Tempus fugit, ya lo dice el refrán. Y cuanto mayor te haces, más aprisa vuela el tiempo.

Es increíble, pero ya estamos cerrando el 2023 no solo en el calendario temporal, sino también en el fiscal, pues la inmensa mayoría de empresas españolas tienen su año fiscal entre los meses de enero y diciembre.

Tanto para la banca como para las empresas del IBEX y, en general, para la empresa española, este annus horribilis que había de ser el 2023, ha resultado no serlo. La memoria es liviana, pero me gustaría recordar las noticias que nos han acompañado este año en las que se hacían cálculos de cómo el euríbor iba a afectar al consumo, vía subidas de hipotecas; de cómo la inflación iba a hacer que el crecimiento fuera imposible, y acabaremos por encima del 2%; de cómo el desempleo iba a dispararse a tenor de la propia desaceleración, y tantas predicciones funestas que, no digo que no tuvieran su fundamento, pero no han sido acertadas.

Que ha habido inflación, desaceleración económica y aumento de hipotecas de las familias españolas, eso no lo pone nadie en duda. Sin embargo, y este es el análisis que conviene hacer, los resultados empresariales van a ser muy positivos. A medida que, a partir de enero de 2024, empecemos a conocer resultados de las principales empresas cotizadas, de la banca y, después, las distintas patronales de la pequeña y mediana empresa, compartan información sobre sus asociadas, iremos comprobando cómo, en efecto, el 2023 va a ser un ejercicio de números verdes, en términos generales.

Las razones, bajo mi punto de vista, son bastante evidentes y simples.

El annus horribilis que había de ser 2023 ha resultado no serlo. La memoria es liviana, pero me gustaría recordar tantas predicciones funestas que, no digo que no tuvieran su fundamento, pero no han sido acertadas

La primera es que los salarios también han aumentado. De acuerdo, menos que la inflación, y el poder adquisitivo se ha reducido respecto al 2022. Pero el poder adquisitivo de los españoles llevaba quince años aumentando, así que hemos podido permitirnos una ligera pérdida. Calculada sobre salario medio, la inflación final y la subida media de 2023 ha restado menos capacidad de compra que la que inicialmente se temió.

El euríbor ha hecho daño, eso está claro. Las familias con hipotecas variables lo han sufrido. ¿Por qué no se ha notado más? Bien, pues porque, como siempre digo en economía, la gente mueve ficha. Quienes tenían ingresos suficientes para asumir la subida de intereses de sus préstamos hipotecarios, lo han hecho y, simplemente, han ahorrado menos. Quienes no podían, han renegociado. El número de subrogaciones y novaciones se ha disparado. En todos estos casos, se ha negociado más tiempo de amortización, ampliación de hipoteca o cambio a interés fijo.

En el lado de la demanda, también tenemos algo que he venido explicando en esta tribuna. Existe el IPC general, el subyacente y luego está el IPC casero, que decía un entrevistado recientemente en un canutazo de radio por la calle. Yo lo llamo el IPC personal o individual. Las familias construyen su propio IPC. Las marcas de la distribución, las ofertas low cost y los cambios de hábitos en el consumo han sido descomunales este ejercicio. Las familias ven aumentar los precios un mes el 4%, por ejemplo, pero logran que sus precios lo hagan solo un 2% a base de comprar sustitutivos, marcas blancas o, simplemente, ajustar las cantidades. Tiramos menos que antes, se lo aseguro. Lo llamo la estrategia del tubo de pasta de dientes. Cuando hay poca renta, alargamos la vida del tubo dentífrico de una forma casi mágica. Lo mismo pasa en la despensa y la energía.

Pero hay más. El principal agraciado de la inflación fue el Estado español. La recaudación fiscal ha estado batiendo récords, y el gasto público ha compensado parte de la pérdida de consumo experimentada. Y no es todo. La balanza comercial, exportaciones menos importaciones, se está comportando magníficamente. El turismo ha registrado un año récord, tanto de turistas como de gasto en destino.

Y todo eso explica el 2023 en lo empresarial.

Creo que debemos extraer conclusiones importantes de este año. Llevamos, desde la covid y, diría incluso que desde 2008, asediados de malas noticias económicas, de titulares que avisan de la hecatombe. Confundimos nubarrones con tsunamis, riesgos con desplomes y correcciones con recesiones.

Naturalmente que hay problemas. Muchos. Y que siempre hay indicadores que inquietan. Pero las personas y las empresas se mueven, reaccionan, buscan soluciones, alternativas.

La economía no es un juego suma cero.

Siempre lo he dicho.

El 2024 es una incógnita, sí. Pero el 2023, como se dice en Catalunya, a la butxaca. Y eso se entiende en toda España.