Este es uno de los artículos que más cuesta abordar, el último del año, el que debe examinar los doce meses que apenas dejamos atrás y que, para bien o para mal, no tan solo han marcado nuestro ahora, sino que seguro que marcarán nuestro futuro, el inminente y el que no lo es tanto. Y es precisamente por este motivo que se me hace difícil de entender las muchísimas personas que renuncian a su derecho a voto, cada vez que se nos convoca a las urnas. Porque a pesar de la desafección y la frustración, que comparto, y a pesar de los incumplimientos y desengaños, que son muchos y en este caso no entienden de siglas, este es el único momento en que los ciudadanos todavía podemos decir la nuestra.

De este 2024 podría hablar de la victoria de Donald Trump en la carrera por la presidencia de los Estados Unidos. Una victoria en la que ganan el petróleo, la regresión de las políticas medioambientales, la demonización de la comunidad migrante, el machismo y la aversión a las minorías. Pero gana también la economía proteccionista y contraria a la globalización. Un escenario que se inflama todavía más con el protagonismo que el magnate norteamericano ha otorgado a Elon Musk, que actúa casi como presidente en la sombra. La vertiginosa acumulación de poder político del multimillonario tecnológico es, sin duda, el presagio de que el gobierno entrante funcionará como una oligarquía, con Musk promocionando el negacionismo, la desinformación y las políticas concebidas únicamente por su propio enriquecimiento. Bienvenidos al primero yo, solo yo y después yo.

Podría extenderme largamente, sobre lo que probablemente nos caerá encima a partir del próximo 20 de enero, fecha en que se hará efectiva la vuelta del candidato republicano a la Casa Blanca. Pero desgraciadamente no hace falta ir tan lejos para embadurnarnos de crispación. Aquí, en el Estado español, vivimos día sí día también una carrera para ver a quién la dice o quién la arma más gorda. Porque lejos han quedado los grandes pactos de estado, la gobernabilidad estable o la oposición constructiva, por citar algunas de las míticas frases que ahora solo encontraríamos en un cementerio de elefantes y dinosaurios.

Aquí, en el Estado español, lejos han quedado los grandes pactos de estado, la gobernabilidad estable o la oposición constructiva

La política es hoy el típico serial de las tardes de domingo, de aquellos de bajo presupuesto (y aquí, permitidme la ironía) que los ciudadanos nos miramos desganados con el cuenco de palomitas en una mano y la pantalla del móvil en la otra. Y es que, por inverosímil que pueda parecer, encontramos espectáculo entre gobierno y oposición, entre los mismos socios de legislatura y entre las fuerzas que conforman la oposición. Un cocido donde no falta de nada.

Tenemos, por una parte, y cito palabras textuales, “el mejor gobierno posible en el peor momento de la historia reciente de España”. Cierto o no, esto ya lo dejo a criterio de cada uno, la realidad es que tenemos un gobierno que sobrevive prácticamente con respiración asistida, un gobierno que vive un verdadero parto diario. Se le ha bautizado como el gobierno más progresista de la historia, por aquello que lo preside una coalición técnicamente de izquierdas, pero la necesidad y una pinza en la nariz ha hecho que hoy deban entenderse formaciones con políticas frontalmente opuestas. Y nunca más bien dicho, hemos visto verdaderos ejercicios de contorsión. Algunos hoy defienden indultos y amnistías que ayer veían imposibles y una aberración. Otros han comprado un acuerdo de financiación singular que sabemos sobradamente acabará remojado en una taza de café sin sabor a nada. Otros han aparcado el simbolismo estéril para recuperar el conocido, y bienvenido, “pájaro en mano”. Y también hay los que han abanderado una Copa América de vela que después, en un ejemplar giro de 180 grados, han criticado y han tachado de verdadera estafa. La hemos visto de todos colores y no me equivoco si digo que estamos apenas en pañales.

¿Cómo resolvemos el drama de la vivienda, el bajo nivel educativo, la inmigración, la emergencia lingüística, las barreras administrativas, la asfixia fiscal, la falta de financiación y la adicción al turismo?

Y en la otra lado, en el rol de oposición, tenemos unas formaciones que por desgracia para todos invierten su tiempo en restar en vez de sumar. La confrontación en el aperitivo, en el plato principal y en los postres. Unos y otros, porque en esto todos han metido baza, han hecho de nuestras instituciones una olla de grillos en la que la bronca y las difamaciones han desplazado el diálogo y la integridad. Y yo me pregunto… ¿Cómo queremos construir un país de progreso y oportunidades si quien legisla alimenta permanentemente la toxicidad y bloquea cualquier entendimiento con el adversario en temas troncales para la ciudadanía? ¿Cómo resolvemos el drama de la vivienda, que se ha convertido en una de las principales preocupaciones de los últimos años y que afecta de lleno a la capacidad económica y la estabilidad emocional y social de las familias? ¿Cómo dirimimos las carencias de nuestro sistema educativo ahora que, de nuevo, España se sitúa a la cola de los países desarrollados en los resultados de matemáticas, lectura y ciencias? Y la inmigración, ¿cómo gestionamos este desafío global que, si bien contribuye a la sostenibilidad del sistema de previsión social y al dinamismo económico en las sociedades envejecidas, genera un rechazo tan generalizado? Y hablemos del catalán. ¿Cómo revertimos la emergencia lingüística en la coyuntura del actual modelo social y económico y de un mundo globalizado que no lo favorecen? Y nuestros emprendedores, nuestras empresas, nuestros autónomos…, ¿acabaremos de una vez por todas con las barreras administrativas, la asfixia fiscal y la falta de financiación? Sin hablar del talento, ese diamante preciado que suspiramos por captar y retener. ¿Apostaremos por un nuevo modelo económico, sostenible y con perspectiva social, centrado en el conocimiento y la innovación, o perpetuaremos esta adicción al turismo que ha colapsado ciudades y comunidades autónomas enteras?

¿Qué debemos hacer, los ciudadanos, con unas exitosas cifras macroeconómicas que no nos mejoran la vida?

La lista es larga, infinitamente larga, y lo que necesitamos los ciudadanos no son más excusas del tipo “y tú más”. Porque, ¿sirve de algo que arrastremos los mismos problemas de siempre con el pretexto que esto ya pasaba con el anterior gobierno? O, por citar otro ejemplo, ¿qué debemos hacer, los ciudadanos, con unas exitosas cifras macroeconómicas que, más allá de datos, no nos mejoran la vida?

Nada. Un año tras otro viene. Cada uno a lo suyo y aquí no se mueve nada. Compramos varios décimos de lotería y hacemos la carta a los reyes. De ilusión también se vive.