Estamos inmersos en la disrupción de la inteligencia artificial generativa, una de las tecnologías más transformadoras que ha visto la humanidad. Como ocurrió con Internet o los smartphones, esta tecnología cambiará la manera en que vivimos y competimos.

Las disrupciones son oportunidades. En un mercado estable, es muy difícil desbancar a las grandes empresas que lo dominan. Solo durante el período de disrupción estas empresas se vuelven vulnerables. Como decía Schumpeter, las disrupciones son "olas de destrucción creativa": nuevos actores aparecen y muchos otros desaparecen.

Después de una disrupción solo quedan dos tipos de empresas: las que adoptan la nueva tecnología y las que están muertas

¿Podemos imaginar hoy una empresa que no use internet? ¿Hay alguien que no utilice un smartphone? Después de una disrupción solo quedan dos tipos de empresas: las que adoptan la nueva tecnología y las que están muertas.

Es precisamente en este contexto que necesitamos políticas de innovación activas para sacar el máximo provecho de la disrupción y minimizar sus efectos negativos. Pero a menudo nos encontramos con un dilema: ¿debemos colaborar con los grandes protagonistas globales, como las Big Tech y nuevos actores como OpenAI, o competir con ellos, desarrollando nuestra propia tecnología?

¿Cómo podemos decidir qué es mejor?

Competir o colaborar

El objetivo es fomentar la innovación y lograr que las empresas de nuestro país sean más competitivas, tanto en mercados globales como locales. Innovar significa, fundamentalmente, adoptar nuevas tecnologías. Por lo tanto, la primera pregunta es: ¿dónde tendremos una adopción que cree más valor en el ámbito de la IA generativa? ¿Fomentando el uso de las tecnologías de las Big Tech y adaptándolas, o creando nuevas?

El segundo elemento es la creación de algo nuevo y diferencial. La innovación nos permite crear monopolios temporales donde podemos alcanzar cuotas de mercado antes impensables. ¿Seremos capaces de crearlos a nivel global, o será mejor centrarnos en mercados y aplicaciones concretas donde podamos destacar y que sean más defendibles?

La implantación del catalán en plataformas como Apple, Google, OpenAI o Netflix ha tenido más impacto del que jamás hubiéramos soñado

Finalmente, hay que valorar el impacto. ¿Qué impacto podemos generar? ¿Podemos ser relevantes? Un buen ejemplo es la implantación del catalán en plataformas como Apple, Google, OpenAI o Netflix, que ha tenido más impacto del que jamás hubiéramos soñado, porque el alcance de estas plataformas es global y prácticamente universal en nuestro entorno.

Después de analizar estas cuestiones, debemos definir las políticas. La respuesta suele ser un equilibrio, pero si somos pequeños y locales, la colaboración público-privada nos dará más ventajas que intentar competir directamente.

Los instrumentos

Las políticas no sirven de nada si no se materializan en instrumentos efectivos. ¿Cuáles podrían ser en este caso?

Primero, hay que resolver las fallas de mercado: tenemos muchas pequeñas empresas que no saben por dónde empezar, muchas medianas que necesitan "best cases" para imitar, y muchas grandes que no se atreven a incrementar su ambición por miedo a no contar con suficiente apoyo social.

Por eso, es necesario fomentar la adopción tecnológica, difundiendo los "best cases" de aquí y del extranjero, ofreciendo bonos de innovación y fomentando una red de consultores bien conectados con las propuestas de las Big Tech para ayudar a aterrizarlas. Los centros de investigación también deben formar parte de esta colaboración para llegar más lejos.

Hay que resolver las fallas de mercado: pequeñas empresas no saben por dónde empezar, medianas necesitan "best cases" para imitar y grandes no se atreven

Pero para que esto funcione, se necesitan oportunidades para profesionales y consultoras, proyectos ilusionantes y, sobre todo, una valoración social positiva. Tenemos muchos retos para articularlo: la transformación de la administración, una sanidad más eficiente y menos burocrática, la creación de ecosistemas de innovación alrededor de los centros de investigación, y la integración del sector privado y público hacia un mismo objetivo. Es un buen momento para plantear pequeños pilotos y grandes misiones que creen el espacio y los incentivos necesarios para que la adopción y el cambio cultural se hagan realidad.

Los gobiernos tienen la misión de diseñar los mercados y orientarlos hacia el bien común, pero deben evitar la tentación de gestionarlos directamente. Sabemos que esto no ha funcionado nunca. El emprendimiento puede ser público, pero asumir riesgos e implementar soluciones requiere unos incentivos y un nivel de exigencia que difícilmente encontraremos a escala en el sector público.

La clave, si no tenemos el tamaño de China ni su cadena de incentivos ni su dinero, es colaborar con los grandes actores, conectarse con los hubs globales, crear mercados locales que puedan escalar a nivel global, y así lograr el impacto que nos permita competir mejor globalmente a partir de lo que es diferencial, de lo local.