Los necesitamos y los tendremos que llamar
- José María Zamarro
- Madrid. Miércoles, 3 de enero de 2024. 05:30
- Actualizado: Jueves, 18 de enero de 2024. 16:26
- Tiempo de lectura: 4 minutos
El pasado año el Instituto Nacional de Estadística (INE) empezó a publicar la Estadística Continua de Población (ECP), un documento de enorme interés por el valor de los datos que aporta sobre la evolución, casi en tiempo real, de la población en España, y que nos permiten visionar nuestra realidad social con una precisión desconocida hasta ahora.
La ECP se publica trimestralmente y los últimos datos difundidos referentes a octubre pasado señalan que en total somos 48.446.594 los que habitamos España. Desde comienzo de año y hasta esa fecha el incremento de la población ha sido de 390.695 habitantes respecto al mismo periodo del año anterior. Y, trimestre a trimestre, la ECP constata la crudísima realidad de que ese incremento poblacional se debe exclusivamente a la entrada de extranjeros, que son los que compensan la ridícula tasa de natalidad que tenemos.
Del total de ese incremento poblacional que acabo de citar, 326.866 personas procedían del exterior, mientras que la población de nacionalidad española creció sólo en 63.829 personas. El 83,6% del incremento poblacional registrado este año se debe a la llegada de extranjeros. Hay un total de 6.373.463 extranjeros viviendo en España. Todo esto es una realidad ya conocida en líneas generales, pero a la que la ECP ha venido a poner cifras concretas, por si alguien considera que la cuestión es meramente anecdótica.
Desde el año 2017 España registra un crecimiento vegetativo negativo, en el que las defunciones superan a los nacimientos. En 2022 el propio INE hizo unas proyecciones sobre la evolución de la población en las que estimaba que el crecimiento positivo se mantendría gracias a un ritmo constante de llegada de extranjeros que, en el horizonte de 2036, permitían una ganancia neta de población de 5,6 millones de personas.
Somos una sociedad envejecida y con bajísimas tasas de natalidad, y dependemos de los inmigrantes para sobrevivir a todos los niveles
Somos una sociedad envejecida y con bajísimas tasas de natalidad, y dependemos de los inmigrantes para sobrevivir a todos los niveles. Y no se entiende muy bien cómo esta cuestión no está en el primer capítulo de todas las agendas y planes de futuro que existen. ¿Qué pasaría si esas previsiones optimistas del INE de crecimiento positivo no se cumplen? Si el ritmo de llegada de extranjeros de reduce o se elimina; o si España, por la razón que sea, deja de ser atractiva para los extranjeros. Problema gordo. Todo nuestro gran entramado nacional se sustenta en la llegada de extranjeros. Y, aunque sea un poco manido, me focalizo en el tema de las pensiones.
Un reciente estudio de la Fundación BBVA y del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas sobre las dimensiones económicas de la longevidad señalaba que “la transformación demográfica que está experimentando España, con el progresivo envejecimiento de la población y la llegada a la jubilación de la generación del baby-boom, afectará directamente al sistema de pensiones. Según las estimaciones basadas en proyecciones del INE y el INSS, el peso de las personas activas entre 16 y 64 años, ambos inclusive, caerá desde el 65% en 2022 hasta el 57% en 2050, mientras que la población mayor de 64 años aumentará desde el 20% en 2022 hasta el 30% del total. Esta evolución de la población traerá consigo una elevación significativa de la dependencia demográfica, es decir, el cociente entre el número de personas mayores de 64 años y el de personas en edad de trabajar. Esta tasa de dependencia demográfica pasará del 31% en 2022 hasta el 53,7% en 2050. Con estas perspectivas demográficas empeora la situación financiera de un sistema de pensiones ya en situación de déficit. Actualmente, para poder lograr el déficit cero harían falta unos 3,78 millones más de afiliados a la seguridad social, es decir, una cifra superior al total de personas desempleadas contabilizadas en diciembre de 2022. Con la evolución prevista en la demografía del país, en 2050 serían necesarios más de 6 millones de cotizantes adicionales para conseguir un sistema de pensiones sostenible financieramente, es decir, sin déficit”.
La inmigración es algo más que pateras, cayucos y asaltos fronterizos; es una cuestión de urgencia nacional y debería ser abordada con criterios estratégicos a medio y largo plazo. Necesitamos extranjeros y hay que establecer un gran plan para hacer que vengan. Y eso exige cambiar radicalmente el actual paradigma con el que se gestiona la cuestión. Estamos en modo de ni los necesitamos ni los llamamos y si vienen allá ellos; mientras que deberíamos pasar al modo en el que tengamos bien claro que los necesitamos y los tendremos que llamar, por lo que hay que crear el escenario adecuado para ello. Necesitamos a los extranjeros y los vamos a tener que llamar, esa es la ineludible realidad a la que nos enfrentamos y más vale que empecemos a asumir la cuestión, con todo lo que supone.
La inmigración es una cuestión de urgencia nacional y debería ser abordada con criterios estratégicos a largo plazo. Necesitamos a los extranjeros
Naturalmente todo eso exige una planificación rigurosa, pero lo imprescindible es cambiar el registro mental lo antes posible y pasar del problema de la inmigración a la necesidad de disponer de inmigrantes que mantengan activo el sistema que nos permite vivir como vivimos.
Más allá del ruido que genera toda la cuestión asociada a “sinpapeles” o “ilegales”, lo cierto es que necesitamos acoger cada año a un número bastante amplio de extranjeros para mantener nuestra fuerza productiva. Y hay que hacerlo sin miedos, sin prejuicios, sin recelos. No nos ha ido tan mal con los que han venidos en los últimos años. Un reciente análisis de Caixabank Research sobre “Cambios en las características de la población inmigrante en España en los últimos años” señala que “Por lo que respecta a la cualificación de los extranjeros, presentan un nivel más elevado de lo que a menudo se cree. Si bien es cierto que los menos formados (con estudios primarios incompletos o sin estudios) tienen más peso que los españoles (7,3% de los mayores de 16 años vs. 5,1%) y los que tienen estudios superiores son proporcionalmente menos (23,7% vs. 34,1%), los extranjeros con educación secundaria son los que más han crecido en los últimos años: desde el 3T 2015 han aumentado en 751.000 (+35,9% vs. +3,9% los españoles) hasta representar el 58,1% del total, por encima de la cifra de 2015 (56,8%) y de la correspondiente a los ciudadanos españoles (49,7%)”.
Y hay otro dato que a menudo no se considera lo suficiente, como es la tasa de actividad, ese índice que mide el porcentaje de la población económicamente activa en relación a la población total de un país o territorio. En los extranjeros que viven en España esa tasa es del 69,3%; mientras que la de los españoles es del 56,4%, casi 13 puntos menos. Eso, nos guste o no, significa que los extranjeros trabajan más que los españoles.