España y Catalunya: ¿islas en un mar de turbulencias?
- Àngel Hermosilla
- Barcelona. Jueves, 9 de enero de 2025. 05:30
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El optimismo del cual han hecho gala las economías española y catalana en las últimas semanas, alimentada por los datos macroeconómicos y algunos informes internacionales, no nos puede esconder que continúan vigentes algunos problemas básicos, que lastran nuestro futuro a corto y medio plazo y que nos tienen que hacer moderar el grado de optimismo, en medio de un incierto contexto internacional. De la economía interna se puede concluir que progresa adecuadamente por encima de la de nuestros socios comunitarios, y Catalunya por encima también del conjunto estatal, gracias a lo cual nuestra convergencia económica con la Unión Europea y, sobre todo, con la zona euro, ha mejorado relativamente y de manera apreciable a lo largo del 2023-2024. Pero más allá del triunfalismo macroeconómico, tenemos que aprovechar la ocasión positiva actual para enderezar algunos desequilibrios que exigen nuestra atención si queremos garantizar la sostenibilidad del crecimiento.
El PIB estatal y catalán está aumentando a las tasas más elevadas de los últimos años, a excepción de la recuperación pospandemia de 2021-2022, y acabará 2024 con una subida un poco por encima del 3%, a la vez que el mercado de trabajo sigue registrando crecimientos del empleo significativos, próximos al 3%, después de la buena marcha de los últimos ejercicios. Para 2025, las previsiones son positivas, aunque más moderadas en términos generales en comparación con el año pasado. Sin embargo, hay que seguir prestando atención a la inflación, que muestra resistencia a seguir bajando de manera clara por debajo del 2,5%, impulsada por los servicios, los salarios y los carburantes -en 2024 parece que acabará en el 2,8% en España-, e, incluso, quizás repuntará a principio de año, arrastrada por la tradicional actualización de precios de los primeros meses y por la finalización de las medidas antiinflación del Gobierno, repunte que también afectará al contexto de la eurozona y que puede poner en cuestión el ritmo de relajamiento de la política monetaria del Banco Central Europeo (BCE).
Otro aspecto que requiere nuestra atención es el déficit y el endeudamiento públicos. Se espera que la deuda pública acabe 2024 en poco más de un 102% sobre el PIB, mientras que en la eurozona se sitúe en torno al 90%. Con respecto al sector exterior, en 2025 hay que vigilar el comportamiento de las exportaciones, que se verán afectadas por el escaso dinamismo de los grandes mercados comunitarios, y el ascenso previsto de las importaciones, que crecerán por encima de las anteriores animadas por la positiva evolución de la economía interna, cosa que se espera que pueda derivar en un aumento del déficit comercial y en una aportación nula o negativa del sector exterior al crecimiento del PIB.
El optimismo del cual han hecho gala las economías española y catalana últimamente no puede esconder que continúan vigentes algunos problemas básicos
En Catalunya, la Encuesta de Situación Económica Otoño 2024 del Col·legi d’Economistes de Catalunya, presentada el diciembre pasado, destaca que los principales problemas son la financiación autonómica y déficit fiscal, las deficiencias en infraestructuras y comunicaciones, el acceso a la vivienda -afectado, entre otros, por la falta de oferta y por la subida de los ya altos precios y alquileres-, la baja productividad y la falta de reformas estructurales. A estos se puede añadir una perplejidad sobre la cual hay que reflexionar: la falta de confianza de los consumidores en la situación económica. De hecho, sorprende que la última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) del noviembre pasado muestre que un 57,3% de españoles considera que la situación de la economía estatal en aquel momento es peor que seis meses antes y que un 52,3% opine que será peor los seis meses siguientes, y, además, que estos porcentajes hayan crecido desde verano. Eso lo corrobora la III Encuesta Funcas de Navidad, según la cual solo un 20% de los españoles opina que 2024 ha sido un buen año económico para el Estado (30% malo), y de cara a 2025, un 25% cree que será bueno (27% malo).
En resumen, el entusiasmo en la positiva coyuntura económica es limitado, denotándose preocupación por ciertos problemas (inflación, tensiones políticas, vivienda...), especialmente en algunas capas de la población, como por ejemplo los jóvenes. No obstante, para 2025 las previsiones apuntan una mejora del consumo privado, gracias al refuerzo del poder de compra y la recuperación de la capacidad adquisitiva derivados de la subida de los ingresos reales de los hogares y las altas tasas de ahorro familiar, alimentados por la progresión de los salarios nominales -por encima del índice de precios al consumo (IPC)-, el proceso de desinflación, la evolución del empleo y la bajada de los tipos de interés.
