Exportadores de talento
- Anton Gasol
- Barcelona. Sábado, 6 de enero de 2024. 05:30
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El capital humano de la población es el recurso más valioso de los países y representa el 64% de la riqueza total a nivel mundial (según datos del Banco Mundial). La calidad del capital humano de una economía depende del esfuerzo inversor de sus familias, empresas y administraciones públicas y de la eficiencia del sistema educativo, pero también de los movimientos migratorios y del capital humano que acumulan los migrantes. Sin embargo, hay que tener presente que la emigración al exterior disminuye el capital humano de un país y más cuanto mayor sea el nivel de formación de los emigrantes. La pérdida de talento disminuye la capacidad de emprendeduría de nuevas iniciativas culturales, empresariales y sociales y, asimismo, supone un escollo grave para la innovación y la investigación científica y tecnológica, que constituye la base del avance económico y de la competitividad.
En España en 2021 y 2022 emigraron 381.000 y 426.000 personas, respectivamente (según datos de la Fundación BBVA e Ivie). Casi la mitad de los emigrantes de 25 o más años de 2022 posee estudios superiores (30,1%) o estudios secundarios postobligatorios (18,8%), con el consiguiente impacto positivo en sus dotaciones de capital humano, mayor empleabilidad y, sobre todo, productividad. El ritmo actual de emigración al exterior y la reciente intensificación contribuyen a reducir el capital humano de la economía española, limitando su capacidad presente, y sobre todo futura, de generar riqueza, lo que al mismo tiempo condiciona la sostenibilidad de las finanzas públicas por la merma de los ingresos públicos. El valor estimado del capital humano de los emigrantes mayores de 25 años es de 154.800 millones de euros, según la Estadística de Migraciones y Cambios de Residencia del INE (EMCR). Además, puede contribuir a agravar los serios problemas de relevo generacional y de cobertura de vacantes que actualmente ponen de manifiesto cada vez más sectores y profesiones.
El ritmo actual de emigración al exterior contribuye a reducir el capital humano de la economía española, limitando su capacidad presente, y sobre todo futura, de generar riqueza
En el caso de Catalunya, según datos del Idescat, la población residente en el extranjero ha pasado de 144.002 personas el 2009 a 367.367 en 2023, distribuidas casi por igual entre hombres y mujeres, habiendo aumentado en un 255% los últimos 15 años, de las cuales 191.609, un 52%, residen en Europa.
Y cuando una persona se va, sobre todo si lo ha hecho por su cuenta y sin ningún tipo de asistencia y acompañamiento por parte de su país y de su administración, acostumbra a pasar como en la letra de la canción “Se’n va anar” (se fue), cantada por Salomé y que resultó ganadora del V Festival de Canción del Mediterráneo: Se fue / hacia allá / no sé en absoluto / si volverá.
¿Y por qué es tan importante el talento? Pues sencillamente porque de entre los factores de producción —tierra, capital, trabajo y tecnología— que intervienen en el proceso productivo y que permiten la creación de bienes y servicios, el conocimiento, que es inherente al trabajo, es el único factor productivo que genera externalidades positivas y economías de escala. Por eso si un país quiere prosperar y alcanzar un nivel de bienestar a largo plazo, tiene que focalizar sus esfuerzos en invertir en las variables que determinan la productividad como son la educación, la formación de los trabajadores y de las capacidades empresariales, la investigación y la innovación, la dotación de infraestructuras, y, especialmente, dotarse un sistema productivo favorecedor de la retención del talento que genera.
La productividad es la clave de bóveda del crecimiento económico. Parafraseando al Premio Nobel de Economía Paul Krugman en su libro La era de las expectativas limitadas de 1990: "La productividad no lo es todo, pero a largo plazo lo es casi todo. La capacidad de un país para mejorar su nivel de vida a lo largo del tiempo depende casi completamente de su capacidad para aumentar su producción por trabajador".
A los bajos salarios se añade la falta de perspectivas profesionales y, todavía más, las dificultades para conciliar, con la coletilla de que ni siquiera pueden acceder a una vivienda digna
El trabajo es uno de los factores productivos más importantes, y la relación de la cantidad del factor trabajo utilizado para generar una unidad de PIB es la más ampliamente utilizada para medir la productividad. La llamada productividad aparente del trabajo expresa el valor creado por unidad de trabajo utilizado (hora trabajada). Por ejemplo, si una economía dota de más capital a sus trabajadores, estos trabajadores producirán más y la productividad aparente del trabajo subirá. Pero este aumento de productividad será debido a la acumulación de capital, no al hecho de que estos trabajadores, con el mismo capital y con las mismas condiciones, sean más productivos. El indicador que refleja la eficiencia con que se utilizan conjuntamente el empleo y el stock de capital (maquinaria, equipos, infraestructuras, etc.) en el proceso productivo es la productividad total de los factores (PTF). Este es el caso, por ejemplo, de las mejoras tecnológicas, de los cambios en la organización del trabajo y de las mejoras del capital humano y del marco institucional.
Hay que emprender las medidas adecuadas para frenar la diáspora de profesionales altamente cualificados que sufrimos. No valoramos, ni retenemos, de manera adecuada el talento que generamos. A los bajos salarios existentes, se añade la falta de perspectivas profesionales y, todavía más, las dificultades para conciliar la vida laboral con la familiar por causa de las condiciones del sistema laboral, con la coletilla de que ni siquiera pueden acceder a una vivienda digna.
Hace falta, pues, un gran pacto de estado, con la confluencia de los gobiernos autonómicos, de las patronales, de los sindicatos y también de las entidades sociales para aprovechar la oportunidad de los Fondos Next Generation para reestructurar nuestro sistema productivo, fortaleciendo más el sector industrial —con más valor añadido— y dotándolo de un componente social relevante que sea atractivo para el talento juvenil y que se den las condiciones para que puedan labrarse un buen porvenir.