Aunque hacer previsiones es una tarea muy compleja como consecuencia de la inestabilidad global que vivimos, que se ha visto reforzada si cabe a causa del resultado de las recientes elecciones en Estados Unidos, es lógico que nos planteemos si seremos capaces de mantener en 2025 los buenos datos sobre el comportamiento del empleo, máxime cuando es previsible que sigamos siendo impactados por los cambios que impulsan los factores tecnológicos, económicos y sociales. Sin olvidarnos de los efectos que en esta materia va a suponer la digestión de los hechos ocurridos hace tan solo unos días en la Comunidad Valenciana.

El año que estamos finalizando ha sido un periodo en el que al margen del comportamiento del empleo debemos destacar los buenos datos de la balanza comercial y los del sector turístico. Y no parece que las últimas decisiones tomadas por el Gobierno del Estado a propósito del incremento del salario mínimo interprofesional y de los costes de las cotizaciones sociales hayan tenido el impacto negativo anunciado por muchos. 

La evolución futura del empleo estará condicionada por:

  • Características de la recuperación económica: tras la pandemia la economía española ha mostrado signos de recuperación, aunque subsistan determinadas incertidumbres tanto internas como externas. 
  • Nivel de inversión pública y privada: el empleo estará impactado, con total seguridad, por la presencia de los fondos Next Generation (será el último año) y específicamente los referidos a los sectores de la economía verde y la tecnología.
  • Ritmo de la sustitución de empleos en determinados sectores: la automatización seguirá impactando en la reducción de empleos dedicados a tareas repetitivas en la industria y los servicios. 
  • Creación de nuevas oportunidades: aunque algunos empleos se automatizan, la tecnología también puede crear nuevos roles. La capacidad de absorción de estos nuevos empleos dependerá del impulso a los planes de formación y reciclaje que seamos capaces de poner en marcha.
  • Incorporación al mercado de trabajo de nuevos colectivos: un factor relevante desde un punto de vista social pero que finalmente impacta de forma negativa en la evolución estadística a pesar de que pueda llegar a suponer un crecimiento neto del empleo.
  • Reducción de las disparidades regionales: la distribución del empleo sigue siendo desigual. Las zonas rurales y algunos territorios continúan teniendo elevados niveles de desempleo en comparación con otros más desarrollados. Las inversiones en infraestructuras y digitalización y determinados incentivos van a contribuir a incrementar las tasas de actividad. 

Y la última del impacto de las realidades y de los cambios que puedan derivarse como consecuencia del nuevo escenario geopolítico a nivel mundial.

Mientras, seguimos con la necesidad de afrontar determinados retos que generan un impacto sustancial en el empleo y que tienen que ver con tres vectores de gran relevancia. A saber: la gestión de la emigración, el comportamiento de los elementos tractores en materia de empleo (turismo, servicios personales y balanza comercial) y su evolución en el sector público.

En lo relativo a la gestión de la emigración debemos de tomar en consideración el anuncio realizado por el Gobierno en el sentido de proceder a un nuevo proceso de regularización de inmigrantes irregulares (que no cuestiono) y que afectará a un total aproximado de 500.000 personas (hoy integradas en la economía sumergida). Este proceso, de producirse, podría tener como consecuencia un impacto muy relevante en las estadísticas de desempleo. Recordemos que los entornos con altas tasas de actividad y bajas tasas de desempleo son aquellos que tienen un mercado de trabajo saludable, mientras que aquellos con una baja tasa de actividad* y un elevado nivel de desempleo (ahí evidentemente estamos nosotros) son los que definiríamos como “enfermos” porque, en esencia, son el reflejo de la existencia de colectivos excluidos o en situación de marginalidad.

No parece que el incremento del SMI y de los costes de las cotizaciones sociales hayan tenido el impacto negativo anunciado por muchos

En cuanto a los sectores económicos tractores en materia de empleo es de esperar que la evolución sea positiva, aunque sigamos mostrando una cierta incapacidad para realizar los cambios estructurales que necesitamos al objeto de reducir nuestra dependencia de éstos básicamente porque han sido gestionados desde una perspectiva fundamentalmente pública. La evolución positiva de estos sectores ha comportado que las tasas de desempleo se acerquen al 11% (lo que supone situarnos en los niveles del año 2008) aunque sigamos en la parte alta del ranking europeo. Una tasa que, además, se ve impactada por la relevancia que en nuestro entorno tienen los empleos de carácter temporal (aunque hoy los denominemos de otra manera) respecto a los de carácter continuado o permanente. Por otra parte, habrá que tomar en consideración lo que puede ocurrir con el empleo en 2026 una vez haya finalizado el plazo de ejecución de los mencionados fondos Next Generation. 

Por último, en lo referido a la evolución del empleo en el sector público es imposible que este siga la senda del crecimiento experimentada en estos últimos años. Su impacto en el incremento de la ocupación ha sido muy notable con un récord de 3,6 millones de empleos directos, una cifra impulsada por la expansión de las plantillas en educación y sanidad y no corregida por la reducción en otros ámbitos. No estamos aprovechando el acceso a la jubilación de muchos baby boomers que se incorporaron a la oferta de empleo público creado con la llegada de la democracia y con la nueva estructura territorial del Estado. No es previsible que debamos ni podamos sustituirles a todos con lo que esto va a suponer de impacto negativo en la tasa de actividad global.

Es muy probable que la situación del empleo no sufra grandes cambios en 2025, entre otras razones porque no hemos hecho transformaciones estructurales

En todo caso no podemos separar estructura productiva, situación económica y evolución del empleo. Y tampoco olvidar que nuestra estructura productiva es el elemento nuclear de una determinada tipología de empleo, centrada en la prestación no continua. Una temporalidad que sigue estando entre nosotros, aunque se haya modificado su conceptualización legal (fijos discontinuos). Una realidad que tiene un impacto positivo si nos centramos en el análisis estadístico (reducción de la temporalidad) pero que no aporta ningún valor desde otras perspectivas. Seguimos siendo un país que ha reducido de forma sustancial la “contratación temporal” pero que, habida cuenta de las características de nuestra estructura económica, todavía mantenemos formatos laborales de carácter intermitente. Una muestra concreta de la máxima que afirma que “las normas laborales por sí solas no crean empleos”.

Para terminar, es muy probable que la situación del empleo no sufra grandes cambios en el próximo año, entre otras razones porque simplemente no hemos sido capaces de hacer las transformaciones estructurales necesarias o en la dimensión adecuada. De lo que podemos deducir, en todo caso, que es probable que vaya a peor. En otras palabras, no hemos hecho las tareas que tenemos pendientes de forma aplicada e intensa, razón por la que seguiremos siendo una economía –centrada en los servicios– cada vez más rígida y menos flexible. 

* Definimos como tasa de actividad a aquella que mide la relación entre el total de la población activa (población con edad entre 16 y 64 años) respecto a aquellos/as que están involucrados en el mercado de trabajo ya sea trabajando (ocupados) o buscando empleo (desempleados).