Hace más de una semana desde que Donald Trump anunció la lista de aranceles para importar a Estados Unidos, en el día que cínicamente llamó de la liberación, y aún no sé qué quiere. Es más, no creo que nadie lo sepa con certeza, ni siquiera su círculo cercano, ni sus asesores económicos. Solo hay que ver cómo ha desorientado a Elon Musk, su gran apoyo en campaña y en los meses posteriores a las elecciones, un multimillonario excéntrico que no destaca por su moderación ni por su ortodoxia económica, que ha insultado públicamente a uno de sus asesores económicos, el ideólogo de los aranceles.

Podemos especular. Como presidente de los Estados Unidos, debería querer la mejora de la economía de su país, porque redundará en la sociedad, aunque sea con recetas desaconsejadas por la gran mayoría de economistas. De acuerdo, compramos que ha impuesto los aranceles con este objetivo. Entonces, ¿por qué los pone y los quita? Y lo que es peor, ¿por qué entra en una escalada demencial con China, con tasas recíprocas ya por encima del 100%? Estos niveles perjudican enormemente a las empresas estadounidenses que fabrican en el gigante asiático o que lo hacen en EE.UU., pero necesitan componentes chinos, por no hablar de los consumidores que sufrirán la inflación.

No, lo que quiere es utilizarlos para negociar, dicen cada vez más economistas. Lo cierto es que hay evidencias tan potentes como que el propio Trump lo ha dicho en varias ocasiones, y la tregua en los aranceles también lo demuestra. El presidente de EE.UU. dijo directamente a la Unión Europea que si le compraban gas por valor del déficit comercial levantaría los aranceles, extorsión con la que choca con Vladímir Putin, ya que Rusia es otro de los grandes proveedores de gas natural licuado de la UE, y más barato que el estadounidense. También lo dejó claro cuando sacó pecho del hecho de que numerosos países quisieran negociar y, después de decir que le estaban “besando el culo”, se encaró con los republicanos díscolos y se jactó de ser el mejor negociador.

Aún no sé qué quiere Trump y no creo que nadie lo sepa con certeza, ni siquiera su círculo cercano, ni sus asesores económicos

Esta hipótesis tiene base, pero también lagunas. ¿Qué quiere conseguir? ¿Que todo el mundo se pliegue a sus deseos y le compre lo que quiere y al precio que quiere? Podría ser; no se puede menospreciar el alto grado de egolatría y megalomanía del personaje, solo a la altura de su amigo Putin. Pero ¿de verdad piensa dejar a China, aliada de Rusia y una gran potencia aún emergente, fuera de la ecuación? El riesgo es altísimo. Y si no le sale bien y abre una guerra comercial severa, ¿cómo explicará a su población el empobrecimiento que sufrirá?

Otra tesis, y que explicaría por qué se ha ensañado con China, es que los aranceles son un pretexto para abrir una guerra comercial con el gigante asiático, que en realidad es una guerra por el dominio mundial. Trump vería cómo Estados Unidos pierde la hegemonía mundial ante la potencia china y sería una estrategia para frenar este proceso y que EE.UU. siga siendo la primera potencia mundial. En un artículo en ON ECONOMIA el 30 de marzo, Fernando Trias de Bes interpretaba los movimientos de Trump como un intento desesperado por retener el liderazgo global y lo comparaba con la caída del Imperio Romano. El catedrático de la UAB Josep Oliver explicaba, también en un reportaje en estas páginas, que lo que está en juego realmente en la guerra arancelaria es la hegemonía mundial entre las dos grandes potencias.

Si es así, es muy arriesgado. Trump debería amarrar la lealtad de sus socios tradicionales, empezando por Europa, pero es difícil hacerlo con amenazas y malas maneras. Y las formas son importantes, porque con un presidente de EE.UU. más normal, es decir, conciliador, dialogante, moderado en las palabras y el tono, la UE tendría claro el bando, pero con un presidente estadounidense maleducado, racista, misógino y con tics de dictador, acercarse a China no parece tan descabellado. Y en el terreno económico, China es la fábrica del mundo, pero también es un mercado ya muy importante y, además, las empresas del país empiezan a ser inversores importantes en Europa. Es decir, que en este ámbito, ya es un aliado evidente. Trump juega con fuego.

Quizá es víctima de su narcisismo y va anunciando medidas y deteniéndolas a golpe de inspiración, sin ningún plan, a la espera de que todo vuelva a encarrilarse

La última de las teorías que he leído, y que también tiene sentido, es que quiere hundir la economía de su país a corto plazo para salvarla a medio plazo. La escribió el martes pasado el profesor de EADA Joan Torras Ragué en ON ECONOMIA. El motivo, explica, es que Trump necesita que la Reserva Federal baje los tipos de interés para refinanciarse a un coste más bajo. La manera más efectiva de hacerlo es crear una crisis económica. Una vez refinanciada la deuda, pondría en marcha medidas expansivas para reactivar la economía y acabar el mandato como el salvador del país. “No sería la primera vez que Trump empeora la situación económica al inicio de su mandato para erigirse en el salvador de América”, advertía Torras Ragué. Aun así, me parecería digno de una mente muy perversa y, además, como no puede volver a presentarse, no obtendría rédito electoral. Pero, en fin, es tan ególatra que quizá piensa que así pasará a la historia como un héroe.

No sé cuál de estas hipótesis responde a la pregunta de qué quiere Trump, quizá ninguna de ellas, o una combinación de varias. Pero ya dudo incluso de que el propio Trump sepa lo que quiere. Quizá es víctima de su narcisismo, de creerse su propia mentira, según la cual el mundo roba a EE.UU., de creerse que él puede arreglarlo, y va anunciando medidas y deteniéndolas a golpe de inspiración, chutando el balón hacia adelante sin ningún plan económico, un balón para adelante a la espera de que la lógica de los flujos comerciales y la buena voluntad de la mayoría de países acabe poniendo las cosas en su sitio y todo vuelva a encarrilarse. Y, entonces, colgarse la medalla. Bien mirado, quizá ese no-plan sea el mejor de los planes para el futuro de la economía mundial.