Líbano, rayos de esperanza
- Anwar Zibaoui
- Barcelona. Lunes, 27 de enero de 2025. 05:30
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El Líbano tiene por fin un nuevo presidente: Josep Aoun. Tras más de dos años sin inquilino en el palacio presidencial, el Parlamento libanés logró elegir un jefe de Estado. Esta elección es un triunfo del consenso, un retorno a las normas constitucionales y, tal vez, un rayo de esperanza para un país azotado por las crisis.
En su discurso inaugural, el presidente Aoun afirmó que el Líbano apostará por la neutralidad positiva y que la recuperación económica será una prioridad en la nueva etapa que inicia el país.
El Estado libanés moderno, con un siglo de vida, ha sufrido experiencias desconocidas para otras naciones con historias milenarias: una larga guerra civil de 15 años, invasiones extranjeras, malestar sociopolítico, y terrorismo. Además, actualmente es el país del mundo con una mayor tasa de refugiados por habitante, una densidad enorme que ha tenido un efecto devastador. La vulnerabilidad del Líbano a los conflictos regionales prolonga su estancamiento, y esto ha creado una conmoción sin precedentes en su tejido social, político y económico.
El Líbano es el país del mundo con una mayor tasa de refugiados por habitante, una densidad enorme que ha tenido un efecto devastador
Se trata de un país pequeño, pero muy diverso, lo que trasciende las fronteras demográficas y geográficas. Tanto sus líderes como sus partidos políticos y poderes regionales e internacionales no han podido o no han sabido sacar al país del camino de la crisis. La política libanesa es actualmente un mosaico de alianzas contradictorias, aparentemente basadas en la supervivencia por encima de todo. Las promesas sobre la política o la prestación de servicios públicos no se toman en serio.
El Líbano es el único país que tiene cuatro veces su población distribuida en los cinco continentes en el mundo como emigrantes. Estaríamos hablando de un total de 18 millones de libaneses. La emigración es parte de su historia y define y determina su economía, cultura y la movilidad de su capital humano. Además, el Líbano acoge a 2 millones de refugiados de Siria, Palestina y otros países de la región. Esta crisis humanitaria le ha costado al país unos 20.000 millones de dólares, con un PIB anual de 48.000 millones de dólares.
Esta encrucijada socioeconómica y geopolítica requiere de una visión a largo plazo y de mucha empatía. Es necesario poner de relieve el estado decrépito del sistema político libanés, un sistema erosionado por décadas de disputas sectarias, deslegitimado por la dualidad militar y devastado por banqueros y políticos que orquestaron uno de los peores colapsos financieros de la historia moderna. Entre sus puntos débiles destacan la enorme deuda contraída por la reconstrucción después de la guerra civil y los impactos de los conflictos en la región. El país se ha convertido en una economía para producir graduados: exporta talento e importa mano de obra no cualificada. Con un déficit doble, tanto fiscal como comercial, importa más de lo que exporta. La financiación de estos déficits requiere una entrada continua de capital, que en gran parte está garantizada por las transferencias de los emigrantes que llegaron a 6.000 millones de dólares en 2023.
El país se ha convertido en una economía para producir graduados: exporta talento e importa mano de obra no cualificada
Podemos afirmar que el Líbano vive su peor crisis económica desde mediados del siglo XIX. Desde 2019, este país ha sufrido una contracción surrealista de más del 60% de su PIB en 4 años, cuya moneda ha perdido el 98% de su valor y ha sufrido tasas de inflación que rondan al 200%. Además, un 80% de la población está en el umbral de la pobreza. A lo que cabe añadir una deuda pública que supera los 120.000 millones de dólares y que alcanzó niveles estratosféricos del 280% del PIB nacional. Esta deuda fue objeto de diversos planes de reestructuración que fracasaron por tres razones: inestabilidad política, la situación bélica en la región, y la falta de dominio técnico de los responsables ante un problema de enorme complejidad, impulsando proyectos tan irreales como inalcanzables.
