Holaluz: ¿pagaremos entre todos la revolución de los tejados?
- Antoni Olivé
- Barcelona. Jueves, 6 de junio de 2024. 05:30
- Tiempo de lectura: 2 minutos
Unas pérdidas de 26 millones de euros en 2023, una deuda de 58 millones, un fondo de maniobra negativo de 44 millones, una capitalización bursátil que ha pasado de 257 millones en 2021 a 25 millones, un expediente de regulación de empleo (ERE) para despedir a 200 empleados, un 27% de la plantilla… Este es el panorama de Holaluz, que ahora mismo necesita 20 millones para eludir el concurso de acreedores. Todavía es peor la situación de SolarProfit, que perdió 36 millones en 2023, ha despedido a toda la plantilla y ha solicitado el preconcurso de acreedores.
Yo te instalo placas en el tejado gratis y, a cambio, tú me cedes el diferencial de precio entre el kilovatio por hora del mercado eléctrico y 0, que es el coste de generar energía fotovoltaica si no tenemos en cuenta la amortización de la inversión. Este es el modelo de negocio de SolarProfit. En su página web todavía hoy hablan de "Cero inversión. Ni plazos, ni financiación". En el caso de Holaluz, los clientes tienen que pagar las placas, pero la empresa se ofrece a financiarles la inversión.
Las empresas que apuestan por este modelo de negocio hacen de banco y se tienen que endeudar para financiar la compra y la instalación de placas en los tejados de sus clientes. El modelo de negocio se completa con ayudas públicas, que reducen el coste de compra e instalación de las placas, y con una gran inversión publicitaria para convencer a los clientes potenciales apelando a su deseo de huir de las empresas de siempre y a su conciencia medioambiental.
La viabilidad del modelo depende del precio del kilovatio por hora, que es volátil y está sujeto a una legislación cambiante, y del coste de compra e instalación de las placas, que es función del volumen de instalaciones. Si el precio de la electricidad baja, como ha sucedido desde 2022, se reduce el diferencial que permite amortizar la inversión. Si se firman menos contratos porque los consumidores no perciben las ventajas del cambio, se reduce el volumen de compra de instalaciones y, por lo tanto, aumenta el coste unitario. Y si disminuyen las ayudas públicas porque se han agotado los fondos europeos, aumenta el coste de compra e instalación de las placas.
Holaluz ha pedido a la Generalitat dos préstamos por un importe total de 13 millones. El capitalismo meridional actúa así: las ganancias se privatizan y las pérdidas se socializan. La Generalitat no tendría que rescatarla
El caso de Holaluz y SolarProfit nos puede servir para ilustrar la diferencia entre riesgo e incertidumbre. En los juegos de azar asumimos riesgo. La incertidumbre se produce cuando no conocemos el futuro ni lo podemos conocer porque es impredecible. Como no disponemos de ninguna bola de cristal que nos permita adivinar el futuro, la alternativa son los planes de empresa, que se fundamentan en suposiciones sobre los parámetros que determinan la rentabilidad del negocio. Seguro que los fundadores de estas empresas construyeron sofisticadas hojas de Excel con predicciones de ventas, resultados y flujos de caja, pero quizás los basaron en informaciones sobre el futuro que no tenían, como la evolución del precio del kilovatio por hora o la disposición de las administraciones a seguir subvencionando las instalaciones de autoconsumo fotovoltaico.
Los planes de empresa y las hojas de Excel son una trampa, y el ebitda también. Ya lo decía hace años el profesor Pedro Nueno. Que el ebitda de una empresa sea positivo, no quiere decir que la empresa gane dinero. Indica solo que su resultado operativo, sin contar la amortización de las inversiones, es positivo. Pero las empresas no viven del ebitda. Ni siquiera viven del resultado neto. Viven del flujo de caja positivo. Por eso no deja de sorprenderme que en muchas de las noticias de Holaluz se hable de ebitda y no de flujo de caja.
Holaluz ha pedido a la Generalitat dos préstamos por un importe total de 13 millones. El capitalismo meridional actúa así: las ganancias se privatizan y las pérdidas se socializan. Pero también está el capitalismo anglosajón, el del liberalismo libertario, que deja caer los bancos y las empresas que van a la quiebra. No me parece bien que con dinero público se rescaten empresas que están en dificultades porque sus creadores hicieron unas predicciones poco esmeradas y no tuvieron en cuenta que el futuro es incierto. La Generalitat no tendría que rescatar a Holaluz. No puede ser que tengamos que pagar entre todos la revolución de los tejados de su presidenta.