La Unión Europea combina una economía abierta con un alto grado de competencia en el mercado, un sólido marco jurídico (aunque bastante complejo en los procedimientos de toma de decisiones) y potentes políticas activas de lucha contra la pobreza y redistribución de la riqueza. Este modelo que también incluye la decidida defensa del medio ambiente, le ha permitido conjugar altos niveles de integración económica y desarrollo humano con bajos niveles de desigualdad comparados con otros bloques económicos.

Europa ha construido un Mercado Único de 440 millones de consumidores y 23 millones de empresas, que representan alrededor del 17% del PIB mundial. Este gran éxito después de sufrir dos cruentas y trágicas guerras en su territorio en el anterior siglo, muestra signos de agotamiento en las dos últimas décadas con deficiencias cada vez más evidentes. La menor productividad explica el 70% del diferencial en PIB por habitante con Estados Unidos y limita la capacidad de competir en un mundo más globalizado donde hay nuevos actores con cada vez mayor poder económico y político, que no asumen las reglas (escritas y no escritas) de las instituciones multilaterales.

Dos ejemplos representativos de la nueva situación: China genera el mismo volumen de la riqueza mundial que la UE (el 17%) y es competidor directo en el 40 por ciento de las exportaciones europeas. Sólo cuatro de las cincuenta tecnológicas más grandes son europeas.

El gran éxito de la UE, después de sufrir dos trágicas guerras en el siglo XX, muestra signos de agotamiento en las dos últimas décadas

En este contexto, se ha publicado el informe “El futuro de la competitividad europea”, un amplio y profundo estudio dirigido por Mario Draghi. En las más de 400 páginas de los dos documentos que lo componen, se recoge un diagnóstico de la situación, de las perspectivas futuras -ambas muy preocupantes-, e incluye una larga relación de propuestas para abordar en mejores condiciones el futuro. Este informe reconoce algo conocido pero no asumido todavía por la sociedad europea: el mundo ha cambiado drásticamente; y recoge una advertencia muy severa sobre los graves riesgos que se ciernen sobre la Unión Europea (y, por tanto, para los ciudadanos de sus países miembros): si se mantiene el actual camino (y la procrastinación para no cambiarlo) será imposible mantener el actual nivel de riqueza, afectando también a la libertad de las personas y al mantenimiento de su modelo social, es decir, al Estado del Bienestar con su potente nivel de protección que le diferencia de la mayor parte del planeta.

Durante muchos años se ha pretendido extender el modelo europeo al resto del mundo, ahora parece que se trata de tener la capacidad de mantenerlo en nuestro territorio. De forma educada pero firme y sólida, el informe nos dice que vamos mal y que se necesitan cambios estructurales para ganarnos un futuro mejor para las siguientes generaciones. Unos cambios que tienen coste, prioridades e incluso intercambios (trade offs) entre ventajas e inconvenientes, que se deben conocer y asumir.

El resumen ejecutivo del informe concreta tres áreas de acción: i) cerrar el diferencial en innovación con China y Estados Unidos, ii) un plan para combinar la descarbonización que ayude al planeta y la competitividad europea teniendo en cuenta que el actual precio de la energía de las empresas europeas es superior entre 2 y 5 veces al de Estados Unidos, y iii) incrementar la seguridad y reducir las dependencias en un mundo con más riesgos geopolíticos incluyendo la defensa de tu territorio.

Durante muchos años se ha pretendido extender el modelo europeo al resto del mundo, ahora se trata de mantenerlo en nuestro territorio

Establece también tres barreras que restringen la posibilidad de mejora. La primera es la falta de prioridades en la fijación de objetivos comunes en un mercado único muy fragmentado (que provoca bastantes duplicidades), además de estar dominado por una excesiva regulación para el desarrollo de proyectos por las empresas (normas nacionales heterogéneas, obligaciones tributarias, …) que además tiene un escaso desarrollo de los mercados de capital para su financiación, aunque se dispone de tasas de ahorro superiores a las de Estados Unidos.

La segunda es desperdiciar, por lo menos parcialmente, los recursos comunes al dispersarse en un exceso de instrumentos nacionales y comunitarios (no digamos ya los regionales) sin aprovechar las economías de escala. El informe pone como ejemplo el gasto en defensa, que siendo tan elevado como el de otros países grandes no consigue localizar en las empresas europeas una parte significativa de los recursos disponibles, incluidos los dirigidos a I+D+i.

