El 18 de abril de 2024, Enrico Letta presentó en la reunión del Consejo de jefes de Estado y de gobierno de la Unión Europea su informe de 147 páginas, titulado en castellano 'Mucho más que un mercado', informe que le fue encargado el 15 de septiembre del 2023.

El 9 de septiembre pasado, se publicó el conocido como 'Informe Draghi', cuyo título en español (aunque solo esté disponible en inglés) es 'El futuro de la competitividad europea – Una estrategia de competitividad para Europa'.

Ambos informes, muy interesantes y de lectura más que recomendable a todas las personas preocupadas (con razón) por el futuro de nuestro viejo continente, analizan los retos a los que se enfrentan la industria y las empresas en el mercado único. Forman parte de la documentación de base que la presidenta Ursula Von der Leyen ha transmitido a todos los candidatos a comisario que han pasado en este mes de noviembre sus exámenes aprobatorios ante las comisiones respectivas del Parlamento Europeo.

Las conclusiones de ambos informes contribuirán a los trabajos de la Comisión sobre un nuevo plan para la prosperidad sostenible y la competitividad de Europa. Y, en particular, hay que destacar el anunciado nuevo Pacto Industrial Limpio para industrias competitivas y empleos de calidad, que se presentará en los primeros 100 días del nuevo mandato de la Comisión.

Los informes Draghi y Letta plantean con nitidez la necesidad de aumentar el presupuesto común de la UE a casi el 5% del PIB

Como señala con razón mi buen amigo Eduardo Moyano en un reciente artículo“A nadie se le escapan las crecientes dificultades de gestionar una UE-27 que, además, tiene el propósito de ampliarse a nuevos países en los próximos años. Asimismo, es innegable el retraso de la UE respecto a EEUU y China en crecimiento y productividad. Si, por ejemplo, en 2000 la brecha respecto de EEUU era del 18%, ahora en 2023 ha aumentado al 30%".

"Ello pone de manifiesto el incumplimiento de los objetivos planteados en el Consejo de Lisboa de 2000, donde se proclamaba que, en la década siguiente, la UE debía convertirse en “la economía más competitiva y dinámica del mundo, capaz de crecer económicamente de manera sostenible, con más y mejores empleos y con mayor cohesión social. Han pasado dos décadas desde entonces y el rezago económico de la UE respecto de sus competidores es evidente.”

El Informe Draghi afirma que la PAC constriñe el avance hacia políticas innovadoras de mayor ambición

Se juntó el envío de los dos informes mencionados con otro documento, las conclusiones del diálogo estratégico sobre el futuro de la agricultura que también había convocado la presidenta y al que ya hemos dedicado anteriormente un artículo.

Los tres informes hablan de la necesaria coherencia entre las distintas políticas públicas aplicadas en la Unión, insistiendo en las políticas comunitarias y nacionales los dos primeros y las políticas comercial, agraria y de medio ambiente el tercero. Pero una lectura atenta indica tensiones entre ambos.

Es verdad que ninguno de los tres informes representa la opinión de la Comisión, es verdad que los dos primeros son (en principio) de la única y exclusiva responsabilidad de sus autores y que el tercero refleja las conclusiones consensuadas de los 30 miembros del Grupo de trabajo creado específicamente para ello. Pero una lectura coordinada de los 3 informes revela tensiones significativas.

Tensiones presupuestarias

Porque tensiones, haberlas, haylas sobre todo cuando abordamos el delicado tema del necesario y futuro presupuesto de la Unión. No hay que olvidar que estamos a las puertas de una nueva discusión sobre las perspectivas financieras de la Unión para el periodo 2028-2034.

Los informes Draghi y Letta plantean con nitidez la necesidad de aumentar el presupuesto común de la UE (que actualmente es menor del 1% del Producto Interior Bruto europeo en términos de ejecución) a casi el 5% y de realizar reformas profundas en su estructura.

Pero estos dos primeros informes incorporan, de pasada, afirmaciones sobre la PAC. Por ejemplo en la página 60 del Informe Draghi se afirma que la PAC supone más del 30% del presupuesto común de la UE, y que eso, junto al porcentaje similar destinado a la política de cohesión, constriñe el avance hacia políticas innovadoras de mayor ambición.

Si no se han desarrollado más políticas es por la falta de voluntad política, no por culpa de los agricultores o de la política de cohesión

No es una afirmación nueva en esta fase de las prenegociaciones presupuestarias. En el 2004, mi compañero en el Instituto de Estudios Europeos de la Universidad Libre de Bruselas, André Sapir, publicó su informe 'An Agenda for a Growing Europe' que llegaba (entre otros) a la misma conclusión.

Ya en la época, tuve la ocasión de insistir que, siendo el presupuesto europeo de tan escasa dimensión, no se construye más Europa desvistiendo a Pedro para vestir a Juan. Tuve la ocasión de avisar a André que su informe iba a ser utilizado para recortar el presupuesto comunitario, no para aumentarlo o reorganizarlo. Desgraciadamente, el resultado de la negociación fue, por primera vez, un recorte neto en el tamaño del presupuesto europeo y André me tuvo que confesar, apenado y entristecido, que no era ese el objetivo que perseguía.

El límite máximo de gasto europeo posible, según los Tratados, es del 1,4%, porcentaje también escaso pero más de un 40% superior al presupuesto efectivo. Si no se han desarrollado más políticas, habiendo margen presupuestario, es por la falta de voluntad política, no por culpa de los agricultores o de la política de cohesión.

Esto también lo demostró el mejor presidente que ha tenido la Comisión, Jacques Delors, cuando cuadruplicó en dos mandatos el presupuesto de la mencionada política de cohesión.

Hay una voluntad fuerte de confiar a la UE nuevas tareas, pero está menos claro que exista la misma voluntad de dotarla de los medios necesarios

El coste de la PAC es de 386.602,8 millones de euros para el periodo 2021-2027, no llega al 0,4% del PIB europeo y viene a sustituir, aumentando en su eficacia y eficiencia, gastos nacionales que si no existieran a escala europea tendrían lugar a escala nacional, crearían distorsiones de competencia poniendo en peligro el mercado único y sumando, es previsible, un monto presupuestario total superior al movilizado en común.

Otra cosa bien diferente es discutir, como nos recuerda Eduardo Moyano, “si este presupuesto se distribuye o no de forma adecuada; si contribuye o no a hacer más competitivo el sector agrario europeo; si ayuda a equilibrar las rentas de los agricultores respecto de otros sectores o si por el contrario solo benefician a los que menos las necesitan...”, reflexiones no solo lícitas sino justificadas e indispensables.

De hecho, el tercer informe que comentamos incorporaba en sus conclusiones tanto la necesidad de mantener un presupuesto “suficiente” para la PAC como la urgencia de instituir un fondo específico adicional para la transición ecológica, en el caso del informe en cuestión la transición agroecológica. También plantea el concentrar las ayudas agrarias en aquellos que más lo necesitan, abriendo así el melón de la redistribución.

Nuevas responsabilidades para Europa

Está claro que hay una voluntad fuerte de confiar a la Unión Europea nuevas tareas, como (entre otros) la protección en frontera, la revolución tecnológica, o una mayor presencia y proyección internacional, nuevas tareas que se vendrían a sumar a las responsabilidades actuales que ya fijan los Tratados.

Está desgraciadamente menos claro que exista la misma voluntad fuerte para dotar a la Unión de los medios necesarios para hacer frente a sus responsabilidades, las tradicionales y las nuevas.

Pero me temo que vamos a tener muchas ocasiones de volver sobre este tema en los meses que vienen.