En los últimos meses se han presentado dos documentos, The future of European business competitiveness (septiembre) —por parte de Mario Draghi— y Much more than a market (abril) —por parte de Enrico Letta—, que ofrecen una panorámica bastante completa, crítica y preocupante de la economía comunitaria y plantean una amplia retahíla de propuestas interesantes. Parece que estas podrían configurar la hoja de ruta de la nueva Comisión Europea que empezará a andar el mes de noviembre.

El llamado Informe Draghi es más holístico y estratégico y entra, de una manera sencilla, en las raíces de los problemas de la competitividad y de la productividad comunitarias haciendo propuestas concretas. Diagnosis clara y sintética y numerosas y profundas propuestas, con las que la mayoría seguramente estamos de acuerdo. Podemos decir que sabíamos de estas deficiencias y vulnerabilidades de nuestra economía, pero faltaba que alguien de reconocido prestigio lo manifestara "alto y claro". La respuesta de expertos y de medios de comunicación al documento ha sido positiva, siendo conscientes de las dificultades de desplegar las propuestas, pero, al mismo tiempo, de la falta de alternativas mejores.

Según el Informe, la Unión Europea dispone de un modelo socioeconómico de éxito (economía abierta, alta competencia, marco jurídico sólido, baja desigualdad…), mejor que el de otras regiones y países del mundo, que ha permitido crear un espacio muy integrado que representa el 17% del PIB del mundo y que hay que preservar. Pero este es insostenible atendiendo a la debilidad y el lento aumento de su productividad y la brecha creciente en términos de PIB con los Estados Unidos (del 15% en 2002 al 30% en 2023, a precios constantes), gap que se ha visto impulsado por la explosión de la digitalización y el cambio tecnológico —donde la Unión Europea es débil—, y todo ello en un marco de desaceleración demográfica.

Desde el 2000, los ingresos per cápita reales disponibles han crecido casi el doble en los Estados Unidos que en la Unión Europea, y actualmente la productividad comunitaria es del orden de un 20% más baja. Concluye que si no somos más productivos no se podrá financiar nuestro modelo social y, por lo tanto, habrá que elegir. Se puede afirmar, pues, que desde hace un tiempo los europeos hemos vivido bajo esa máxima tan conocida: "¡Nos hemos estado mirando demasiado el ombligo!". No obstante, el Informe denota cierto optimismo: se parte de la premisa de que Europa cuenta con las bases para ser una economía fuerte y competitiva. Pero para ser más productiva tiene que hacer cambios radicales y actuar como una verdadera comunidad.

A pesar del aviso, el Informe Draghi denota cierto optimismo: parte de la premisa de que Europa tiene las bases para ser una economía fuerte y competitiva

El documento de Draghi apunta que desde la Segunda Guerra Mundial hasta ahora el continente europeo se ha beneficiado de un paradigma global con tres factores que han impulsado su crecimiento económico, pero que han desaparecido: rápido crecimiento del comercio mundial, energía barata, y paz con la protección de los Estados Unidos. Se afirma que las dependencias se han convertido en vulnerabilidades.

El nuevo marco geopolítico y geoeconómico plantea, de acuerdo con el Informe, tres retos. Primero, acelerar la innovación y encontrar nuevos motores de expansión. Segundo, reducir los precios energéticos y seguir avanzando en descarbonización y economía circular, ámbito en el que existen tanto oportunidades como amenazas. Y, tercero, disminuir la dependencia estratégica respecto de los materiales críticos y las tecnologías esenciales para la digitalización, e internalizar y potenciar el sector de la defensa y de la seguridad.

Para responder a ello propone una nueva estrategia industrial europea sobre una serie de bases: reforzar el mercado único frente a la fragmentación; agregar demanda y recursos; alinear las políticas industriales, comerciales y de competencia para evitar la disparidad de acciones entre países; incrementar la inversión sobre el PIB, y mejorar el funcionamiento de la gobernanza comunitaria con reducción de carga reglamentaria. Más concretamente, se sugieren políticas transversales en línea con lo anterior y políticas a aplicar en diez sectores clave (energía, materiales críticos, defensa, espacio, digitalización…). Para alcanzar estos objetivos, el Informe señala que es necesario invertir un mínimo de 750.000-800.000 millones de euros cada año, lo que permitiría incrementos de productividad en torno a un 6% en 15 años, pero remarca que el capital privado está infrautilizado en Europa. Todas las transformaciones recogidas en el Informe solo serán posibles cambiando la estructura institucional y el funcionamiento de la Unión Europea.

Catalunya es un territorio que puede servir de ejemplo muy ilustrativo de buena parte de lo que recoge el documento de Draghi, tanto en lo que se refiere al análisis y problemas como en lo que respecta a las posibles medidas a desplegar. Existe un estrecho paralelismo. Se trata de un modelo socioeconómico de relativo éxito, pero con graves deficiencias en competitividad y productividad y en evolución de la renta per cápita, que hay que atender con urgencia en diferentes frentes.

Catalunya puede servir de ejemplo muy ilustrativo de buena parte de lo que recoge el Informe Draghi, tanto respecto al análisis como a las medidas

Desde Catalunya sería bueno recoger el guante que ofrece el Informe, tanto en propuestas generales como en las sectoriales, siendo diversos los deberes a afrontar, deberes que podemos agrupar en dos grandes pilares.

Industrializar. Es fundamental impulsar la innovación cuantitativa y cualitativamente. Hay que dedicar inexorablemente y de manera regular un porcentaje de nuestro PIB a la innovación (por ejemplo, un 2%), mejorar la cadena y el ecosistema de la innovación (mejora de la transferencia universidad-empresa, comercialización de la innovación, focalización en innovación disruptiva, reducción de los obstáculos reglamentarios…), y atender las carencias en calificaciones emergentes. Por otra parte, hay que tener presente que la descarbonización ofrece nuevas oportunidades de actividad y de mercado y, al mismo tiempo, posibilita la reducción de los precios energéticos. Paralelamente a lo anterior, no hace falta olvidar la vulnerabilidad catalana histórica en recursos y materias primas, siendo primordial garantizar en el futuro, como mínimo, dos básicos a precios bajos: agua y electricidad. Sectorialmente, hay que avanzar en la transversalidad de las transiciones verde y digital, reforzando la autonomía estratégica y basculando sobre ramas arraigadas a la economía (automoción, farmacia, energía, transporte, y actividades intensivas en energía) y el impulso de ramas menos presentes en Catalunya (defensa, espacio, materias primas críticas y tecnologías limpias). Esto no tiene que obviar, lógicamente, mantener la atención sobre otros sectores igualmente importantes, como por ejemplo la agroalimentación, el comercio o el turismo.

Reforzar la gobernanza. Son necesarios cambios importantes en la estructura y en el funcionamiento institucionales, encaminados a racionalizar y simplificar normativas y procedimientos, por una parte, y a agilizar la toma de decisiones en todos los ámbitos, por otra, evitando la complejidad y el exceso de reglamentación, factores que obstaculizan la actividad, el crecimiento, la innovación y la creatividad. Asimismo, hay que crear un verdadero marco de colaboración público-privado y público-público para abordar la competitividad y la productividad, sobre la base de la negociación, el consenso y la cohesión. Se tiene que evitar el taifismo que fragmenta y no dimensiona. Una respuesta dividida a nuestros retos debilita el esfuerzo colectivo e impide alcanzar con éxito nuestros objetivos.