La tercera es una política industrial sin coordinación en los ámbitos importantes (fiscal, mercado de capitales, políticas comerciales y de competencia, seguridad en la disponibilidad de materiales, …) que también se dispersa y difumina en competencias nacionales y comunitarias (incluyendo la capacidad de veto de los países miembros para cualquier modificación).

La UE sufre una política industrial sin coordinación en los ámbitos importantes, que se dispersa en competencias nacionales y comunitarias

La mejora de la productividad, como es conocido e identificado por múltiples análisis, es clave para mejorar la capacidad de generar riqueza, y a partir de ella, disponer de un espacio fiscal más amplio, es decir, disponer de más recursos públicos para afrontar inversiones en bienes públicos (aquellos que puede utilizar cualquiera sin pago por su uso) como la innovación de vanguardia o la capacidad de defensa y la gestión de las fronteras. El informe señala la tecnología como el elemento más utilizado ahora en los procesos de producción, en detrimento de los costes laborales, y es en ese aspecto donde la Unión Europea no ha avanzado lo suficiente. Este cambio afecta a la productividad (relación entre producción y horas trabajadas), por lo que es necesario modificar la estrategia para realizar más inversiones en capital físico y humano (educación) que permita generar innovación y tecnología propia que se trasladen a los procesos de producción y comercialización de los bienes y servicios.

El análisis recogido en el informe es muy detallado y profundo (parte A y B) y la relación de propuestas es muy larga afectando a 10 sectores (energía, materiales críticos, digitalización y tecnologías avanzadas, industrias intensivas en energía, tecnologías limpias, sector del automóvil, defensa, espacio, sector farmacéutico y transporte) por lo que su análisis excede las posibilidades de este artículo, si bien la propuesta más conocida es la necesidad de invertir anualmente 800.000 millones de euros al año (5% del PIB). Mucho dinero para inversión a convertir en proyectos concretos (la experiencia con el MRR no ayuda a ser optimista en ese proceso) y ante la ausencia de un mercado de capitales adecuado, obligaría a depender de un sector público que en una parte de los países miembros supera con creces el saldo considerado como déficit excesivo (3% PIB). ¿Es necesario y posible cambiar las recién aprobadas reglas fiscales? O ¿es necesario redireccionar parte del gasto corriente a inversión?

El informe señala la tecnología como el elemento más utilizado ahora en los procesos de producción, y la UE no ha avanzado lo suficiente

Los necesarios avances en productividad necesitan también reformas en la gobernanza de la Unión Europea para disminuir su complejidad, incrementando la coordinación de las políticas y reduciendo la actual carga regulatoria. El informe, como ya he comentado, incluye una advertencia importante, sin estos cambios para mejorar la generación de riqueza será difícil preservar el modelo de inclusión social asociado hasta la fecha al proyecto europeo.

El informe finaliza con una arenga para tener en cuenta: “Nuestra confianza en que lograremos avanzar debe ser fuerte. Nunca en el pasado la escala de nuestros países ha parecido tan pequeña e inadecuada en relación con la magnitud de los desafíos. Y hace mucho tiempo que la autopreservación no ha sido una preocupación tan común. Las razones para una respuesta unificada nunca han sido tan convincentes, y en nuestra unidad encontraremos la fuerza para reformar”. Draghi ha afirmado en sus declaraciones:  "La UE ha llegado a un punto en el que, si no actúa, tendrá que comprometer su bienestar, el medio ambiente o su libertad". Y añado: y también en su capacidad de generar riqueza.

Los cambios y reformas que propone el informe para los que reclama la mayor participación institucional y ciudadana son muy necesarios, pero no nada fáciles de conseguir en una sociedad un tanto acomodada, en la que los conceptos de esfuerzo y responsabilidad han quedado retrasados en la escala de valores. En mi opinión, el momento es clave para decidir nuestro futuro abandonando un camino de decadencia que ya nos afecta y lo hará aún más a las siguientes generaciones. Para ello, tal y como enuncia el informe, hay que cambiar radicalmente en muchos aspectos, planteamientos e incluso de actitud, utilizando el ámbito de la Unión Europea para adoptar y aplicar las decisiones de modo que aprovechemos las economías de escala necesarias para ser eficaces. Parcelar el espacio de trabajo como se hace en España, no parece ser la fórmula más eficaz para mejorar la calidad de vida de la mayoría de la sociedad.