El cambio de gobierno en Gabón, con la familia Bongo alejada del poder y de una parte de su fortuna, posiblemente va señalando un camino en otras antiguas colonias africanas. Varias de ellas, propiedad de Francia, evitaron momentos de independencia revolucionaria en la década de 1940 (Camerún, Madagascar) a costa de una represión sangrienta y, muchas otras y esas mismas, se fueron acomodando a una relación de clientela con Francia. Sankara fue tal vez la figura más destacada entre 1983 y 1987, en Burkina Faso, de una política africana de independencia económica y política. Pagó con su muerte.

Un método para estudiar los lazos de dependencia de Francia con sus excolonias africanas (en ese imperio informal que se viene llamando la Françafrique) consiste en estudiar las empresas (y los empresarios, como Vincent Bolloré), las mercancías y los conflictos socioambientales que aparecen en la realidad. Y, a la vez, observar como la presencia de China va creciendo, aunque China por ahora no ha aprendido a ser un país abiertamente imperialista y no envía tropas. Francia tiene intereses económicos, diplomáticos y militares. 

Francia no ha tenido la exclusiva en el saqueo material —en Nigeria empresas como Shell y Chevron dominan la extracción de petróleo, por ejemplo—. China aparece más y más en la minería de bauxita y de mineral de hierro en Guinea (Conakry). La empresa Wilmar, de Singapur, en plantaciones de palma de aceite en toda la región; Anglo Gold Ashanti, de Sudáfrica, en minería de oro, en Ghana.  

Si las empresas extranjeras son fuertes y la gobernabilidad local es frágil, por supuesto que impera la corrupción. Las concesiones y permisos, como ha ocurrido en Gabón, en teoría son dados por las autoridades locales, pero el dinero y los contactos para la exportación los tienen las compañías multinacionales. La corrupción es parte del sistema.

Pero veamos la economía extractivista de Gabón y qué puede suceder con su cambio de gobierno. A las pocas horas, la empresa francesa Eramet, de minería de manganeso, anunciaba que la extracción y transporte continuaban. Eramet también es protagonista en Senegal de minería de arenas metálicas. Continuidad. Eso es todavía Françafrique. Gabón es conocido como exportador de petróleo, pero Eramet tiene un gran negocio de exportación de manganeso, o sea que Gabón es el número dos mundial en ese metal, que se usa en la producción de acero y es un elemento para las baterías de vehículos eléctricos. 

Ahora bien, ¿quién domina la extracción de petróleo, la posible minería de hierro, la obtención de uranio y otras commodities en Gabón, ese pequeño país de dos millones de habitantes? La empresa OLAM, de Singapur, que tiene plantaciones de palma y de caucho, y coopera con el gobierno. Consiguió más de 300.000 hectáreas y para desarrollar las plantaciones tuvo que eliminar el bosque prístino en una parte de ellas, anulando las condiciones de vida de sus habitantes cazadores y recolectores y perjudicando la biodiversidad.

El petróleo, el mayor producto de exportación (como en Guinea Ecuatorial, otro centro de corrupción) está en manos de Addax, desde el 2004. Es una subsidiaria de Sinopec.  La concesión está en Mandji, contaminado el agua del río Obangué.  La producción es de más de 200.000 barriles al día, como cinco toneladas por habitante al año. Como el petróleo se refina y eventualmente se quema, el año que viene hay que venir a por más. La economía industrial no es circular sino entrópica. Sinopec es una de las mayores empresas de petróleo y gas de China. Lo que quiere esa empresa es tranquilidad, más que democracia, y ha colaborado con la familia Bongo sin problema. Un activista conocido, que ha sido represaliado y encarcelado en algunas ocasiones, Marc Ona Essangui, fundador de las ONG Brainforest, denunció la contaminación. Addax y el gobierno entraron en reclamos económicos mutuos, pero el petróleo sigue fluyendo hacia la exportación.

Hace unos años, Omar Bongo declaró que la gran mina de hierro Belinga, más unas represas cercanas, serían "los proyectos del siglo".  A unos 500 km al este de Libreville, estarían en manos chinas, no francesas. Las protestas le ganaron a Marc Ona Essangui un premio Goldman, en el año 2009, por defender el bosque Ivindo contra la compañía china CMEC y el activista recibió de nuevo una dosis de represión. Una hidroeléctrica en el río Ivindo destrozaría las cataratas Kongou. Este proyecto está parado, pero la demanda de mineral de hierro crece en el mundo. 

El sector minero junto con el petróleo son vistos en Gabón como motores económicos en un panorama extractivista a más no poder, a los que se añade, para engañar al público internacional, la conservación de bosques como almacenes de carbono. Veremos qué decide el nuevo gobierno. Si continúa la vorágine extractivista y si responde más todavía a las demandas de China.

Por último, también hay que mencionar la minería de uranio, que ha estado a cargo de la empresa francesa Areva, tal vez ahora esperando nuevos inversores. Al igual que en Níger, Areva ha dejado grandes pasivos socioambientales que no piensa compensar.  En la localidad de Mounana, en el sur de Gabón, la empresa nuclear COMUF (subsidiaria de Areva) contaminó a sus trabajadores, a los habitantes y a los ecosistemas del río Mitembe. Grupos de voluntarios franceses, incluida la ONG Sherpa, investigaron el estado de salud. Los datos de 2018 son: 367 empleados fallecidos por su trabajo en la mina de uranio, según el grupo o sindicato MATRAC, que reúne a 1618 extrabajadores. Areva reconoció daños, pero no dio compensación. Eso no mejora la reputación de Francia.