No hay que olvidar tampoco que el sector bancario está en el centro de la crisis financiera. Después de haber invertido mucho en diversos bonos emitidos por el banco central libanés a altos tipos de interés, los bancos libaneses sufrieron violentamente el impago del Estado, ya que sus inversiones perdieron casi todo el valor, lo que puso en peligro su propia solvencia. Ante pérdidas estimadas en más de 70.000 millones de dólares sobre los 120.000 millones de dólares en depósitos que mantenían en 2019, estas entidades implementaron controles informales de capital que excedieron a la población y despertaron su comprensible ira. De los escombros de esta crisis surgió un sistema de tipos de cambio múltiples, en un contexto en el que el Banco Central del Líbano acumuló cerca de 80.000 millones de dólares en pérdidas y casi el 80% de sus reservas de divisas. Es urgente encontrar una solución justa para los depositantes que, al mismo tiempo garantice la continuidad del sector bancario y restablezca la confianza.
El Líbano vive su peor crisis económica desde mediados del siglo XIX. Ha sufrido una contracción de más del 60% de su PIB en 4 años
Las perspectivas económicas constituyen el gran desafío dada su profundidad en la relación entre economía y política. Es necesario y urgente construir un estado de instituciones y leyes que proporcione las condiciones para la rendición de cuentas. Las administraciones públicas sufren el control del sectarismo y del nepotismo, y se han visto casi paralizadas en la prestación de servicios vitales como electricidad, agua y telecomunicaciones, además del deterioro de la educación pública y la generalizada expansión de la corrupción en el país. A esto cabe añadir las pérdidas directas e indirectas en unos 10.000 millones de dólares causadas por la última guerra de Israel contra el Líbano.
Se debe apoyar al pueblo libanés para que elija un camino coherente con la paz, la seguridad, la soberanía y la reconstrucción, en asociación con la comunidad internacional. El país de los cedros necesita soluciones urgentes y radicales para salvar la economía y aliviar a su población. Ello conlleva adoptar medidas como la fusión forzada de bancos libaneses para crear entidades viables, la creación de un banco malo que permita aislar los activos tóxicos, o la rápida unificación de los tipos de cambio. La negociación con los acreedores de un recorte significativo de la deuda en eurobonos debe ser una prioridad, en un contexto en el que la confianza se recuperaría progresivamente.
También conviene emitir nuevos bonos garantizados sobre los ingresos futuros del petróleo y el gas libaneses. En este sentido, las estimaciones serias indican que las reservas libanesas oscilan entre 340.000 y 700.000 millones de metros cúbicos de gas natural y 865 millones de barriles de petróleo.
El Líbano ha sobrevivido a todas las adversidades. La experiencia del pasado le servirá para afrontar la nueva era que acaba de empezar
El sector eléctrico, la carga absoluta del Líbano, tendrá que ser privatizado o gestionado por una asociación público-privada. Las inversiones estatales deben apostar por las energías renovables y en programas de infraestructura en los sectores portuario e hídrico. Es necesario implementar una reforma tributaria profunda y rápida, con el objetivo de mejorar la recaudación y ampliar la base impositiva. Además de crear una red de seguridad social universal.
Del mismo modo, es fundamental llevar a cabo una digitalización de la administración para reducir la corrupción, lo que debe ir de la mano de la creación de una autoridad independiente para luchar contra este mal endémico.
Desde los más remotos tiempos, el Líbano sigue siendo el puente para el comercio y la prestación de servicios hacia y desde la región y, a pesar de los contratiempos, sigue siendo el modelo de pluralismo, tolerancia y apertura en un Oriente Medio sacudido por las crisis y herido por las guerras. Pero el pequeño país mediterráneo no es una isla. Ha soportado toda la fuerza de las tensiones regionales. Los temores de un colapso económico están aumentando, aunque se espera que el nuevo gobierno impulse medidas urgentes para frenar esta tendencia. El Líbano ha sobrevivido a todas las adversidades. La experiencia del pasado le servirá para afrontar la nueva era que acaba de empezar.