Un modelo de criptonoria
- Josep Maria Ureta
- Barcelona. Sábado, 3 de diciembre de 2022. 05:30
- Actualizado: Martes, 31 de enero de 2023. 20:23
- Tiempo de lectura: 3 minutos
"El grupo bancario Esmassa ha sido intervenido por el Banco de España después de que alguna de sus últimas operaciones no se hayan podido cerrar por falta de liquidez, lo cual ha provocado la inquietud de sus clientes e inversores. Se valora que las pérdidas pueden llegar al equivalente de los 50.000 millones de euros o de dólares, calculado en el precio actual de ambas divisas".
Esta noticia ya la habíamos oído hace décadas, tanto si se trataba de la Rumasa, creada y dirigida a su manera por José María Ruiz Mateos, intervenida por el primer gobierno del PSOE (febrero de 1983), como más tarde, en 2012, el gobierno del PP hacía con Bankia. La razón de la autoridad bancaria era la misma: calmar a accionistas, clientes e inversores. Pasadas unas cuantas décadas de estos obstáculos, y cuando llevamos años oyendo que el refinamiento de los modelos algebraicos y la emergencia irreversible de la nueva banca digital encriptada es una novedad superior a todo lo conocido, tenemos una noticia del todo homologable a la que inicia este texto. Resumiendo:
"El fondo inversor FTX (este nombre sí es real) ha sido intervenido por Binance (una especie de Banco de Garantías en el mundo virtual de las inversiones en divisas algorítmicas), entidad dirigida por Changpeng Zhao, quien ha declarado que la intervención se ha hecho para calmar el mundo virtual de las criptomonedas".
Changpeng, sin embargo no se ha callado que el creador e impulsor de FTX, el joven de 29 años Sam Bankman-Fried, también conocido por "niño-gurú", a quien hace pocos meses se le atribuía una fortuna de 22.500 millones de XX monedas (decir dólares sería volver al mundo real, y no es el caso) era caótico en toda su actuación. Por cierto: quien ha sido interventor del criptobanc FTX ya ha evaluado la situación crudamente: no hay ni libros de actividad, ni contabilidad ni nada que se parezca a la manera de gestionar un banco tradicional. Total, un agujero de 50.000 millones de dólares, estos sí reales.
Vete a saber quién los cubrirá, porque estamos hablando del mundo cripto, palabra griega que equivale a escondido, bajo tierra, etc. No descartemos, sin embargo, que aquellos que se vanagloriaban de ganar dinero en inversiones fuera de la órbita del control de la siempre fisgona administración pública, ahora reclamen algún tipo de resarcimiento público. ¿Memoria? Bien fácil: el Foro Filatèlico a partir del 2006. Allí las criptomonedas tan seguras eran los sellos de correos... en plena era del correo electrónico.
Mucha tierra en Florida
El porrazo más memorable del sector financiero y que arrastró a todo el mundo es el llamado Crac de 1929. Así lo describía John K. Galbraith, a raíz de una fiebre compradora en Nueva York de parcelas cerca del mar en Florida y a precios desorbitados. Con una variante decisiva, solo se tenía que pagar un 10% de la inversión y al adquirir los derechos de compra se podían revender y revender. Y atención, añade el economista canadiense: "cuando la especulación se iba extendiendo, un audaz bostoniano, Charles Ponzi, descubrió unos terrenos a 65 millas de la ciudad de Jacksonville (Florida). Vendió 23 parcelas por acre (4.047 metros cuadrados)", como si estuvieran cerca de la orilla.
Todavía hoy se denomina esquema Ponzi las operaciones piramidales de captación de inversores con el cebo de muchas ganancias fáciles e inmediatas. Pirámide quiere decir que solo ganan los que entraron primero, después es imposible atender los compromisos.
Los elementos para creer estos modelos de enriquecimiento fácil haciendo pequeñas inversiones, por más que se sofistiquen las características a lo largo del tiempo, siempre tienen tres componentes. Primero, decir que es un modelo nuevo y seguro; segundo, que está fuera de los circuitos habituales que te asfixian (banca y autoridades reguladoras); tercero y principal: es condición humana la codicia y el engaño para aprovecharse.
De Florida a Badalona
El mes de abril pasado se celebró en Badalona el Congreso IM Mastery Academy. Por nombre chillón que no quede. Iba de formar a captadores de inversores en criptomonedas. Dos hechos relevantes: la mayoría de los participantes eran jóvenes o muy jóvenes, a menudo procedentes del mundo del videojuego. Y que a los periodistas que se acercaron se les intimidó de todas las formas para echarlos. A los chicos congregados les parecía bien. O sea, tufo de secta. Semanas después se acusó al organizador de posible estafador... con el modelo de la pirámide de Ponzi del año 1929.
La literatura precursora
Tanto da que se quiera disfrazar de novedad sin precedentes este nuevo mundo virtual de las inversiones, dejando claro que una cosa es el riesgo que se asume voluntariamente y el otro la simple estafa.
Pero todo tiene bastantes antecedentes en los cuentos literarios de todos los tiempos. Perque a menudo la literatura se adelanta a la economía. Recordemos, por ejemplo, uno de los más celebrados y universales en tres versiones diferentes separadas por siglos de creación literaria.
En el clásico índice Aarne-Thompson que clasifica los cuentos de todas las épocas y países se puede encontrar el clásico El retablo de laso maravillas (Cervantes, 1615), o el todavía más antiguo, Cuentos del Infante Lucanor (1330), los cuales tienen la variante más difundida actualmente en El traje nuevo del emperador, de Hans C. Andersen (1837). Esquema tópico: unos listillos convencen a una persona sensible y codiciosa que si no está viendo lo que ven todos los otros ciudadanos presentes en la representación, es que no es digno. Varía la razón de la incapacidad según cultura. En el Lucanor, lo ofensivo es ser hijo adúltero, en el Retablo no tener sangre cristiana pura, en la versión de Sri Lanka ser de una tribu pobre y en el Traje del emperador, tener un cargo inadecuado.
En la noria de los engaños financieros se han apuntado ahora los devotos de las criptomonedas, tan satisfechos de haber visto el futuro antes que los demás.