Keeling y la deuda ecológica de los países ricos
- Joan Martínez Alier
- Barcelona. Sábado, 3 de diciembre de 2022. 05:30
- Actualizado: Martes, 31 de enero de 2023. 20:09
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Desde que se firmó el tratado sobre cambio climático en Rio de Janeiro en 1992, la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera ha estado creciendo desde unas 360 ppm (partes por millón) hasta casi 420 ppm. Así está indicado en la llamada curva de Keeling. Eso ocurre por la quema excesiva de carbón, petróleo y gas. Va a continuar creciendo a 450 ppm hasta el 2050 y no se ve ninguna razón para que no alcance 500 ppm para final de siglo si las emisiones humanas de CO2 continúan siendo, como ocurre ahora, mucho mayores que lo que la nueva vegetación y los océanos puedan absorber. Además, al aumentar las temperaturas por ese efecto invernadero causado por el exceso de dióxido de carbono en la atmósfera, es más probable que los bosques se quemen, agravando la cuestión. Al mismo tiempo, los océanos se están acidificando.
De COP en COP, cada año, se van discutiendo las mismas cuestiones sin resolver nada. En París, en 2015, el acuerdo fue una promesa de reducción de emisiones, pero estas continúan creciendo otra vez, tras pasado el año de la pandemia. Primero han de alcanzar un tope y luego empezar a decrecer. Actualmente, son unos 38.000 mil millones de toneladas de CO2 al año, casi cinco toneladas por persona, con muchas diferencias entre ricos y pobres. Deben bajar a la mitad rápidamente, para no sobrepasar la capacidad de absorción de los océanos y la nueva vegetación. En caso contrario, la concentración en la atmósfera seguirá creciendo.
A medida que los pobres lo son menos, queman más combustibles fósiles. Una esperanza está en que la población mundial deje pronto de crecer, lo cual parece probable. Otra está en los cambios tecnológicos, pero en las primeras décadas la transición hacia energías solares directas (fotovoltaica y el viento) requiere mucho gasto de energía (para la minería y manufactura de los metales). El EROI es bajo, es decir, el rendimiento energético de las inversiones en energía es bajo. Se apela todavía a más combustibles fósiles.
Debido a la enorme desigualdad entre países y personas en el consumo de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas) que son fotosíntesis del pasado remoto, se ha venido discutiendo la deuda ecológica que los ricos tienen con los pobres. En efecto, los que hemos disfrutado de ese gasto mayor de energía estamos causando un desastre (por el cambio climático) que afectará a todo el mundo, pero de manera especial a los que no puedan prevenirse con sistemas de refrigeración en sus viviendas precarias y con desplazamientos fuera de las costas cuando el nivel del mar suba más al derretirse parte de los hielos de los polos que están sobre tierra firme. Esa deuda ecológica señala a la culpabilidad del Norte global. Debe verse como una petición desde el Sur global a que el Norte global compense los daños y, especialmente, deje de producir un exceso de gases con efecto invernadero.
En Egipto una vez más se ha planteado el tema (con el término en inglés de loss and damage, 'daños y perjuicios'), pero los Estados Unidos y la Unión Europea lamentablemente se niegan a reconocer esa deuda. Como reza el acuerdo de París de 2015, no liability, no hay reconocimiento de los pasivos socioambientales de parte de los países ricos. En caso contrario, Estados Unidos y la Unión Europea no firmaban.
Hay numerosos trabajos académicos calculando esa deuda ecológica, cuyo reconocimiento sería un elemento que ayude a desatascar las negociaciones hacia resultados prácticos de reducción de emisiones. Si el Norte global reconociera su culpabilidad (a sabiendas, desde hace ya muchas décadas) y compensara daños, eso facilitaría que los países que ahora se industrializan opten por otras vías.
No hace falta ser muy radical políticamente para ir por ese camino. La propia encíclica Laudato si', en un tono moderado afirma en sus párrafos 51 y 52: "La inequidad no afecta sólo a individuos, sino a países enteros, y obliga a pensar en una ética de las relaciones internacionales. Porque hay una verdadera 'deuda ecológica', particularmente entre el Norte y el Sur, relacionada con desequilibrios comerciales con consecuencias en el ámbito ecológico, así como con el uso desproporcionado de los recursos naturales llevado a cabo históricamente por algunos países. Las exportaciones de algunas materias primas para satisfacer los mercados en el Norte industrializado han producido daños locales... Especialmente hay que computar el uso del espacio ambiental de todo el planeta para depositar residuos gaseosos que se han ido acumulando durante dos siglos y han generado una situación que ahora afecta a todos los países del mundo. El calentamiento originado por el enorme consumo de algunos países ricos tiene repercusiones en los lugares más pobres de la tierra… Es necesario que los países desarrollados contribuyan a resolver esta deuda limitando de manera importante el consumo de energía no renovable y aportando recursos a los países más necesitados...".