Según la gestora británica Jupiter AM, un 80% de los movimientos en el mercado de valores de Estados Unidos en 2021 fueron obra de máquinas. De eso hace cuatro años. En la actualidad, se piensa que casi la práctica totalidad de movimientos en bolsa son sugeridos por un ordenador. Los de determinados importes se supone que son validados o certificados por personas. Pero cada vez menos.

En esta segunda mitad de la década del 2020, que va a ser clave en la historia de la inteligencia artificial, vamos a asistir a cómo esta última irrumpe de modo definitivo en los mercados bursátiles.

Los algoritmos tienen la particularidad de que deciden combinando un conjunto enorme de variables que el ser humano es incapaz de conjugar. Por otro lado, la inteligencia artificial, combinada con el machine learning, consigue tomar decisiones emulando la forma en que piensan otros seres pensantes. ¿Personas? ¡No! ¡Otras máquinas! Es decir, los ordenadores tratan de predecir lo que hacen otros ordenadores basándose en las variables que saben que utilizan en sus algoritmos.

La inteligencia artificial toma decisiones emulando la forma en que piensan otros seres pensantes. ¿Personas? ¡No! ¡Otras máquinas!

Esto no es suficiente, pues hay algo todavía más rentable. Adivinar es más difícil que engañar. A la hora de adivinar, la máquina ha de predecir. Pero si la propia máquina logra que ciertas variables que después ella misma va a modificar hayan sido utilizadas por otra máquina, habrá conseguido engañarla.

Pongamos un ejemplo: una máquina sabe que otra máquina utiliza cambios rápidos en cotización de valores de tecnológicas norteamericanas como indicio para detectar una tendencia que le lleve a adquirir esas acciones. ¿Qué puede hacer la máquina? Puede hacer mover rápidamente esos valores, esperar a que otros inversores (en realidad, otras máquinas, compren) y acto seguido salir con ganancias.

¿Es esto posible? ¿Puede una máquina engañar a otra máquina? Por supuesto. No solo es posible, sino que ya ha ocurrido y está ocurriendo.

Algunas máquinas colocan órdenes falsas de compra o venta para simular demanda y hacer que otros algoritmos reaccionen. Luego cancelan las órdenes antes de ejecutarlas, generando falsas expectativas de movimiento en el mercado. Se llama “Spoofing”. Consiste en generar la ilusión de optimismo o pesimismo en el mercado. Las criptomonedas son el escenario ideal para este tipo de engaños.

Algunas máquinas colocan órdenes falsas de compra o venta para simular demanda y hacer que otros algoritmos reaccionen

Es también posible explotar la latencia y velocidad. Se trata de adelantarse en nanosegundos a las órdenes de otras máquinas. Un sistema detecta cómo opera otro, y, a partir de ahí, diseña estrategias para reaccionar antes y sacar ventaja. Aquí no se engaña, sino que se predice la forma de funcionamiento de otra máquina. Es decir, son algoritmos que descifran a otros algoritmos y entonces, como saben lo que van a hacer, se anticipan a su decisión, llegando antes y obteniendo así beneficio de la acción tardía de la máquina cuyo funcionamiento ya se ha conocido. Se llama Front-running algorítmico.

Bien, pero la inteligencia artificial es mucha inteligencia artificial, así que esta ha evolucionado y todavía lo está haciendo para detectar dichas manipulaciones. Se le pide que aprenda a identificar fraudes y patrones anómalos. Con el tiempo, los algoritmos aprenden a distinguir entre fluctuaciones normales y manipulaciones intencionadas.

Entonces, ¿qué es lo siguiente? Lo siguiente es, sabiendo cómo las máquinas distinguen entre fluctuaciones intencionadas, realizar movimientos en el mercado que no sigan esos patrones.

Todo esto es absurdo. Inútil. Pero no por el planteamiento en sí, sino porque degrada y corrompe los mercados bursátiles

Bien, en este punto, nos encontramos en una especie de bucle infinito, ¿verdad? Es como aquellos dibujos del grandísimo pintor y dibujante holandés Escher, donde una fuente sube, pero al llegar abajo, el caudal vuelve a conectar misteriosamente, para estupor nuestro, con la parte superior. Las figuras imposibles donde la geometría descriptiva juega con nuestra percepción. Los laberintos de Borges, el propio concepto de infinito o de espejo delante de otro espejo.

En otras palabras, el absurdo. Eso es.

Todo esto es absurdo. Inútil. Pero no por el planteamiento en sí, sino porque degrada, corrompe y hace estéril y absurdo el motivo original de los mercados bursátiles. Invertir versus especular.

Vamos, como en '2001: Una Odisea del Espacio', a la deriva, ahí donde quiere HAL, el ordenador que tomó el control y expulsó a los astronautas

La Comisión de Comercialización de Mercancías a Futuro (CFTC) y la Comisión de Valores y Bolsa (SEC) multan regularmente a empresas por manipulación algorítmica. Sería mucho más sencillo introducir límites temporales a las inversiones y desinversiones. Las máquinas tienen sentido cuando hablamos de segundos. Si fuese obligatorio mantener semanas o años un valor determinado, la máquina, aun pudiendo todavía actuar, perdería mucho de su sentido.

No vamos hacia ahí, sino al contrario. Pero algún día entraremos en razón. Los activos financieros tienen una función económica. No especulativa.

Hemos perdido el norte. Vamos, como en 2001: Una Odisea del Espacio, a la deriva, ahí donde quiere HAL, el ordenador que tomó los controles de la nave espacial, expulsando a los astronautas de la misma.