Finalmente, aunque durante 2024 parece que se ha mejorado levemente en competitividad y productividad en España y en Catalunya, esta ha sido insuficiente y la distancia específicamente en esta última con relación a otros países avanzados es grande y exige medidas urgentes. El patrón de crecimiento de la economía interna sigue basado más en la contribución del factor trabajo y en la inmigración, y no tanto en la eficiencia productiva. Al respecto, preocupan dos cuestiones imprescindibles para avanzar y progresar. Una, la débil inversión productiva privada, que no sigue el ritmo necesario y esperado, cosa que sucede desde la pandemia a España y a la Unión Europea, a pesar del impacto positivo de la inercia bajista de los tipos de interés. Según Pimec, solo un tercio de las empresas piensan hacer inversiones en 2025. Cabe decir que no toda la inversión de la economía se puede dejar en manos del sector público y de los Fondos Next Generation. Y dos, la escasa digitalización de la economía, que no evoluciona con la intensidad y la rapidez deseadas. Como evidencia la encuesta del Col·legi d’Economistes de Catalunya mencionada, aunque en opinión de dos de cada tres economistas el impacto del desarrollo de la inteligencia artificial sobre la economía catalana será positivo, un 59% piensa que se está aplicando escasamente.
Con relación a lo anterior, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE) afirma que con el fin de reforzar la productividad y las bases del crecimiento hace falta mejorar la enseñanza e incrementar los esfuerzos en competencias profesionales, eliminar las restricciones que obstaculizan la inversión empresarial y hacer frente al aumento estructural de los déficits de mano de obra. En este sentido, la encuesta del Col·legi corrobora la OCDE al señalar que la mejora pasa por la reforma de las administraciones públicas, el aumento de la inversión y su ejecución en infraestructuras, la mejora del sistema educativo y la aplicación más intensiva de las nuevas tecnologías.
Con respecto a la Unión Europea y la zona euro, los indicadores económicos adelantados de finales de 2024 son decepcionantes y poco optimistas
El contexto internacional parece lleno de incertidumbres y riesgos para 2025, según apuntan los organismos especializados, y podrían acabar arrastrando a la baja algunas de las buenas previsiones internas. El Fondo Monetario Internacional (FMI) apuntaba hace unas semanas que "se prevé que el crecimiento mundial se mantenga estable, pero en tasas decepcionantes", tildando el crecimiento a medio plazo de "mediocre", mientras que la OCDE es más optimista en su pronóstico de diciembre, al afirmar que "se espera que la economía mundial siga siendo resiliente a pesar de las considerables dificultades". Los dos prevén que el PIB mundial aumente un 3,2-3,3% en 2024 y 2025, pero las perspectivas varían sensiblemente según zonas y países.
Al alza las economías de los Estados Unidos -que muestra buenos resultados, en un contexto de bajada más moderada de tipo de interés a la espera del nuevo presidente del país- y de los países emergentes de Asia -a pesar de las dudas de la economía china-, y a la baja las economías europeas mayores y el Oriente Medio, Asia central y África subsahariana. Con respecto a la Unión Europea y la zona euro, los indicadores económicos adelantados de finales de 2024 son decepcionantes y poco optimistas (actividad, demanda, confianza, empleo, precios...), todo en medio de inestabilidad política en países como Alemania y Francia, cosa que preocupa especialmente a las empresas españolas y catalanas, tanto las exportadoras como las dedicadas al turismo. Se puede añadir que la Comisión Europea hizo público a mediados de diciembre pasado la segunda parte del paquete de otoño del Semestre Europeo, con recomendaciones de política económica para la eurozona para 2025, con la finalidad de mejorar la competitividad, fomentar la productividad -la productividad del trabajo se siguió desacelerando en 2023 después de ralentizarse entre 2010 y 2019- y garantizar la estabilidad macroeconómica y financiera, focalizadas al reforzar la innovación, mejorar el entorno empresarial (acceso a la financiación y reducción de carga administrativa y complejidad normativa), dar apoyo a la inversión pública y privada (en transiciones ecológica y digital y en defensa), promover las capacidades y reciclaje de la mano de obra, y garantizar el cumplimiento del marco presupuestario y mejorar la sostenibilidad de la deuda. Afirma que en 2025 se harán exámenes exhaustivos mediante el Informe sobre el Mecanismo de Alerta (IMA) a nueve países con desequilibrios, entre los cuales destaca Alemana, Italia y Países Bajos.
Tanto el FMI como la OCDE apuntan -y coinciden- que al inicio de 2025 subsisten dificultades y riesgos considerables en un clima de elevada y persistente incertidumbre. Las más importantes son tensiones geopolíticas, turbulencias repentinas en los mercados financieros -cómo pasó el verano pasado-, elevadas ratios de endeudamiento público, contracción profunda del sector inmobiliario chino, intensificación de las políticas proteccionistas y de tensiones comerciales -que afectarán negativamente a la actividad económica e impulsarán la inflación-, agudización de conflictos y malestar sociales, y perspectivas de crecimiento a medio plazo muy débiles. Finalmente, ambos organismos sugieren recetas interesantes, como que los bancos centrales sigan bajando sus tipos de interés en las economías avanzadas, implementar medidas presupuestarias para asegurar la viabilidad de las finanzas públicas y eliminar tensiones crecientes, impulsar reformas estructurales para mejorar las perspectivas económicas a medio plazo, mantener el apoyo a los colectivos más vulnerables y la protección social, y reforzar la cooperación multilateral.