En este final de verano y principio del curso escolar, el aceite de oliva ha vuelto a los titulares de los periódicos. La OCU denunciaba a finales de agosto que “el precio del Aceite de Oliva Virgen Extra ha subido un 15,4% desde la primera quincena del mes de julio. El precio medio por litro ha pasado de 8,16 euros a 9,42 euros y en el caso de alguna marca ya supera los 12 euros”. A continuación, denunciaba la especulación como causa de esta subida.

El precio del aceite sube porque falta aceite en el mercado. En cifras redondas, España en un año normal tiene que producir más de 1,5 millones de toneladas, 500.000 para el mercado nacional y un millón para la exportación. En la campaña actual, 2022/23, hemos producido unas 670.000 toneladas, y dispuesto de otras 450.000 como existencias al principio de la campaña (mes de octubre).

España es líder mundial del sector. Producimos, dependiendo de las campañas, entre el 40% y el 50% del aceite de oliva mundial. No es posible rellenar el vacío que deja España con un aumento de las importaciones que se mantienen en el orden de las 200.000 toneladas. Lo que pasa en España marca los precios mundiales. Ante este desequilibrio entre oferta y demanda, la subida del precio en los lineales era inevitable.

A partir de noviembre, principio de la cosecha, el precio cada año está marcado esencialmente por los fundamentos del mercado, las existencias iniciales, las cosechas, el comercio exterior. Pero a partir de Semana Santa, y claramente en verano, empiezan a entrar en la ecuación el tamaño esperado de la próxima cosecha.

La próxima cosecha va a volver a ser inferior a una cosecha normal. Es verdad que un otoño lluvioso puede mejorar en algo las previsiones, pero los analistas apuestan hoy por una producción baja, aunque algo mayor a la producción actual, siempre por debajo del millón de toneladas. En cuanto a las existencias al principio de campaña, estas estarían por debajo de las 200.000 toneladas. Por primera vez desde que tenemos en el aceite de oliva una economía de mercado, es decir, desde nuestra adhesión a las Comunidades Europeas en 1986, deberíamos encadenar dos malas cosechas seguidas.

Estos datos son conocidos por todos los que siguen el mercado, lo que explica la subida actual de precios. Además, el sentimiento de que puede faltar aceite se está extendiendo entre los consumidores, algunos de los cuales están anticipando sus compras exacerbando la evolución alcista.

El mercado interior

Esta causa, el desequilibrio entre la oferta y la demanda, está señalado en todos los análisis, empezando por los del propio Ministerio. Pero no es el único factor que está interviniendo.

La producción española de aceite de oliva ha experimentado un aumento considerable desde nuestra adhesión a Europa. Antes, una cosecha normal se situaba en las 400.000 toneladas, una gran cosecha en las 600.000 y una mala cosecha en 200.000. Hoy, hablamos tranquilamente, y respectivamente, de 1,5 millones, 2 millones y 650.000 toneladas.

Este aumento de la producción ha ido en búsqueda de sus clientes, mediante la apertura de nuevos mercados o el aumento de las ventas en las ventas en los mercados tradicionales. El primero tarda tiempo, y el segundo se consigue mediante una mejora de calidad y una baja en el precio de venta.

El primer mercado tradicional del aceite de oliva español es el mercado interior. Conocedora del mencionado desfase temporal, la gran distribución ha conseguido transformar el aceite de oliva en uno de sus productos reclamos, al lado de la leche líquida. Durante años, el mercado interior ha permitido al sector colocar volúmenes, pero no generar ganancias.  

Ello ha empujado a los envasadores y las cooperativas a buscar fuera el mercado remunerador que no encontraban aquí. Con un gran esfuerzo empresarial y con campañas de promoción financiada por la Interprofesión, la Unión Europea, el estado español y muchas Comunidades Autónomas, el sector español ha sabido consolidar su posición de líder no solo productivo sino comercializador, en nuevos mercados e incluso en mercados tradicionales normalmente dominados por los exportadores italianos.

En este contexto, para que el consumidor español pueda seguir disponiendo del aceite, vender en el mercado nacional tiene que volver a ser rentable para el sector, lo que contribuye a sostener al alza los precios.