Poco a poco, de forma casi imperceptible, los problemas de salud mental en el trabajo han ido creciendo de una manera exponencial y hoy se han convertido en uno de los principales factores que afectan a la productividad y buena marcha de multitud de empresas y negocios. Las cifras son de lo más elocuentes. Según el sistemático estudio de Adecco, el absentismo laboral se aproxima ya al 7%, que sería el porcentaje de horas de trabajo perdidas del total de las pactadas, y según recientes estudios publicados por la propia asociación que agrupa a los directores de recursos humanos (AEDRH), aproximadamente el 51% de los casos de absentismo por enfermedad estarían directamente relacionados con problemas de salud mental de los trabajadores. El Ministerio de Seguridad Social señala en sus estadísticas que las bajas laborales por trastornos mentales se han incrementado en un 120% en los últimos cinco años, con una duración media del tiempo de baja de 108 días.

Son cifras alarmantes, pero nada desconocidas y que de ninguna manera suponen sorpresa alguna. Estamos ante una auténtica pandemia de salud mental en el trabajo y los problemas que genera en las empresas son de sobra conocidos. Una búsqueda simple de información y datos relacionados con esta cuestión nos muestra un catálogo amplio de recursos de todo tipo y que son de máxima disponibilidad. Desde estudios y análisis que muestran la realidad del problema hasta una dilatada propuesta de soluciones por parte de especialistas y asesores que proponen una completa gama de iniciativas, planes y proyectos para intentar atajar el problema.

Si se conoce el problema –tenemos hasta un Día Mundial–, y al parecer hay elementos para afrontarlo, entonces, ¿por qué la tasa de trabajadores que están de baja por problemas mentales no se reduce de forma significativa? Sobre todo si resulta que, como muestra el estudio de Forética, hay un altísimo porcentaje de empresas que declaran disponer de planes y estrategias para abordar los problemas de salud mental de sus trabajadores, que en el Ibex-35 superaría al 85% de sus miembros. ¿Qué está pasando?

Las cifras son alarmantes, pero nada desconocidas ni sorprendentes. Estamos ante una auténtica pandemia de salud mental en el trabajo

Me temo, y en esto parece que hay un amplio consenso, que el problema se está abordando de forma un poco anticuada, con perspectiva obsoleta. Una perspectiva que ha estado centrada en el trabajador que arrastra problemas mentales en su vida privada y que traslada inevitablemente a la empresa; al trabajador superdesmotivado, que solo está aquí por la nómina y que aprovecha cualquier resquicio para encadenar una baja por depresión tras otra, pues siempre es más fácil disimular este síndrome ante el médico de atención primaria que los síntomas de una gastroenteritis. Está también la perspectiva de la prevención, sobre la que hay una literatura inabarcable, por lo amplia, y que por ahora se ha mostrado ineficaz, pues no ha sido capaz de prevenir nada, dado el incesante incremento de casos de enfermedad mental en el ámbito laboral.

La naturaleza de los daños mentales que sufren buena parte de los trabajadores ha sufrido cambios radicales. Ya no estamos ante el empleado conflictivo o depresivo de siempre; o ante el pasota pertinaz, permanentemente quemado. Estamos ante trabajadores que no son capaces de adaptarse al cambio tecnológico, que se ven superados por la velocidad de vértigo a la que cambian los fundamentos de su trabajo y que no pueden mantener, hundidos en la depresión al constatar que sus conocimientos de siempre ya no sirven para nada; estamos ante trabajadores veteranos que ven cómo sus funciones son asumidas por jovencitos que hablan el idioma nuevo de la inteligencia artificial y que para ellos, en la cincuentena, resulta imposible comprender; estamos ante trabajadores que no pueden asumir los niveles de productividad que se les exigen; estamos ante trabajadores que tienen todos los conocimientos necesarios para desempeñar sus funciones, pero carecen de las aptitudes sociales y emocionales para dirigir equipos; estamos ante trabajadores sumergidos en un ambiente de inhumana competitividad en el que llega un momento que se hace insufrible y se quedan colgados y traumatizados.

La salud mental de los trabajadores tiene que incorporarse como elemento estratégico a la cultura corporativa, al mismo nivel que las finanzas o la innovación tecnológica

Son escenarios nuevos que en la mayoría de las ocasiones son invisibles para los responsables de recursos humanos y que obligan a abordar el problema desde perspectivas muy diferentes de las actuales. La salud mental de los trabajadores tiene que incorporarse como elemento estratégico a la cultura corporativa, al mismo nivel que las finanzas o la innovación tecnológica. Eso supone cambiar el paradigma y ponerlo en las personas y, más concretamente, ponerse en modo escucha. Solo escuchando a pie de fábrica o de moqueta se pueden detectar los problemas de salud mental de un equipo o de un trabajador concreto. Eso supone por parte de los equipos de dirección cambiar las formas de gestión de las relaciones humanas en el seno de las corporaciones e incorporar elementos de detección y alarma ante situaciones, aptitudes o cambios en los ambientes de trabajo antes de que sea tarde.

Eso supone también posicionar a cada trabajador como pieza esencial de la estrategia de salud mental de la corporación. Cualquier trabajador tiene que ser capaz de un autodiagnóstico sobre sus propias claves de salud mental e igualmente capaz de hacerlo con las que conciernen a su entorno cercano; lo que conlleva ser capaces de identificar situaciones de grave deterioro mental que perjudiquen al conjunto de equipos y organizaciones. Nadie es más eficiente en la detección de un caso de crisis mental en un trabajador que otro que esté todos los días a su lado. La formación en salud mental se convierte en herramienta de máxima importancia para cualquier corporación. Todo trabajador debe conocer los fundamentos emocionales que determinan su eficiencia en el desempeño de sus funciones. Saber lo que está bien y los que no lo está, conocer las alarmas que hay que atender y cuáles serían los remedios básicos para eliminar los daños en su salud mental. Lo mismo a nivel colectivo, de equipo. No se trata de convertir a todos en psicólogos; sino que, al igual que cualquiera es capaz de determinar cuáles son sus carencias en conocimientos técnicos; debería ser igualmente capaz de conocer cuáles son las emociones que le impiden desempeñar adecuadamente su trabajo.

Hace años que sigo con curiosidad el devenir de una empresa que me llama la atención por lo innovador de sus planteamientos en la gestión de su personal; un personal que es su principal activo y cuyo talento y dedicación es la materia prima que sustenta todo su negocio. Hace un par de meses pusieron en marcha un programa de emponderamiento personal de cada trabajador en asuntos tales como la salud física, con ideas de vida saludable, ejercicio físico adecuado y prevención de enfermedades; la salud financiera, con ideas sobre cómo manejar el patrimonio personal y, por último, sobre salud mental. Se dedicó un día a cada cuestión y en el dedicado a la salud mental, el programa incluía tres temas básicos. Primero, quince formas de hacer que tu mente importe; segundo, conoce todos los recursos de asesoramiento externo que hay disponible para desempeñar con buena aptitud mental en tu día a día y tercero, impulsar la aptitud mental, cómo fortalecer tu mente con algo tan simple como la meditación. Es solo un ejemplo del compromiso que tiene esa corporación por mejorar y potenciar los recursos mentales y emocionales de sus trabajadores. Algo perfectamente imitable.