Después de años muy duros marcados por la pandemia y la inflación generada por la invasión de Ucrania por Rusia, la economía española ha superado ligeramente el nivel de producción anterior a la pandemia con un fuerte dinamismo en su tasa de crecimiento en los últimos años, que según todas las previsiones le va a permitir acercarse al 3% real en este año y situarse en torno al 2,4% el próximo año. Lo macro parece funcionar, si bien lo micro no acaba de tirar ya que el crecimiento de la población es una de las principales variables en la que apoya su actividad, generando un pequeño crecimiento de la renta por habitante que, en última instancia, es lo que más perciben las personas.

La mejora en la creación de riqueza en una economía es un elemento fundamental para mejorar la calidad de vida. Con más dinero se pueden hacer más cosas, tanto en el sector privado como en el público, y si se añade una distribución razonable de la renta es más fácil mejorar los niveles de bienestar y convivencia. Como explicaba en una anterior tribuna, la mejora del saldo con el exterior es uno de los principales cambios de nuestra economía, ya que permite no solo evitar drenar fuera una parte de la renta disponible sino aumentar la nuestra con la recibida de otros países.

Después de sufrir registros históricos muy negativos acumulando elevados déficits de forma continuada, el saldo con el exterior se ha teñido de números positivos desde 2012, lo que, entre otras cuestiones, nos ha permitido reducir la muy elevada deuda que habíamos acumulado con los inversores extranjeros, sobre todo, durante la burbuja inmobiliaria y financiera. El superávit obtenido el año pasado, 3,6% del PIB (53.900 millones de euros), supone un récord histórico, después de afrontar un muy intenso proceso de apertura al exterior (exportaciones de 22% en 1995 a 39% del PIB en 2023) que supera a Francia e Italia y nos acerca a Alemania. Esta evolución es positiva porque las empresas exportadoras tienen más empleados, son más productivas, cuentan con más capital por trabajador y pagan mejores salarios.

Es una gran noticia que el turismo se haya visto superado por otras actividades con mayor valor añadido en las exportaciones de servicios

Fedea ha publicado recientemente el muy interesante trabajo “El desempeño exportador de España: claves de un éxito”, elaborado por Asier Minondo, que contiene un completo análisis de este importante cambio de la economía española con el exterior.  Entre las muchas cosas que merecen la pena de este trabajo, me gustaría destacar un cambio en la estructura de nuestras exportaciones: el saldo de los servicios no turísticos se ha convertido en un instrumento relevante en la mejora de la balanza de pagos de bienes y servicios.

La economía española sigue manteniendo un déficit en el capítulo de bienes en el que juega un papel importante nuestra todavía dependencia energética y en bienes de equipo (-2,2% PIB). El saldo positivo en el sector turístico permite compensar ese déficit (3,9% del PIB). Los millones de turistas que visitan España permiten generar unos ingresos con mucha incidencia en la producción nacional y en el saldo con el exterior.

La noticia es que el favorable saldo en turismo se ha visto ayudado por la progresiva y relativamente rápida ganancia de protagonismo de los servicios no relacionados con el turismo. Así, de un saldo negativo en 2008 hemos pasado a un superávit equivalente al 2,3% del PIB en 2023, colaborando activamente a conseguir un muy sustancioso superávit en el capítulo agregado de servicios (6,2% del PIB).


Esta mejora del saldo viene explicada por la mejora de las exportaciones de servicios no turísticos, hasta el punto de superar en 2023 a los turísticos (97.040 vs 85.075 millones de euros), y explicar el 54% del total de exportaciones de servicios. Dentro de ellas, los servicios empresariales ocupan el primer lugar (36% del total), seguidos de los servicios de telecomunicaciones e informática y los de transporte (21% cada una de ellas). Los capítulos de reparación, servicios financieros, propiedad intelectual, servicios personales, construcción y seguros completan la relación. Las necesidades y obligaciones para funcionar generadas por el Covid 19 no han sido ajenas al despegue en los últimos años.

Esta evolución en la que el turismo se ha visto superado por otras actividades con mayor valor añadido en las exportaciones de servicios constituye una gran noticia porque estas empresas tienen mejores salarios y son menos débiles ante los cambios de demanda asociados a los ciclos económicos.

Es necesario aumentar las empresas que consideran los mercados internacionales como una salida para su estrategia competitiva

En términos generales, exportar obliga a las empresas a ser mejores para vender sus productos en un espacio de alta competencia y, con ello, suelen mejorar su productividad y la del conjunto de la economía. No todas las noticias son igual de buenas, a pesar de la mejora observada en el saldo positivo con el exterior en el sector de servicios no turísticos, se constata que en España solo el 5% de las empresas exportan, aunque el porcentaje aumenta significativamente dentro del sector manufacturero (22% del total). También es relevante conocer que las exportaciones están concentradas en un número reducido de empresas, de forma que, si desaparecieran el 10% de las empresas que más exportan en un sector, España perdería su ventaja comparativa revelada en el 60% de sus industrias.

Siendo optimistas y viendo la botella medio llena, esta deficiencia nos puede marcar el camino a seguir. Es necesario aumentar las empresas que consideran los mercados internacionales como una salida para su estrategia competitiva. Mejor aún si se incorporan empresas que operan en sectores de mayor valor añadido, y como se demuestra los servicios no turísticos están en esta categoría.

Este deseo sería menos difícil de cumplir si consiguiéramos aumentar la dimensión media de las empresas y, con ella mejorar su competitividad y productividad. Para lograrlo, podría ser bastante útil eliminar las excesivas barreras normativas que existen a nivel fiscal y laboral establecidas por tramos de facturación y/o trabajadores, que en demasiadas ocasiones tan sólo son un incremento de la carga burocrática que desincentiva las decisiones de las empresas. Buenas intenciones que no cumplen los objetivos pretendidos y, por tanto, deberían ser instrumentadas de forma distinta. En el ámbito laboral, la ampliación y profundización de la negociación colectiva podría cumplir más y mejor con el doble objetivo de hacer más sostenible la empresa a largo plazo con garantizar empleo más estable y con mejores condiciones de trabajo.