Esta semana ha publicado mi compañero de departamento en la URJC Fernando Pinto un trabajo en Fedea que analiza la evolución del mercado laboral en España en el periodo 2019-2024 utilizando los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA). El periodo de comparación utilizado se remonta a antes de la llegada de la pandemia del Covid 19 para evitar los dientes de sierra provocados por su llegada y la posterior recuperación, componiendo una foto más estructural de lo acaecido en los últimos cinco años.

La conclusión más aparente es la intensa y tengo que reconocer, poco esperada, creación de empleo en este periodo en España. El número de personas ocupadas ha aumentado en 1,9 millones, lo que significa casi un 10 por ciento más sobre la posición inicial. La distribución territorial del fuerte incremento está muy concentrada en cuatro territorios: Catalunya, Andalucía, Madrid y Comunidad Valenciana han absorbido el 70 por ciento del nuevo empleo.


El crecimiento del empleo ha estado sustentado en la inmigración. Tres de cada cuatro nuevas personas ocupadas en el periodo analizado (1.351 de 1.891 miles) no nacieron en España (extranjeros y doble nacionalidad), lo que refleja la alta capacidad de absorción del mercado laboral español, pero también plantea interrogantes sobre la calidad del empleo creado y del aumento de necesidades y la sostenibilidad del sistema de bienestar. Su distribución se localiza también fundamentalmente en la Comunidad Valenciana, Catalunya, Madrid y Andalucía (y muy posiblemente en pocos núcleos de población). Con este impulso, la presencia de los no nacidos en España ha aumentado 4,8 puntos en promedio a nivel español, hasta llegar al 20,7% en el cuarto trimestre de 2024 del total de las personas ocupadas. Como se aprecia en el gráfico, la proporción es superior al promedio en Canarias, Baleares, Catalunya, Madrid y Comunidad Valenciana.


La creación de empleo ha sido heterogénea por sectores de actividad, aunque se observa un cambio hacia actividades de mayor cualificación. Un 31,8% de los nuevos ocupados se han concentrado en los sectores de Administración Pública, educación y actividades sanitarias (el 30 por ciento de esta, en el sector privado), un 22,1% en el sector de transporte y almacenamiento, información y comunicaciones y un 17,9% en el sector de intermediación financiera, actividades inmobiliarias, servicios profesionales, científicos y administrativos. Los sectores más tradicionales como el comercio y la hostelería han acumulado un crecimiento menos intenso (9,3% del total), al igual que la construcción (10,4% del total) y la industria manufacturera (en torno al 9%).

La observación por tipo de ocupación confirma esta tendencia. El mayor porcentaje de los nuevos ocupados se localizan el capítulo de técnicos profesionales, científicos e intelectuales (34,5% del total), seguidos de técnicos y profesionales de apoyo (23% del total), mientras que los trabajadores de servicios de restauración, personales, protección y vendedores de comercio quedan más atrás (10,2% del total). La distribución diferenciando entre nacidos y no nacidos en España es muy diferente. El aumento de ocupados de los nacidos en España se ha concentrado en empleos de alta cualificación, mientras que los trabajadores extranjeros han asumido mayoritariamente ocupaciones de menor cualificación, muy posiblemente compensando el menor interés por este tipo de ocupaciones de los nacidos en España y el progresivo abandono de la actividad de la generación del baby boom al alcanzar la edad de jubilación.

Un 31,8% de los nuevos ocupados se han concentrado en los sectores de Administración Pública, educación y actividades sanitarias

La mayor parte del aumento de la ocupación tiene educación superior (75,7% del total). Entre los nacidos en España ha habido una elevada sustitución de ocupados a favor de los que tienen educación superior, hasta el punto de duplicar el saldo neto de empleo creado (1 millón vs. 539.000). El nivel educativo de los nuevos ocupados no nacidos en España es inferior y el mayor porcentaje tiene primera etapa de educación secundaria (36,9% del total), seguidos que quienes tienen segunda etapa de educación secundaria (17%). Los que tienen educación superior en este colectivo representan un porcentaje inferior (9,5% del total). Después de esta mejora, casi la mitad de las personas ocupadas en el último trimestre de 2024 tenían educación superior

No todo son buenas noticias, la evolución del empleo ha reflejado un marcado envejecimiento de la población trabajadora. La distribución de las personas ocupadas en 2024 muestra un importante desplazamiento hacia una mayor edad de las personas ocupadas respecto a la de 2019. Casi las tres cuartas partes del saldo de ocupados en el periodo 2019-2024 tienen más de 45 años, mientras que el segmento de 30 a 44 años ha reducido su presencia en el mercado laboral en casi medio millón de personas. La disminución de los nacidos en España en este tramo de edad aumenta hasta casi 700.000 personas en tan solo cinco años. Este fenómeno supone un reto para la sostenibilidad del crecimiento y evidencia la necesidad de políticas que favorezcan la incorporación de jóvenes y la retención de talento en sectores estratégicos.

Otro elemento novedoso para resaltar es que todo el aumento de la población activa (1,3 millones de personas; +5,6%) está explicado íntegramente por personas no nacidas en España. El número de activos nacidos en España ha disminuido en 98.800 personas, mientras que la llegada de los trabajadores extranjeros han más que compensado esta caída. Este crecimiento de la población activa ha permitido mantener la oferta laboral, aunque su impacto sobre la productividad y el crecimiento potencial de la economía sigue siendo incierto.

La evolución de la economía española ha sido intensiva en trabajo y mucho menos en productividad

La diferencia entre la intensa creación de empleo y de la población activa ha determinado una reducción de la tasa de paro en 3,2 puntos porcentuales. Un logro significativo, aunque no exento de desafíos, porque la tasa de paro sigue siendo muy superior a la media de los países de la Zona euro. La caída del desempleo se concentra en los nacidos en España (-638.800). El ligero aumento entre los trabajadores no nacidos en el país (+42.500) refleja su mayor capacidad de búsqueda y acceso al empleo. La clave ahora es evaluar si esta mejora se ha producido en términos de empleo estable y bien remunerado, o si persisten dinámicas de precariedad laboral.

Hay que valorar muy positivamente la intensa creación de empleo en un periodo tan complicado marcado por una pandemia y la crisis inflacionaria provocada por la invasión de Ucrania por Rusia. Esta evolución ha estado acompañada de un muy fuerte aumento de la población, de manera que la evolución de la renta por habitante ha sido muy reducida, apenas supera el 2 por ciento en términos reales. Es decir, la evolución de la economía española ha sido intensiva en trabajo y mucho menos en productividad.

Se puede afirmar que la economía española mantiene importantes desafíos estructurales que condicionarán la sostenibilidad y calidad del empleo y la competitividad de las empresas en el medio y largo plazo: la todavía elevada tasa de desempleo, la precariedad en el empleo muy asociada a la calidad del tejido productivo y a la excesiva e inestable regulación, la desigual distribución territorial de la actividad económica y el diferencial de productividad con la media de los países de la Zona euro. Todo ello con una variable de importancia capital sobrevolando el rápido envejecimiento de la población. Los retos siguen siendo muy importantes y la necesidad de consenso para abordarlos con una mínima garantía de éxito aparece como una herramienta tan imprescindible como lejana.