La frase es de Anakin Skywalker, el aprendiz díscolo de caballero Jedi de La guerra de las galaxias que, atraído por el lado oscuro, decide pasarse al bando de los malos. En una de las entregas, momento culminante de la saga, se enfrenta a Obi-Wan Kenobi, su maestro y, espadas en mano, el chaval le dice a su instructor la frase que titula este artículo.

Pero es verdad que la frase podría ser de Sánchez. El amago de dimisión de la semana pasada, más allá de la vertiente personal o de fango sobre su familia, rezuma una actitud que se ha anclado en la clase política. Porque, para ser sinceros, la frase también podría ser de Feijóo o de Puigdemont o de Yolanda Díaz.

Se llama actitud polarizada y es una de las peores cosas que le puede pasar a una sociedad, a una clase dirigente, a un empresariado o a cualquier estamento social, económico o político de un país. Y no digamos ya militar.

La polarización ocurre cuando no hay espacio para el diálogo, para la rectificación, para el matiz, para la concesión, para el reconocimiento del error y para el aplauso al contrincante cuando este ha tenido más acierto. La polarización es el síntoma de que la objetividad y ecuanimidad han cedido el paso a la ideología y al pensamiento único. El pensamiento único es intelectualidad disfrazada de extremismo. Y es peligroso, muy peligroso.

La polarización no es de este año. Ni siquiera de esta década. Lleva más tiempo fraguándose. Lleva más de veinte años, y arrancó en 2001, con el cambio de siglo. Las expansiones monetarias, creación de dinero muy por encima del crecimiento de la economía real, sin inflación, crearon burbujas de toda índole. Las burbujas puntocom e inmobiliarias y financiera estallaron. Pero la receta para evitar una catástrofe tipo Crac de 1929 fue incrementar la dosis del jarabe que produjo la tos. Más jarabe. Más dinero. Al no hacer inflación, hasta hace dos años, tanto dinero en el sistema siguió produciendo distorsiones en la valoración de activos. ¿Quiénes tienen activos? Los ricos. Por tanto, los ricos se hicieron más ricos y los pobres más pobres.

Fue entonces cuando surgieron los Podemos y los Procesos (me refiero al procés d’independència). No solo aquí. En toda Europa. Poco importa si el leitmotiv del movimiento es escindirse de un estado, exigir igualdades o reivindicar derechos de minorías. La excusa es lo de menos. Se trata de nacionalismos de derechas y de izquierdas, entendido el nacionalismo como un sentimiento polar, de extremo, de adhesión a unas máximas y criterios que no admitirán discusión porque, si se discuten o debaten, interpretamos que nos quieren destruir. Es la personalización de la ideología. Luis XIV de Francia le soltó al Parlamento de París, con solo dieciséis añitos el célebre: L’État c’est moi”. El estado soy yo. Pues eso. La ideología soy yo. Y si cuestionas mi ideología, me cuestionas a mí.

La polarización ha llegado ya a la economía y a la empresa, y es preocupante: las reformas laborales, los criterios fiscales, la actitud de la administración, la cerrazón al diálogo entre patronales y sindicatos...

ON ECONOMIA es un diario económico. Y mi columna dominical se debe, así como mi formación, a la empresa y la economía. ¿Es este un artículo de política? No. Mi artículo de hoy quiere advertir que la polarización ha llegado ya a la economía y la empresa. Es preocupante. Las reformas laborales; los criterios fiscales; la actitud de la propia administración pública; tributaria; la cerrazón al diálogo entre patronales y sindicatos que, a excepción del episodio Covid, es inexistente; las propias políticas de recursos humanos donde el choque generacional ha derivado también en polarización. Por no hablar de la polarización de clases sociales y las extremas diferencias en cómo la población ha podido absorber la inflación. No digamos ya en materia de vivienda. Personas que pagan el 50% de sus ingresos para realquilar una habitación con cuatro millones de viviendas vacías.

La polarización de la España vaciada. Con macrociudades que cada vez concentran más y más población y, por el otro lado, pueblos y municipios prácticamente abandonados, con ancianos como únicos habitantes, sin apenas servicios, testigos del final de los tiempos de una vida que fue.

La polarización está también presente en la estructura piramidal. Demasiados años sin parir lo necesario, baby boomers jubilándose, paro galopante, políticas desmadradas de inmigración para rellenar el vacío generacional y, a la hora de la verdad, problemas para acceder al talento y a la mano de obra menos cualificada. Dos millones setecientos mil parados y no hay albañiles, ni transportistas, ni peones, ni programadores, ni contables.

El origen de todo es simple. Se llama lucha por el poder. Anakin quería dominar a los Jedi, ser el maestro del Consejo y poner orden en la galaxia. Esa era la obsesión. Los romanos lo sabían: divide et imperas. Divide y vencerás. Lo dijo Napoleón. Lo dijo Julio César.

Y, ahora, lo estamos haciendo, más que nunca, pero calladamente. Son malos tiempos para el diálogo.