Un Estatuto de los Trabajadores para el siglo XXI
- Quim González Muntadas
- Barcelona. Martes, 28 de noviembre de 2023. 05:30
- Actualizado: Martes, 28 de noviembre de 2023. 08:41
- Tiempo de lectura: 3 minutos
Aprobar un "Estatuto de los Trabajadores para el siglo XXI" es un compromiso que tiene un largo recorrido. Situó esta necesidad en 2015 Mari Luz Rodríguez, secretaria de Estado de Empleo con el Gobierno de Rodríguez Zapatero. Tres años más tarde, en 2018, se convirtió en objetivo por la ministra de Trabajo en el primer gobierno de Pedro Sánchez, Magdalena Valerio, en estos términos: “Se va a poner en marcha un grupo de trabajo en el marco del diálogo social para abordar las bases de un nuevo Estatuto de los Trabajadores para el siglo XXI. Porque consideramos que la reforma legal ha de ser profunda, integral y con carácter de permanencia capaz de adaptar nuestra legislación laboral a los nuevos retos de la economía y del trabajo”.
Se reiteró en el programa de gobierno de la anterior legislatura (2020-2023) con el siguiente compromiso: “Elaboraremos un nuevo Estatuto de los Trabajadores del siglo XXI. Elaboraremos, previo diálogo con los agentes sociales, un nuevo Estatuto de los Trabajadores que compagine la protección de los trabajadores y trabajadoras frente a los desafíos sociales, tecnológicos y ecológicos del siglo XXI y el reconocimiento de nuevos derechos de los trabajadores propios de la realidad económica, social y laboral actual, con la necesaria competitividad empresarial y el papel de la negociación colectiva como elemento de reequilibrio necesario. A tal efecto, se podrá constituir un grupo de trabajo para su redacción, integrado por expertos y expertas de reconocido prestigio, del ámbito académico y profesional”.
Y volvemos a encontrar este compromiso en el acuerdo de gobierno firmado por el PSOE y Sumar, “Una nueva coalición de Gobierno progresista para España”, en los siguientes términos: “Culminaremos un Estatuto del Trabajo del siglo XXI, que articule una red básica de derechos para todos aquellos que prestan actividades profesionales, desde los autónomos hasta los cooperativistas, y un desarrollo del trabajo por cuenta ajena que incorpore expresamente la transición digital, incluido el gobierno de los algoritmos, y la transición verde, a través de fórmulas de negociación colectiva que garanticen la sostenibilidad”.
Cambiar el marco de las relaciones laborales en España no es una empresa fácil, ni se puede esperar hacerlo en un abrir y cerrar de ojos. Constituye una tarea harto compleja construir un nuevo Estatuto que atienda la actual realidad del mundo del trabajo con los nuevos desafíos sociales, tecnológicos y ecológicos de este siglo, y hacerlo, como se ha anunciado, desde la voluntad del diálogo con los sindicatos y la patronal para garantizar el necesario equilibrio entre la protección de los trabajadores y la competitividad empresarial, a la vez que se refuerce el papel de la negociación colectiva.
Pero las muchas dificultades no pueden retrasar más tal objetivo, porque urge avanzar y aprobar nuevas reglas actualizadas que respondan a las diferencias entre aquella economía, aquella empresa y aquel mercado laboral de los años 80 (cuando se aprobó el actual Estatuto de los Trabajadores nacido para reformar las viejas y antidemocráticas leyes laborales del franquismo) y la realidad de hoy, más de cuatro décadas después.
Las muchas dificultades no pueden retrasar más un nuevo marco de las relaciones laborales. El mercado de trabajo tiene muy poco que ver con aquél de los años 80
Una nueva realidad en la que además inciden centenares de normas de la Unión Europea. Urge construir nuevas reglas que atiendan lo que suponen las nuevas tecnologías presentes en los centros de trabajo y los nuevos empleos, que respondan a las nuevas formas de trabajar. Nuevas reglas que afronten una, aún pendiente, profunda reforma a la estructura de la negociación colectiva, atomizada y desvertebrada hoy en día, con más de 5.000 convenios. Nuevas normas que modernicen y mejoren la utilidad de un número muy importante de convenios colectivos muy alejados de los problemas y necesidades del momento, como fuente reguladora de las relaciones laborales e industriales en las empresas y los sectores económicos.
Urge el nuevo Estatuto para poder afrontar con eficacia la realidad del actual mercado de trabajo, tan distinto de aquel en el que apenas había tres millones de mujeres con empleo, frente a los más de nueve millones actuales tras su masiva incorporación, una realidad que ha transformado las relaciones sociales, familiares y laborales profundamente y que exige una nueva mirada hacia derechos y obligaciones como son la igualdad, la conciliación o la salud. Un mercado de trabajo que tiene muy poco que ver con aquel de los años 80, en el que el 18% eran jóvenes menores de 25 años, cuando hoy los de esta edad constituyen algo más del 5%.
Es necesario hoy un nuevo Estatuto del Trabajo que fortalezca el papel de los trabajadores y trabajadoras y sus sindicatos en los centros de trabajo y que actualice los derechos sindicales de información y participación en la marcha la empresa, al nivel de los países más competitivos de la Unión Europa, lo que desde hace muchos años espera hacerse realidad.
Es una muy buena noticia que frente el acalorado debate permanente que vivimos, centrado en reformas territoriales y modelos de Estado, se coloque el mundo del trabajo en el centro de la discusión, y con ello el modelo de relaciones laborales e industriales que queremos y necesita nuestro país, imprescindible para la necesaria mejora de la productividad de nuestra economía así como la mejora de las condiciones de vida y trabajo.
Es un reto difícil, es cierto, que precisa un fuerte liderazgo, autoridad y credibilidad para impulsar y dirigir la negociación. La suerte es que estas condiciones están presentes hoy en el Gobierno de España, y los agentes sociales, patronal y sindicatos, en no pocas ocasiones, han sabido demostrar inteligencia y compromiso para aprovechar el momento. Esperemos que la polarización política y el sectarismo que padecemos no impida construir las nuevas relaciones laborales del siglo XXI, más justas, útiles e imprescindibles para impulsar y acompañar el necesario cambio de modelo productivo que necesitamos y que tanto reclamamos.