Es una obviedad que la actual población mayor de 55 años de nuestro país poco o nada tiene que ver con los sénior de hace tan solo tres décadas. De hecho, por factores como son un poder adquisitivo superior, la falta de obligaciones o una mayor disposición de tiempo libre, de un tiempo a esta parte este segmento de población ha adquirido un muy relevante protagonismo tanto a nivel económico como de consumo. Sin olvidar, claro está, la actitud proactiva de esta generación en todo aquello relativo a la salud, poniendo el acento en la prevención y en aspectos como la nutrición y la actividad física.

No hace demasiado, apenas unas pocas décadas atrás, el renombre "tercera edad" se veía como una etapa final de la vida, un momento en que nos jubilábamos, o nos jubilaban, con aquella visión decrépita, de caducidad, deterioro y pérdida de competencias.

Hoy, sin embargo, los sénior son una generación con hambre de seguir creciendo, deseosa de seguir formándose, de seguir disfrutando, de seguir explorando nuevos horizontes más allá de la edad que pueda plasmar un documento de identidad. Porque las arrugas no son sino la consecuencia inevitable del paso de los años, las marcas de las muchísimas experiencias que vivimos, pero en ningún caso son el punto y final de nada ni de nadie. Empezamos, pues, por aquí, por sacudir la tradicional concepción del envejecimiento y transformarla en continuidad y oportunidad.

¿Sin embargo, por qué hoy vivimos más años? ¿Qué hace que cada vez más aumenten el número de personas centenarias? A modo de curiosidad, Catalunya, con 295 personas centenarias por cada millón de habitantes, es uno de los países con las tasas más altas después de Japón o Portugal. ¿Sin embargo, cuál es el secreto?

La causa principal del aumento de población mayor es la evolución de la esperanza de vida. En el caso específico de Catalunya, la esperanza de vida ha aumentado hasta llegar a los 83,34 años, una de las más altas del mundo, eso es un crecimiento de 2,5 años por década. Y la tendencia es clara: en el 2030, el 23% de la población catalana tendrá más de 65 años.

Desde este nuevo paradigma, pues, hoy emerge con fuerza, aquí y en el mundo, un amplio abanico de proyectos e iniciativas que aspiran a proyectar una mirada positiva sobre el fenómeno del envejecimiento poblacional. Los agentes económicos han empezado a darse cuenta de la importancia de las personas mayores y de su capacidad de consumo. Se abren, pues, filones de mercado en ámbitos directamente ligados al ocio, la cultura, la salud, la arquitectura, los medios de transporte, el equipamiento de la vivienda, las finanzas... El renombre silver economy es un negocio pujante, de enorme potencialidad y que tenemos que aprovechar y maximizar, palabra especialmente en España, el tercer país del mundo con la esperanza mayor de vida, tan solo precedido por Japón y Suiza.

Un estudio elaborado por ACCIÓ, El ámbito de la economía 'silver' en Catalunya, identifica hasta 703 empresas en el país que ofrecen servicios y productos adaptados a las necesidades de los mayores de 55 años, y que equivale al 4% del PIB de Catalunya, con una facturación agregada superior a los 9.750 millones de euros y que da trabajo en torno a 51.000 personas.

En particular, el área de actividad se enmarca en cuatro verticales bien diferenciadas: los servicios asistenciales, la salud, el envejecimiento activo y la calidad de vida. Y por descontado, la imparable irrupción de tendencias globales en nuevas tecnologías, dispositivos médicos, fitness cerebral o movilidad.

No podemos hablar, sin embargo, de un colectivo homogéneo. Dentro de los llamados silver encontramos diferentes subgrupos, con necesidades y motivaciones específicas, precisamente por la edad, con una infinidad de particularidades. No es el mismo una persona de 55 años que una de 90 años. Y está aquí donde las empresas tendrán que transformarse y adaptar la oferta, detectar las necesidades y los intereses específicos de cada uno de los segmentos.

El gran reto que tenemos hoy como sociedad pasa por erradicar el edadismo, un término introducido en 1969 por Robert N. Butler, médico, gerontólogo y psiquiatra, y primer director del Instituto Nacional de Envejecimiento de los Estados Unidos. Y es que hoy, por increíble que parezca, la edad es la tercera causa de discriminación en el mundo, por detrás del racismo y el sexismo.

El edadismo está asociado con la manera como conceptualizamos la vejez y el envejecimiento, con las relaciones intergeneracionales y como prolongamos estereotipos, prejuicios y/o ideas preconcebidas sobre las personas mayores. El hecho de cumplir años no significa que las personas estén imposibilitadas para trabajar, ni tampoco para formarse y aprender, ni que su sexualidad se vea anulada, para citar algunos de los clichés más característicos.

La lucha contra la discriminación por edad se tiene que integrar en la base de la estrategia empresarial, tal como ya ha ocurrido con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) o la perspectiva de género.

La edad es un punto y seguido. Y todos, industria, empresa, política, sociedad, sistema de salud, educación, innovación, investigación... Todos tenemos que hacer este salto valiente y visionario que nos posicione en relación con unos valores de respeto, inclusión y diversidad.