Hace unas semanas el Gobierno presentó el anteproyecto de ley de industria, que sustituirá la de 1992 y que tiene que potenciar el sector secundario de cara a los próximos años, que serán fundamentales para el futuro de la industria en nuestra casa en un contexto complejo (cambios tecnológicos, rivalidad Estados Unidos-China, suministro de energía y materias primas, dudas en la competitividad europea, cambio climático, autonomía estratégica, dificultades en capital humano, etc...). Un cambio normativo de esta naturaleza es una buena oportunidad para reflexionar sobre por qué nuestra sociedad tiene que apostar por la industria y qué la hace tan importante. Más todavía si lo enmarcamos con la presentación del Informe anual sobre la industria en Catalunya correspondiente a 2023, documento referencia del Departamento de Empresa y Trabajo de la Generalitat de Catalunya, con 30 años de vida.

Actualmente la industria es responsable de casi el 19% de la economía catalana en término de valor añadido bruto (VAB) (16,7% en España) y emplea a 636.100 personas, según la Encuesta de Población Activa (EPA) del segundo trimestre de este año (2,889 millones en España), es decir un 16,7% del total. Hay que decir que desde mediados del siglo pasado la industria ha disminuido su relevancia directa en Catalunya y en otros territorios, dado que, según el BBVA Research, en 1955 suponía el 45,4% del VAB y daba trabajo a 865.000 personas (55,3% del total). Ramas como el textil, la metalurgia, los electrodomésticos, los vehículos de dos ruedas, la maquinaria y material eléctrico, o el cuero, entre otros, han sufrido una bajada significativa de su presencia en Catalunya, y en algunos casos una casi desaparición.

Nuestro progreso y competitividad pasan por la productividad y hoy por hoy la industria es el sector que tiene unos niveles y dinamismo más elevado

A pesar de esta pérdida de peso específico, el sector sigue teniendo un protagonismo destacado en nuestra vida económica y social, y es cimiento básico para nuestra prosperidad y estabilidad económica. Incide en un gran número de actividades de la economía, haciendo que su relevancia total (directa, indirecta e inducida) se estime en más de un 40% en término de PIB y de un 30% en empleo en el Estado. También podemos hacer referencia a la llamada "nueva industria", que incluye la industria clásica y los "servicios en la producción", macrosector que puede representar en España bastante más de la mitad del VAB.

Con respecto al capital humano, hay que tener presente que la industria es el sector que crea puestos de trabajo de mayor calidad, dado que da trabajo más estable, mejor pagado y a una población mejor formada. Por ejemplo, el salario bruto anual en la industria era en 2022 un 8,2% más alto que el medio del conjunto de la economía catalana (34.491,61 euros frente 31.878,42 euros). Cabe decir, además, que es uno de los sectores que distribuye mejor la riqueza. En lo que a innovación se refiere, el sector secundario es uno de los más activos, y, de hecho, según datos de 2022 para España, fue responsable del 42,6% del gasto empresarial en innovación, recogiendo cerca de una de cada tres firmas innovadoras.

Desde el punto de vista exterior, la industria es responsable del 97,9% de las exportaciones en valor de Catalunya de 2023, con cerca de 17.600 empresas exportadoras regulares (han exportado 4 años consecutivos), y en el caso del Estado la balanza comercial (comercio de bienes industriales y agrarios) aporta el 54,4% de los ingresos globales de la balanza por cuenta corriente, haciendo una aportación elevada en riqueza importada del extranjero. Cualitativamente, se puede añadir que las firmas industriales son las principales responsables y suministradoras de los avances tecnológicos y de las estrategias empresariales que dominan el mundo y que se esparcen en el resto de actividades. De hecho, la industria integra tecnologías y las difunde, siendo fundamental para las transformaciones digital y medioambiental.

Por último, se tiene que ser consciente de que nuestro progreso y futuro económico y nuestra competitividad pasan por la productividad y hoy por hoy la industria es la que en este ámbito tiene mayores niveles y muestra un dinamismo más elevado. En término de VAB nominal por ocupado, la productividad de la industria en Catalunya creció a una tasa media anual de un 6,0% en términos corrientes en el periodo 2000-2022, frente de un 3,1% del conjunto de la economía. Asimismo, puede añadirse que el nivel de productividad del sector era en 2022 un 40,2% superior a la media general.

La industria no está exenta de problemas importantes, especialmente dos: el talento y la formación, y la innovación y la transferencia tecnológica

En la coyuntura actual la industria manifiesta un comportamiento especialmente positivo en Catalunya. La producción ha crecido en el periodo enero-mayo de este año un 5,0%, mientras que ha disminuido en el conjunto del Estado y de la Unión Europea (-5,1% y -3,5%, respectivamente).

Todo lo anterior hace de la industria un sector estratégico, la importancia del cual rebasa largamente aquello que aparentemente nos manifiestan los números, cosa que socialmente es poco conocida y reconocida. Pero la industria no está exenta de problemas importantes que requieren la atención de todos, destacando, especialmente, dos, que son, de un lado, el talento y la formación, y, del otro, la innovación y la transferencia tecnológica.

Estas reflexiones justifican la necesidad de desplegar una política industrial activa, punta de lanza de la política económica en cualquier gobierno, que bascule entre medidas horizontales y sectoriales, que dimensione el tejido pero que no olvide la pequeña y mediana empresa, que atienda tanto las nuevas tecnologías y las cadenas de valor futuras como las actividades tradicionales características del tejido local, y que sea consensuada y compartida. El anteproyecto de ley de industria, pero también los fondos Next Generation EU y los planes industriales regionales -como el Pacto Nacional para la Industria en el caso de Catalunya-, van y tienen que ir en esta dirección, ya que los próximos años nos jugamos mucho, y tendremos que transitar de un modelo productivo basado en salarios hacia un modelo fundamentado en la innovación y el conocimiento que sea más resiliente.