Industria sin inversión en capital y otros oxímorones
- Pau Vila
- BARCELONA. Martes, 20 de agosto de 2024. 05:30
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Con la investidura del nuevo Govern catalán, encabezado por el presidente Illa, se ha vuelto a sacar el polvo al libreto de cómo aumentar el bienestar en Catalunya. Las recetas para esta finalidad tienen un inusual consenso entre varias sensibilidades políticas, sobre todo con respecto a intentar reducir la dependencia del tejido económico de trabajos basura -principalmente concentrados en el sector turístico y hostelería de bajo valor añadido y los servicios asociados-, pero no despreciables en una parte de la industria, como la alimentaria y especialmente la cárnica. La productividad en la industria manufacturera es más de un 50% superior que la del sector servicios, según BBVA Research.
Así las cosas, ¿a quién no le gusta el fantástico concepto "industria de alto valor añadido"? Es tanto el valor político de atraer estas inversiones, que la pasada legislatura el récord de fuegos artificiales mediáticos se produjo con los anuncios de la fábrica de baterías de la coreana Lotte en Mont-Roig del Camp y la fábrica de coches de la china Chery en la Zona Franca: industrias de alto valor añadido. De hecho, en algunas ocasiones la emoción al acariciar estas enormes victorias es tan intensa que los anuncios y filtraciones se precipitan antes de atar todos los flecos de la operación y acaban desembocando en un gran desengaño colectivo, como pasó con la supuesta fábrica de Tesla en el País Valencià.
La situación de la inversión en capital e I+D en Europa es preocupante: la brecha con respecto a EE.UU. se ha multiplicado por cinco en 12 años
Siendo la industria de alto valor añadido tan preciada a todos los niveles, ¿por qué no tenemos más? ¿Qué falla, y como corregirlo? Resolver esta ecuación tiene un gran valor, y por eso es uno de los principales ejes de investigación económica. Las últimas semanas la consultora McKinsey ha publicado un extenso estudio dónde se compara la inversión en capital no inmobiliario (para entendernos, compra de maquinaria industrial) e I+D entre Europa y Estados Unidos. La situación es preocupante: el año 2010 el punto de partida entre Europa y Estados Unidos era prácticamente el mismo, con Europa destinando un 4,4% del PIB a inversión en capital e I+D y Estados Unidos dedicando un 4,8%, una diferencia de tan solo un 0,4% del PIB. En cambio, en 2022, último ejercicio del cual tenemos datos, los datos han evolucionado hacia un 4,6% en el caso de Europa (prácticamente estancada) y un espectacular 6,7% en el caso de los Estados Unidos.
Así pues, ahora la diferencia es de 2,1 puntos de PIB o más de cinco veces superior a la brecha de 2010, una grieta suficientemente grande como para condicionar la competitividad europea en los principales sectores industriales. Esta diferencia es consistente en prácticamente todos los sectores productivos, incluyendo al farmacéutico, la industria tecnológica, energía, infraestructuras, semiconductores... El único sector donde la inversión en capital e I+D es superior en Europa que en Estados Unidos es el automovilístico, probablemente debido a los intensos esfuerzos para la electrificación.
El sistema fiscal español es especialmente nocivo para la inversión en capital no inmobiliario
Sobre este punto de partida tan desfavorable a nivel europeo, el estado de la cuestión en España es todavía peor. El sistema fiscal español es especialmente nocivo para la inversión en capital no inmobiliario: mientras que, por término medio en la Unión Europea, el 74% de las inversiones en capital son deducibles, esta cifra es del 63% en España. Comparativamente, tanto Francia como Italia permiten deducir fiscalmente por término medio más del 75% de las inversiones en compra de maquinaria industrial y equipos productivos.
A un contexto fiscal muy desfavorable se suma la retahíla de regulaciones bancarias que se han ido endureciendo desde la Gran Recesión de 2008, y que fuerzan al sistema bancario a pensárselo dos y tres veces antes de conceder financiación para proyectos industriales, reduciendo también los importes concedidos a cada operación. Una baja predisposición bancaria a acompañar los proyectos industriales sería poco relevante en Estados Unidos, donde hay un ecosistema más que maduro de capital riesgo y financiación no bancaria, pero es muy problemático en Europa, donde históricamente la banca ha sido la principal fuente de financiación para las inversiones en capital industrial.
Catalunya sufre la coyuntura desfavorable a nivel europeo y español en inversiones industriales; disminuir así la dependencia de los servicios es complicadísimo
Catalunya sufre la coyuntura desfavorable a nivel europeo, con una cultura insuficiente de inversión en I+D y un sistema bancario hiperregulado, y también la estructura de incentivos fiscales española donde las inversiones industriales son ignoradas. Pretender disminuir la dependencia del tejido económico del sector servicios y transferir peso del PIB del turismo low-cost hacia la industria de alto valor añadido resultará complicadísimo en estas condiciones –sin inversión no hay industria, y conseguir lo contrario sería poco menos que un milagro–. Pero incluso a nivel autonómico se pueden aplicar algunas recetas para aliviar el problema: por ejemplo, complementar el apoyo bancario a inversiones productivas con líneas específicas del ICF, o bien engordar los recursos de la empresa pública Avançsa para entrar a formar parte del capital de empresas industriales con planes de crecimiento ambiciosos. ¡Más deberes para el nuevo Govern!