Industria en Catalunya: de emplazamiento romántico a pragmático
- Pau Vila
- BARCELONA. Miércoles, 18 de septiembre de 2024. 05:30
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Esta semana he recuperado por casualidad un reportaje de un diario económico de hace unos meses sobre la trayectoria de nuestra empresa, donde compartía la complejidad de ser competitivos en el contexto actual. No todo el mundo –y lamentablemente me atrevería a decir que la clase política todavía menos, en general– entiende que la amplia mayoría de productos que hacemos a Catalunya también se producen en otros países y otros continentes. No solo el tejido productivo catalán tiene que exportar para tener una cierta masa crítica, momento en el cual choca con la realidad de los competidores extranjeros, en algunos casos muy agresivos. Al mismo tiempo, en el propio mercado doméstico recibimos todo tipo de bienes en los centenares de contenedores que desembarcan diariamente en el puerto de Barcelona, y que hacen que a menudo la opción más económica sea la que no se ha producido en casa.
La sugerencia habitual de los estrategas del país es potenciar la diferenciación y el alto valor añadido: si lo que se produce en Catalunya se hace solo en Catalunya, resultará indiferente la dinámica salarial, inflacionaria, fiscal o la disponibilidad y coste energéticos de la otra punta del mundo. Lamentablemente muy pocas naciones del mundo tienen la suerte de disfrutar de sectores productivos totalmente inéditos. Quizás encontraríamos el caso de Taiwán y los microchips, pero es una rara avis extraordinariamente difícil de replicar. Lo habitual es que todo país tenga también exposición a sectores productivos clásicos que difícilmente podrán sacar al mercado una propuesta radicalmente diferente respecto de lo que desarrollan los competidores asiáticos, americanos o africanos. Incluso lo vemos en algunos servicios: es más competitivo contratar horas de programadores de la India en remoto que no tener un equipo de analistas catalán en la oficina presencial – y encontraríamos decenas de ejemplos más.
Lamentablemente, muy pocas naciones del mundo tienen la suerte de disfrutar de sectores productivos totalmente inéditos
Así las cosas, hay que empezar a tomarse seriamente el riesgo (de hecho, parcialmente materializado) de perder grandes bloques de tejido productivo de sectores clásicos en pro de los productos importados, más competitivos. No se trata ni siquiera de deslocalizaciones. Lo que ha pasado con los coches chinos ha captado la atención general por la relevancia del sector automovilístico europeo, pero exactamente la misma dinámica se podría explicar hoy mismo de muchos otros sectores. La tónica general es de desplazamientos rápidos, donde los competidores agresivos de fuera de Europa, como los coches chinos, pueden dejar en cuestión de pocos años fuera de juego la propuesta local tanto en los mercados de exportación como en el propio mercado local.
Este es un problema de triple capa: europeo, español y catalán. La buena noticia es que parece que la primera piedra para enfocar este replanteamiento estratégico, el diagnóstico, ya está hecho a nivel europeo: el informe Draghi trata precisamente de eso, con gran lucidez y con muchas recomendaciones concretas, pero implementarlo requeriría un cambio radical en la regulación europea y la propia cultura eurócrata, que parece muy complicado de hacer y todavía menos con el grado de urgencia que exige la situación. Aun así, es positivo que se entienda, por fin, que esto no se arreglará con todo tipo de parches en forma de aranceles sino que Europa tiene que tener una estrategia regulatoria que permita la competitividad global.
Hay que tomarse seriamente el riesgo de perder grandes bloques de tejido productivo de sectores clásicos en pro de productos importados más competitivos
A nivel español también hemos tenido buenas noticias. El Ministerio de Economía ha lanzado el globo sonda de la "comunidad autónoma 18", un ente administrativo abstracto que podría concentrar determinados trámites actualmente autonómicos, haciéndolos más ágiles, telemáticos y más simples. Sería una buena noticia que se implementara, no solo por las posibles mejoras sino porque ahora las autonomías tienen el monopolio de la tramitación dentro de su territorio, y en consecuencia tienen pocos incentivos para hacerla más ágil y razonable. Si un mismo trámite también se puede hacer en la autonomía ficticia, puede ser que pierdan poder, visibilidad y quien sabe quién cobrará las tasas asociadas, si es que las hay. Con todo eso, las autonomías tendrán un incentivo para revisar a fondo los casos de tramitaciones empresariales descarriladas y darle la vuelta al sistema para evitar caer en este tipo de puntos muertos, ahora habituales.
El entramado de normas, documentos, certificados, autorizaciones e informes que rodea a las empresas de nuestra casa así como su dura fiscalidad y falta de flexibilidad laboral, son estructuras que se han ido construyendo y complicando durante décadas. Sería ingenuo pensar que ahora, por un informe de Mario Draghi y una comunidad autónoma virtual, todos estos frenos a la competitividad empresarial desaparecerán de inmediato. Pero hay que celebrar que se debatan soluciones al problema, en tanto en cuánto hemos pasado a admitir que hay un problema de baja competitividad por los excesos regulatorios –cosa que hasta ahora no se hacía. ¿Conseguiremos que las empresas de fuera escojan Catalunya, y las catalanas quieran seguir, no por una cuestión de romanticismo sino de pragmatismo?