¿Ha nacido vieja la nueva PAC?
- Tomás García Azcárate
- Madrid. Viernes, 6 de enero de 2023. 05:30
- Actualizado: Martes, 31 de enero de 2023. 20:43
- Tiempo de lectura: 3 minutos
El 1 de enero del 2023, con 2 años de retraso, entró en vigor una nueva versión de la más antigua de las políticas europeas, la política agraria común (PAC). Desde los inicios de su negociación, en 2017 hasta su aprobación definitiva, a finales de 2022, ha pasado mucha agua bajo los puentes.
Este es el argumento presentado por, por ejemplo, mi amigo Donaciano Dujo, presidente de ASAJA Castilla y León, para afirmar que esta PAC “ha nacido vieja”.
Sostiene Donaciano que “nace vieja porque el contexto mundial y europeo es radicalmente distinto al de cuando se iniciaron las negociaciones, en 2017. Acontecimientos como la crisis de la covid-19, la crisis energética, la invasión de Rusia a Ucrania, han barrido el planeta y dejado un mundo muy diferente al de hace cinco años. Pero los burócratas de Bruselas, no sabemos si porque son optimistas y creen que todo se pasará en breve o porque son incapaces de rectificar y siguen su linde, mantienen el mismo exiguo presupuesto y unas líneas maestras “verdes” y de países ricos que desde luego España ni lo era ni lo es, mucho menos, ahora”.
Tiene razón Donaciano cuando recuerda cuánto ha cambiado el mundo en estos 5 años, pero a los acontecimientos que él señala, le añadiría el impacto cada vez más visible del cambio climático. Sus consecuencias están siendo cada vez más graves y, si las comparamos con la horquilla de previsiones del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, nos encontramos claramente en la franja superior.
Un cambio de paradigma
La nueva PAC se anunció como la PAC de la transición agroecológica. Sus ambiciones iniciales, ya de por sí limitadas, han sufrido un proceso de erosión paulatina a lo largo, primero, de las negociaciones en Bruselas con los ministros y los europarlamentarios y, luego, en Madrid en búsqueda del mayor acuerdo posible con y entre las Comunidades Autónomas.
A pesar de ello, lo que queda de la transición agroecológica requiere profundos cambios en los comportamientos de todos los actores de la cadena alimentaria, desde los productores agrarios, la logística, la distribución, la industria alimentaria y de suministros y los consumidores. Los cambios culturales y de mentalidad son los más difíciles de conseguir.
Ucrania como pretexto
Ello explica por qué, desde sus inicios, la nueva PAC (y no digamos la Estrategia de la Granja a la Mesa) encontró resistencias entre bastantes agricultores y sus representantes. La guerra de Ucrania ha sido utilizada para dar más brillo a sus argumentos, destacándose la necesidad de alimentar al mundo y a la población europea en un contexto de inseguridad alimentaria.
Obviamente, la guerra y sus consecuencias deben llevar a reflexión. De hecho, la propia Unión Europea ha implementado importantes medidas de flexibilidad, permitiendo por ejemplo el cultivo del girasol en las tierras en barbecho. ¿Pero, pone ello en entredicho la necesidad de una transición agroecológica?
Mi respuesta es claramente que no, y ello por dos razones. La primera es que la crisis actual ha puesto de manifiesto la falta de resiliencia del sector agrario europeo, con una gran dependencia (entre otros) de los fertilizantes producidos en Rusia. Como observamos en el sector industrial con la crisis de la covid, la globalización sin control de la economía, en este caso de las industrias de insumos para la agricultura, ha creado unas dependencias que pueden tener graves consecuencias. El aumentar la resiliencia de la producción alimentaria en Europa es pues más importante aún hoy que ayer. En otras palabras, la transición agroecológica está aún más de actualidad.
La segunda es que, por mucho que dure la guerra en Ucrania, por importantes y duraderas que sean sus consecuencias, son de corto alcance con respecto a las consecuencias de un cambio climático que se está acelerando. Los mismos que denuncian que la nueva PAC y las estrategias europeas van a limitar las producciones en este viejo continente, son aquellos que sufren de la peor cosecha de aceite de oliva de la última década, de la disminución de la producción de cereales, que protestan por los recortes en los volúmenes de agua que se transfieren entre cuencas, que no aceptan los nuevos caudales ecológicos en los ríos…
Las prioridades del día a día no deben hacernos olvidar el gran reto con el que estamos confrontados. Como el encierro de media humanidad en sus casas con la covid ha demostrado, al planeta le va muy bien que los seres humanos estemos quietecitos en nuestra casa. El planeta no está en peligro, los que estamos en peligro somos nosotros, esta raza humana que apareció en estos últimos y pocos segundos en la escala de la vida de la Tierra.