La IA y el crimen perfecto: cómo se falsifican identidades en tiempo real

- Mookie Tenembaum
- Barcelona. Viernes, 18 de abril de 2025. 05:30
- Tiempo de lectura: 2 minutos
Durante toda la historia, la identidad fue el eje de muchas estafas. Desde falsificadores que copiaban documentos, hasta ladrones que usaban nombres ajenos, la suplantación de identidad no es un problema nuevo. Sin embargo, lo que ocurre con las tecnologías digitales y la inteligencia artificial llevó este fenómeno a un nivel nunca antes visto, en velocidad, escala y sofisticación.
Hoy, cualquier persona con acceso a internet alcanza herramientas que antes solo estaban en manos de criminales expertos. Por ejemplo, existen programas que permiten tomar una sola foto del rostro de alguien y transformarla en un video en movimiento, con gestos realistas. Esto se usa para engañar sistemas de verificación por videollamada que se supone deberían asegurar que la persona que se muestra es quien dice ser. Este tipo de técnica, conocida como “intercambio de rostro” (traducido de forma literal), coloca la fisonomía de otra persona —real o inventada— sobre la propia, como si fuera una máscara digital.
Pero eso no es todo. Hay también programas que simulan cámaras virtuales en computadoras o teléfonos móviles, es decir, dispositivos que “fingen” ser una cámara real y transmiten videos falsos. Al combinar estas cámaras falsas con los rostros animados o falsificados, se puede engañar a sistemas bancarios, plataformas de contratación laboral o cualquier otro mecanismo que dependa de una videollamada para verificar identidades.
Es una verdadera carrera armamentística digital: cada nuevo avance en los ataques obliga a mejorar las defensas
Además, surgen comunidades enteras en internet donde se venden estas herramientas o incluso se alquilan servicios completos de fraude, como si fuera un negocio formal. Este fenómeno, que podríamos llamar “delincuencia a pedido”, permite que personas sin conocimientos técnicos participen en fraudes digitales avanzados pagando a quienes dominan estas técnicas.
Un ejemplo concreto: en Asia se reportó un fraude millonario donde una empresa fue engañada con una videollamada en la que aparecían, en apariencia, sus propios directivos. En realidad, era una simulación generada por computadora, usando videos antiguos y programas de animación. El engaño fue tan creíble que convenció a los empleados de transferir dinero sin sospechas.
Frente a esto, las defensas tradicionales ya no alcanzan. No basta con pedir una foto del documento o una videollamada. Las imágenes pueden ser falsas, los movimientos pueden ser animaciones, las cámaras pueden estar manipuladas. Es una verdadera carrera armamentística digital: cada nuevo avance en los ataques obliga a mejorar las defensas.
El problema de la suplantación de identidad no es nuevo. Lo que ha cambiado es la escala, la velocidad y la accesibilidad de las herramientas
La clave está en sistemas que no dependan solo de lo que se ve. Por ejemplo, tecnologías que detecten si una persona realmente está viva durante la verificación, observando reacciones naturales del rostro, movimientos involuntarios o señales invisibles a simple vista. Además, es necesario que estas defensas funcionen en tiempo real y que se actualicen constantemente, porque los métodos de ataque cambian a diario.
En definitiva, el problema de la suplantación de identidad no es nuevo. Lo que ha cambiado es la escala, la velocidad y la accesibilidad de las herramientas para engañar. Por eso, más que nunca, la única salida es tener una defensa moderna, activa y en permanente evolución. La seguridad ya no es una foto estática: es una película que nunca se detiene.
Las cosas como son.