven como si toda España trabajase en una planta de montaje de coches.

Da la sensación de que Yolanda Díaz y Pedro Sánchez viven todavía en la época de las políticas económicas de principios del siglo XX. Viven como si toda España trabajase en una planta de montaje de coches

Por otro lado, se pone el acento en aspectos que no son en absoluto prioritarios. Se legisla como si estuviésemos en la Inglaterra de la Revolución Industrial, donde las jornadas laborales se reducían debido a una necesidad de reducir la explotación de los trabajadores en sectores intensivos en mano de obra, como la minería, el textil o la agricultura. Pero… ¿hoy? ¿Trabajar ocho horas al día… es explotación? ¿Es este un problema económico acuciante?

¡No! ¿Por qué no terminan de una vez por todas con el trabajo informal? Sería más sencillo de lo que se dice, pero eso no interesa, no sea que se dispare el paro al tener que ponerse a cotizar.

¿Qué se busca limitando las horas del trabajo? ¿Un mejor reparto del pastel beneficios-salarios? Pues así no se va a conseguir. Bueno, quizás sí, pero a base de reducir el pastel, con lo que la proporción del trabajo será mayor, pero los beneficios totales y, por ende, la actividad económica será menor.

En tiempos de inflación por aumentos de costes, los aumentos de productividad son una de las pocas salidas que tienen las empresas. En sectores intensivos en servicios y empresas que funcionan por turnos, estas reducciones van a suponer bajadas de producción o bajadas de productividad. De verdad, imaginen un pequeño taller de reparaciones, de tres trabajadores. ¿Alguien en su sano juicio piensa que las 7,5 horas de menos de los tres mecánicos van a ser compensadas con la contratación de otro trabajador? Les aseguro yo que no. Muy bien le tiene que ir al taller, y las cosas están más que difíciles.

En fin. Así va la cacharrería española. A base de elefantes que entran y salen, arrasando con toda lógica porque los elefantes nunca han trabajado como cacharreros.