La muerte de Joan Planes i Vila, la semana pasada, me sorprendió poco después de leer Camí de castanyes, una autobiografía escrita a cuatro manos con Albert Villaró, y dos meses después de entrevistarle para ON ECONOMIA. Fue precisamente aquella entrevista, que se me hizo corta, lo que me despertó interés por una persona que conocía poco y me pareció enormemente interesante, por lo que había conseguido y por cómo lo había conseguido, y esta curiosidad me llevó a buscar el libro.

Planas fue el fundador de Fluidra y el gran impulsor de la empresa hacia el liderazgo mundial de las piscinas y el wellness, que ha consolidado su hijo Eloi. En la mencionada entrevista, que se puede ver completa en Youtube, prácticamente no hablamos de eso, pero entendí cómo alguien surgido de una familia numerosa y humilde del Pirineo había creado un líder mundial. Y sin perder la humildad, porque siempre estuvo conectado con sus orígenes, y volvió activamente a ellos cuando decidió dejar su vida profesional.

No podía estarse quieto. Después de más de 30 años al frente de la empresa, cuando dejó la dirección, decidió que seguiría trabajando, pero para los demás y para su pueblo. El proyecto que puso en marcha con la Fundació Planas Corts es increíble, hasta el punto que está repoblando Estamariu, que ha pasado de 80 a 130 vecinos. Soy periodista económico, déjenme hacer un cálculo: ¡ha incrementado la población un 62,5% en pocos años!

Joan Planes quería devolver a la sociedad, y a su pueblo, parte de lo que le había dado. Lo hacía pensando en sus padres y sus hijos

No explicaré en detalle lo que hace la fundación porque lo hemos explicado mejor en reportajes como el que enlazo. La filosofía es aprovechar los activos que tiene, ganaderos, agrícolas, para crear proyectos que den opciones de futuro a sus vecinos, y además, sostenibles medioambientalmente, para que no tengan huella de carbono, lo que también genera puestos de trabajo.

Planas quería devolver a la sociedad, y a su pueblo, parte de lo que le había dado. Lo hacía pensando en sus padres –que creían que si se marchaba no volvería; intuyo que ya veían que tenía ganas de volar alto– y en sus hijos, me explicó, para que mantuvieran el vínculo con Estamariu. Y pensaba en sus vecinos, que este sábado lo despidieron en una ceremonia multitudinaria. El cariño era recíproco.

El empuje que tenía era admirable. Iba a trabajar cada día, o casi cada día, porque me dijo que de jueves a sábado estaba en Estamariu, pero allí cuidaba de los proyectos de la fundación. Además, viajaba. También presidía la Fundació Fluidra, con la que tenía proyectos en Senegal, país del cual estaba enamorado, para promover la natación en un país donde la mayoría de los niños no saben nadar. Y todo eso lo hacía porque quería, porque lo sentía.

El empuje que, con 83 años, todavía tenía, lo vi en Camí de castanyes. Y la transparencia y la franqueza con la que explicaba las cosas. Planas era el pequeño de ocho hermanos, y en su pueblo no era Joan Planes, sino Joan de Cal Sovei, porque en los pueblos de montaña, y en la Catalunya rural en general, se conoce a la gente por el nombre de la casa. Asegura, en el libro, que todavía le conocían así en Estamariu. El hecho de ser el pequeño hizo que fuera forjando un carácter atrevido y decidido, la semilla del Planes emprendedor, según se desprende del libro.

La ambición y el éxito empresarial son compatibles con una mirada social, con la voluntad de dejar huella y de ser recordado como un gran hombre

Explica anécdotas divertidas que muestran cómo fue cogiendo este carácter, desde travesuras juveniles a cómo iba directo al grano cuando pensaba que era lo que tenía que hacer. Su padre le envió al seminario, donde aprendió mucho, pero también sufrió, y cuando vio claro que tenía que salir e ir a Barcelona, se preparó a conciencia para hacerlo. También era ambicioso. En la capital catalana vivía con una hermana y un cuñado y les ayudaba en el negocio de casa mientras estudiaba. Nadie le regaló nada.

No explicaré todo el libro, si alguien tiene interés, seguro de que lo podrá encontrar. Me quedo con el Joan Planes que encontré, que ya había intuido a la entrevista. Cuando veo empresarios o directivos que estropean proyectos, que no se dan cuenta de las necesidades sociales y ni siquiera de sus empleados, que solo se quejan de la regulación, de los impuestos o de los políticos, no puedo evitar pensar que quizás si se lo hubieran tenido que ganar, quizás si hubieran salido de un rincón perdido del mundo, sin más privilegios que una estructura familiar basada en la autosubsistencia, si hubieran tenido que ir al campo a ayudar al abuelo, quizás verían y harían las cosas de otra manera.

La ambición y el éxito empresarial son perfectamente compatibles con una mirada social, con la voluntad de dejar huella y de ser recordado como un gran hombre, además de un empresario con una gran trayectoria. Quizás exagero y no hay que venir de un pueblecito de montaña para tener esta mirada, pero del que estoy seguro es que nos hacen falta más personalidades como la de Joan Planes.