De las musas al teatro
- Joan Ramon Rovira
- BARCELONA. Lunes, 25 de noviembre de 2024. 05:30
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El segundo mandato presidencial de Donald Trump en los EE.UU. sitúa la economía mundial en terreno desconocido. La amenaza creciente de guerra comercial entre los principales bloques económicos, la mayor incertidumbre en el terreno geopolítico, así como posibles futuros aumentos de la inflación y de la deuda pública, enturbian el panorama económico internacional a partir de 2025 y en adelante. En el otro lado del Atlántico, los dos grandes motores del continente, Francia y Alemania, están gripados, mientras que las fuerzas políticas más refractarias al proyecto europeo, y más afines a las que ya son dominantes en los Estados Unidos, van ganando influencia y peso electoral.
Para los pequeños países muy interdependientes y abiertos al exterior, como es el caso de Catalunya, no son buenas noticias. Ahora bien, los nuevos retos que se plantean son también un incentivo para la acción. Aunque sea por instinto de supervivencia. En primer lugar, haríamos bien al no caer en la complacencia por el hecho de alcanzar unas tasas de crecimiento muy superiores a la media europea, ya que estos aumentos del PIB no se están traduciendo en igual medida en mayor bienestar. El informe Draghi pone las luces largas y marca grandes líneas estratégicas para acelerar el crecimiento sostenible del PIB per cápita, pero tiene el riesgo de quedarse en el cajón de las buenas intenciones si no sirve para establecer prioridades que se traduzcan en acciones de gobierno –adaptadas a la situación concreta de cada región.
Hay que preguntarse porque en Europa –incluyendo Catalunya– las empresas invierten relativamente menos en activos tecnológicos
A pesar del título del informe ('El futuro de la competitividad europea') ni Catalunya ni Europa tienen realmente un problema de competitividad: vendemos fuera de mucho más de lo que compramos de fuera. Pero sí tenemos un déficit de productividad; es decir, un problema de eficiencia en cómo se utilizan los recursos disponibles. Una posible lista de prioridades para relanzar la productividad se podría resumir en cinco puntos: (i) inversión, (ii) tecnología, (iii) talento, (iv) regulación y (v) financiación.
Con relación a la inversión, el porcentaje que representa la formación bruta de capital sobre el PIB en Catalunya y Europa, por término medio a lo largo de los últimos años, no es muy diferente de lo que se registra en los EE.UU. El verdadero déficit de inversión europeo es el déficit tecnológico. No por falta de recursos, sino porque no se invierte lo suficiente en las actividades con más contenido tecnológico y mayor capacitado de arrastre sobre el conjunto de la economía. De hecho, la brecha de productividad entre las dos zonas es particularmente elevada en el sector de las tecnologías de la información y las comunicaciones. En este sentido, un estudio reciente de la Fundación Cotec y el Institut Valencià d'Investigacions Econòmiques pone de manifiesto la elevada correlación que existe entre la inversión en activos intangibles –incluyendo los tecnológicos– y el crecimiento de la productividad del trabajo, para una amplia muestra de países.
La tecnología no son solo máquinas y patentes; son, sobre todo personas. El capital tecnológico de un país es proporcional a su capital humano
Hay que preguntarse porque en Europa –incluyendo Catalunya– las empresas invierten relativamente menos en activos tecnológicos. Y también porque las grandes iniciativas con financiación pública –cómo sería el caso de los fondos Next Generation- no parece que esté consiguiendo el objetivo pretendido de transformar el modelo productivo. Tres respuestas: talento, regulación y financiación.
La tecnología no son solo las máquinas y las patentes; son, sobre todo, las personas que operan con estos activos y los desarrollan. El capital tecnológico de un país es proporcional a su capital humano. La necesidad de formar, atraer y retener el talento es un lugar común con el que casi todo el mundo está de acuerdo. Lo que falta es traducir este consenso en iniciativas con impacto real a corto y largo plazo. En parte es una cuestión de incentivos, incluyendo una fiscalidad bien diseñada que estimule el esfuerzo y la asunción de riesgos. Sin olvidar que a largo plazo la mejor política para hacer emerger todo el potencial de la sociedad es una educación de excelencia que garantice la cohesión social y una verdadera igualdad de oportunidades. Por eso, entre otras cosas, hay que pagar impuestos.
La necesidad de formar, atraer y retener el talento genera consenso. Lo que falta es traducir este consenso en iniciativas con impacto real
El capital humano es la base sobre la que se despliega la tecnología, pero quien moviliza los recursos son las empresas. Y las empresas operan en un mundo rápidamente cambiante, en el que las economías de escala asociadas con los nuevas tecnologías están alterando el terreno de juego. En este mundo cambiante determinadas normativas que podían estar justificadas en el pasado están quedando desfasadas. La regulación de la competencia, por ejemplo, se tendría que fijar más en cómo la estructura de mercado afecta a los precios del productos –cómo es el caso en los EE.UU.– y menos en la cuota de mercado en sí misma –cómo pasa en Europa. Entre otras razones, porque los mercados de bienes y servicios tecnológicos son globales (¡a pesar de que cada vez menos!). No se trata de favorecer "campeones nacionales", sino de facilitar el crecimiento de las empresas, desde la fase startup hasta la escala multinacional. Favoreciendo fiscalmente la reinversión de beneficios en actividades productivas y reduciendo la excesiva dependencia de la financiación bancaria, que lastra el acceso a la financiación de nuevas iniciativas empresariales con elevado riesgo en el paso del prototipo en el mercado.
Estas prioridades no cubren, ni mucho menos, los grandes retos que tiene planteados el país (descarbonización, inmigración, cohesión social, re-industrialización, infraestructuras, financiación pública, etc.). Tampoco lo pretenden. Pero por algún sitio se tiene que empezar. La música ya la ha puesto el informe Draghi; la letra nos corresponde ahora a nosotros.