En un entorno competitivo global, el Mediterráneo se enfrenta a múltiples desafíos. Estos se refieren principalmente a su posicionamiento entre regiones. Será necesario para unir el largo plazo y los proyectos capaces de garantizar el desarrollo económico, y la ejecución oportuna y eficiente de los planes operativos. La selección de los instrumentos idóneos, el establecimiento de las prioridades correctas y confiar en los procesos de ejecución serán los elementos esenciales para impulsar el éxito futuro.

El Mediterráneo, cuna de civilizaciones, puente entre Oriente y Occidente, origen del pensamiento político y filosófico, tiene ahora la oportunidad de recuperar el esplendor y la hegemonía del pasado. El ADN mediterráneo es rebelde, creativo, viajero, curioso. Es sinónimo de innovación, un factor clave para superar múltiples crisis y reinventarse continuamente para inspirar y ofrecer un horizonte ambicioso, para crecer y emprender. Si en el pasado las naciones mediterráneas estaban unidas por el comercio del vino y del aceite, hoy en día lo están por los acuerdos bilaterales en sectores como los de energía, agricultura y salud, por la transferencia de conocimiento y tecnología y, sobre todo, por las ideas y los intereses compartidos.

Hablar acerca del Mediterráneo es hablar de la “Marca Mediterránea”, un concepto que engloba el patrimonio cultural e histórico, la idiosincrasia de sus pueblos con sus estereotipos particulares, la gastronomía e, incluso, la estética mediterránea. Sin duda, nuestra región se está convirtiendo en el centro de un poderoso imaginario que inspira propuestas y valores de marca y se convierte en parte de un sugerente lenguaje de marca.

Las marcas crecen y se desarrollan en contextos o entornos específicos que proporcionan (y a veces limitan) su desarrollo. Dicho contexto podría definirse por el convencionalismo, los antecedentes culturales, los marcos de categorías o las premisas establecidas por diferentes operadores e influyentes. Es decir, las marcas están condicionadas por antecedentes culturales y apelan a la autenticidad y a la singularidad, al valor diferencial, como ocurre en el sector turístico del Mediterráneo, con un auge de destinos y productos conectados con la tradición y los valores culturales.

Si en el pasado las naciones mediterráneas estaban unidas por el comercio del vino y del aceite, hoy lo están por los acuerdos bilaterales en sectores como energía, agricultura y salud

Los países mediterráneos tienen mucho en común. Un mar, una historia, una cultura, una comida y unos valores que nos recuerdan que es posible trabajar juntos y crear un nuevo destino común. Para avanzar será necesario crear un espacio común de carácter innovador y dirigido a constituir un eje básico de la evolución entre ambas orillas del Mediterráneo. Para ello, no es suficiente con comprender únicamente el contexto de la marca, sino indagar en el contenido, es decir, en esos valores únicos que todos identificamos con el Mediterráneo. La clave está en potenciar un “referente de especificidad”, es decir, poner el foco en lo que diferencia nuestra región de otras. De esta manera, daremos a conocer la riqueza y la diversidad de nuestros pueblos, proporcionaremos referencias significativas a los consumidores y evitaremos la mercantilización de los rasgos mediterráneos y la indiferenciación.

Ha llegado el momento de construir todos juntos esta marca que nos identifica, nos diferencia y nos enorgullece. Para avanzar en el desarrollo económico del Mediterráneo es necesario establecer un lenguaje de marca mediterránea más segmentado y pluralista. Es hora de buscar respuestas que permitan el desarrollo y la construcción de un futuro común entre las dos orillas. La región debe promover su modelo económico e ilustrar su desempeño, excelencia y demostrar su capacidad para afrontar cualquier desafío, igual que en el pasado. Desafíos que afectan por igual a todos los países de la región, como son la transformación digital y la implementación de nuevas tecnologías, o la economía verde y azul. 

Para convertir desafíos en oportunidades es necesario configurar nuevas alianzas. Solo así crearemos un entorno que favorezca la convivencia y la cooperación entre los pueblos de ambas orillas. Esta acción permitiría la integración de las generaciones emergentes y el arraigo de los valores de tolerancia y aceptación del otro, más allá de los estereotipos manidos, lejos de cualquier forma de exclusión y rechazo que engendre irreparablemente una lógica de confrontación y antagonismo. Es posible construir una relación sana y alejada de prejuicios, con una gestión común de problemas comunes. Un enfoque global e integrado y una responsabilidad compartida son posibles. Los mediterráneos debemos construir un futuro en común, porque sabemos que cuando nos unimos emprendemos iniciativas que nos hacen avanzar. Porque mantenernos juntos es progresar. Trabajar juntos es triunfar.