Hace unos días, el colectivo El País de Demà presentó al gobierno y a los partidos un documento coordinado por Antoni Garrell, con la colaboración de Esteve Almirall, Daniel Altimiras, Rodolfo Fernández-Cuellas, Àurea Rodríguez, Josep Pallares, Roger Polls, Lluís Recoder y Jordi Williams Carnes. Este documento es el resultado de la participación activa de setenta personas, con aportaciones individuales de los 49 miembros del colectivo entre julio y noviembre de 2024. Su redacción y revisión final se completó durante los meses de noviembre y diciembre.

Este documento, de poco más de cuarenta páginas, analiza los retos de la ciencia, la industria y la innovación en Catalunya, y propone políticas y soluciones concretas para superarlos. De entre las propuestas, destaca por su relevancia y necesidad urgente la creación de una Agencia Catalana de Innovación.

Una idea que merece atención

No se trata de una idea nueva. Muchos países cuentan con agencias de innovación, y la idea de una DARPA (la agencia de innovación del ejército estadounidense) europea ha capturado el imaginario colectivo europeo durante décadas. De hecho, el informe Draghi la ha recuperado recientemente.

Agencias como DARPA, el MITI japonés, el ITRI taiwanés, TEKES en Finlandia o la Israel Innovation Authority han sido claves para impulsar períodos de gran esplendor en la innovación de sus respectivos países.

El razonamiento es sencillo: hay países con ecosistemas de innovación sólidos que solo necesitan garantizar talento, capital e infraestructuras para mantener su dinamismo. Es el caso de Estados Unidos, donde zonas como Silicon Valley, Boston o Austin concentran talento proveniente de las mejores universidades, capital riesgo dispuesto a asumir riesgos, y una cultura que celebra el fracaso como aprendizaje y el emprendimiento como valor social.

Pero Catalunya no es Silicon Valley

En la mayoría de países, este ecosistema no existe. Esto provoca una fuga constante de talento y descubrimientos hacia estos hubs globales. Y con el talento, también se van los beneficios materiales y sociales de la innovación. En resumen: los países sin ecosistemas propios acaban financiando la innovación de otros.

Cuando no tienes un sistema de innovación potente, la única opción es intentar construirlo. Y para ello es esencial una herramienta clave: una agencia de innovación capaz de generar oportunidades y retener talento.

Una oportunidad para Catalunya

Las agencias de innovación son instrumentos flexibles y adaptables. Pueden actuar como catalizadores, cubriendo los vacíos que el mercado no puede resolver por sí solo. DARPA apostó por la tecnología de los vehículos autónomos cuando nadie lo hacía. Taiwán construyó una industria de semiconductores líder en el mundo. Israel conectó sus proyectos locales con Silicon Valley, asegurando crecimiento y retorno económico.

No existe una fórmula única de éxito, pero todas estas agencias comparten tres características: son ágiles, tienen capacidad de actuación y están enfocadas en resultados.

Para Catalunya, no se trata de crear un organismo más, sino de reorganizar estructuras existentes, redefinir funciones y dotarlas de las herramientas necesarias. Tampoco sería deseable que fuese una entidad exclusivamente pública, ya que esto limitaría su agilidad. En cambio, tenemos ejemplos de éxito de organizaciones público-privadas, como la Fira de Barcelona, que pueden servir de inspiración.

Cambiar el rumbo

Catalunya necesita un cambio de modelo productivo. Esto es evidente. Hay que apostar por sectores de mayor valor añadido que ofrezcan oportunidades a los jóvenes, a las empresas y al país. Si no lo hacemos, profundizaremos en el modelo actual, con un PIB que crece, pero un PIB per cápita que cae. En otras palabras, el país será más rico, pero sus ciudadanos serán más pobres.

Crear una agencia de innovación, como han hecho muchos otros países antes, es una apuesta ambiciosa pero necesaria. No garantiza el éxito, pero sin ella no hay ninguna posibilidad de revertir la situación.

¡Hagámoslo realidad!