Ni jubiladas ni descartadas
El capital sénior no es un recurso obsoleto. Es un activo indispensable para una economía sostenible, innovadora e inclusiva.
- Rat Gasol
- Olèrdola. Martes, 28 de enero de 2025. 05:35
- Actualizado: Martes, 28 de enero de 2025. 07:50
- Tiempo de lectura: 4 minutos
Escribo cada martes, de cada semana, y procuro siempre hacerlo sobre temas de la actualidad más inmediata, sobre aquello que ha generado grandes titulares o que nos ha impactado o impactarán de una manera u otra. Pero en esta ocasión, en una semana que podríamos calificar de alto voltaje, debo confesar que me ha costado y mucho decidir de qué hablar, sobre todo cuando todo es importante y nada nos puede dejar indiferentes.
Hemos vivido, por una parte, la investidura de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos. Un Donald Trump flanqueado por la oligarquía de multimillonarios tecnológicos y con un discurso más amenazador, más proteccionista y mucho más populista que hace ocho años. Pero aquí, en España, hemos vivido también una derrota sin paliativos del gobierno de coalición en el Congreso de Diputados. La asfixia legislativa se evidenciaba este pasado miércoles, cuando Junts per Catalunya y el Partido Popular (PP) votaban en contra del real decreto ley, conocido como ómnibus, con el que se pretendía dar salida a medidas como la revalorización de las pensiones este 2025, las ayudas al transporte público o el apoyo económico a los afectados por la DANA, por citar alguna de ellas. Una ley ómnibus que no deja de ser un todo o nada, un plato de lentejas que debemos tragar con la cuchara incluida y sin masticar. Y ese es el gran problema que tiene hoy el ejecutivo de Pedro Sánchez, que la receta no funciona cuando se gobierna en minoría y se sobrevive a base de jugar a los malabares.
Una verdad tan evidente como dolorosa, la invisibilización de la adultez avanzada y la vejez, en especial la femenina, relegada a una imagen estereotipada de decrepitud y pasividad
Y ya aquí, en Cataluña, esta semana hemos vivido también la decimoséptima edición de los “Premis Gaudí”, una gran fiesta para reconocer y celebrar lo mejor del talento cinematográfico catalán, con producciones que han cautivado al público y a la crítica. Y, si bien la ceremonia quedó parcialmente eclipsada por la controversia en que desencadenó el discurso sobre los “charnegos” de Eduard Sola, guionista de Casa en llamas, con respecto a mí no puedo sino aplaudir las palabras de la grandísima Emma Vilarasau, galardonada con el premio a mejor protagonista femenina. Un discurso por enmarcar. “Una mujer que ni está enferma ni necesitan que la cuiden, que tiene problemas y vida propia. [...] Cada vez hay más mujeres de cierta edad en el cine, pero estamos lejos de llegar a la normalidad y no podemos permitir perder la mirada de estas mujeres que han llegado a una edad que tienen que decidir como quieren gestionar los últimos años de su vida y como quieren llegar al final. Creo que el cine, que ha puesto luz a la oscuridad a tantas cosas, que nos ha ayudado a entender realidades diferentes, que nos ha ayudado a vivir, nos podría ayudar también y dar una pista de cómo se viven estos últimos años".
La actriz santcugatense expresó una verdad tan evidente como dolorosa, la invisibilización de la adultez avanzada y la vejez, en especial la femenina, relegada a una imagen estereotipada de decrepitud y pasividad. Y de ahí viene su reivindicación y también la mía: ni jubiladas ni descartadas. El talento sénior no tan solo es relevante sino que constituye un recurso estratégico que redefinirá nuestro futuro económico y social.
Ignorar la aportación potencial de los profesionales sénior no tan solo agrava la sostenibilidad del sistema de pensiones sino que condiciona y limita el crecimiento económico del país
En un contexto demográfico de longevidad ascendente y transformaciones económicas vertiginosas, el concepto de jubilación como final inevitable de la trayectoria laboral merece una profunda revisión. El mercado de trabajo, tradicionalmente orientado hacia la juventud y la rapidez, ha ignorado de manera sistemática una fuente inagotable de valor: las personas mayores. Los datos son alarmantes y hablan por sí solos. Según la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), la tasa de ocupación de los mayores de 55 años es significativamente inferior a la de grupos más jóvenes en muchos países desarrollados. Estas cifras revelan no solo una discriminación sistemática, sino también un desperdicio colectivo de habilidades, conocimientos y experiencia.
El envejecimiento de la población no es un fenómeno puntual, es una realidad estructural que transformará las economías de las décadas que vienen. Ignorar la aportación potencial de los profesionales sénior no tan solo agrava la sostenibilidad del sistema de pensiones sino que condiciona y limita el crecimiento económico del país.
En el contexto laboral actual, sometido a continuas mutaciones, la experiencia se ha convertido en una de las pocas constantes fiables. Y éste es el gran valor de este capital humano, los conocimientos adquiridos a lo largo de décadas y el desarrollo de competencias cruciales, como la capacidad de afrontar situaciones complejas, el liderazgo y la adaptación a contextos cambiantes.
El mercado laboral sigue aferrándose a prejuicios anacrónicos, ignorando que la innovación no siempre reside en la novedad, sino en la combinación inteligente de juventud y sabiduría
Esta experiencia, lejos de ser un lastre, debe ser considerada un activo estratégico. Las organizaciones que incorporan talento sénior en sus equipos se benefician de una visión a largo plazo, de una resiliencia superior y de una capacidad única para gestionar las transiciones. Sin embargo, y por paradójico que pueda parecer, el mercado laboral sigue aferrándose a prejuicios anacrónicos, ignorando que la innovación no siempre reside en la novedad, sino en la combinación inteligente de juventud y sabiduría.
La receta es sencilla: empoderar para integrar. Y esto pasa por desmantelar todos aquellos estereotipos, prejuicios y discriminaciones asociados a la edad. El edadismo recorta las oportunidades laborales de los grandes y perpetúa una visión sesgada que excluye un sector de la población capaz de aportar una riqueza y un talento inestimable.
La diversidad generacional es un potente motor de progreso y las empresas más exitosas serán aquellas que tengan la inteligencia de integrar generaciones diversas en sus respectivos equipos de trabajo. La experiencia de los sénior, combinada con la energía y la creatividad de los jóvenes, es una fórmula que favorece la innovación y la resiliencia organizativa.
El capital sénior no es en ningún caso un recurso obsoleto, todo lo contrario. Es un activo indispensable para una economía sostenible, innovadora e inclusiva
Dicho esto, es necesario redefinir el concepto de jubilación. En un mundo donde la esperanza de vida supera los ochenta años y donde cada vez vivimos con mejor salud, es absurdo pensar que las personas deben retirarse del mercado laboral a los sesenta y cinco años. Necesitamos un sistema de jubilación flexible que permita a las personas, a medida que envejecen, decidir cómo quieren seguir contribuyendo al sistema y a la sociedad. Porque el capital sénior no es en ningún caso un recurso obsoleto, todo lo contrario. Es un activo indispensable para una economía sostenible, innovadora e inclusiva. Y cuando nos llenamos la boca con lo de “captar talento”, ni la edad, ni el sexo, ni el color, ni la religión deben ser obstáculo de nada.