La quiebra de FXT pone en duda todo el ecosistema cripto
- Elisabet Ruiz-Dotras
- Barcelona. Jueves, 15 de diciembre de 2022. 05:30
- Actualizado: Martes, 31 de enero de 2023. 20:21
- Tiempo de lectura: 3 minutos
La primera criptodivisa, el bitcoin, se creó como moneda alternativa y medio de pago para evitar situaciones como las del 2008, donde la especulación y la crisis financiera golpearon de lleno los ahorros de los consumidores. Los acontecimientos sucedidos en el sistema bancario fragmentaron la confianza de los ciudadanos y empezó la quiebra de numerosas empresas a escala global. Aprovechando esta falta de seguridad en el sistema financiero, surgió la primera divisa digital fuera de un sistema regulado y con un modo de funcionamiento completamente distinto. El objetivo principal era crear un medio de pago que no estuviera controlado por los bancos centrales y con una oferta monetaria limitada.
Una década más tarde, los criptoactivos se han convertido en una opción de inversión, donde los grandes inversores quieren también obtener una parte de sus ganancias. Sin embargo, a pesar de su popularidad a lo largo de los años y, principalmente, a partir de la pandemia, el bitcoin u otras criptodivisas continúan siendo difíciles de usar como medio de pago alternativo, principalmente debido a su elevada volatilidad. Es decir, el precio varía continuamente a lo largo del día y su valor no es estable.
Además, este año se ha demostrado que estas criptodivisas no son un refugio para las crisis financieras, puesto que también se han visto afectadas por las decisiones de política monetaria y las consecuentes bajadas bursátiles. El caso de Luna con su stable coin y después la quiebra del Exchange FTX han dejado un sabor amargo en todo este ecosistema.
¿Qué paso exactamente?
Con el fin de reducir la volatilidad de las criptodivisas y aportar cierta credibilidad y seguridad al ecosistema, algunas de estas se crean vinculadas a una moneda fiat, en general el dólar americano. De modo que algunos proyectos que buscan financiación, vinculan su token a una cripto considerada stablecoin porque aseguran una paridad con una moneda fiat fuerte y, a priori, dotan de menor volatilidad a su cripto principal. Sin embargo, la caída de Luna provocada por un masivo cierre de posiciones, puso en duda la función de las stablecoins, ya que no se pudo garantizar ni la descentralización del activo ni el apoyo real que debería haber tenido. Además, reveló que el diseño actual de los procesos para mantener esta paridad es inestable y no reducen ni el riesgo ni la volatilidad.
Invertir en criptodivisas es tan fácil como registrarse en una de las muchas plataformas de gestión que existen, ingresar fondos y comprarlas. Indudablemente, algo mucho más simple y menos costoso en tiempo y dinero —y a menudo sin requerir documentación previa— que abrir una cuenta de valores en una entidad financiera o plataforma de negociación. Precisamente este factor ha sido clave para su gran acogida, principalmente entre la gente joven. No obstante, tecnología y finanzas se mezclan juntas para resultar un mundo todavía más complejo donde la ignorancia o la falta de información juega siempre en la contra.
FTX, por detrás de Coinbase o Binance, ha sido una de las plataformas de trading más grande del mundo cripto. Como plataforma de trading, custodiaba las criptodivisas de los inversores, al igual que un banco custodia nuestro dinero en la cuenta corriente. Esto vendría a ser como cualquier plataforma de compra y venta de acciones, pero su forma de funcionar es mucho más simple. La gran diferencia es que las plataformas de compra y venta de acciones están reguladas y controladas por la CMNV y las del ecosistema cripto no se someten ninguna regulación, más que a cumplimiento de requerimientos tecnológicos a través de smart contracts (contratos inteligentes), blockchain (cadenas de bloques) u otros.
Y como en todo el mundo financiero, siempre hay un efecto dominó, y las malas noticias acaban extendiéndose como si una mancha de tinta se tratase. La quiebra de FTX desató el pánico entre los inversores, que se apresuraron a sacar sus criptos de los Exchanges para guardarlas en billeteras electrónicas, generando una crisis de liquidez en algunas plataformas. Seria similar a lo que pasó en 2008 con la caída de Lehman Brothers y otros bancos, que provocó grandes salidas de capital del sistema financiero en búsqueda de refugios seguros. El miedo se está extendiendo en este ecosistema y la reciente salida masiva de USDC y su posterior bloqueo en una plataforma de cambio como Binance ha disparado las alarmas y la preocupación de muchos inversores.
La tecnología como elemento de seguridad, clave para el triunfo del mundo cripto
Todo el ecosistema cripto se basa, precisamente, en un sistema tecnológico como forma alternativa de garantizar el cumplimiento de las partes implicadas en la transacción y este es el elemento clave para establecer un sistema confiable, que permite realizar transacciones sin necesidad de intermediarios, agilizando las operaciones financieras digitales y reduciendo su coste económico.
Y a pesar de los grandes esfuerzos del ecosistema cripto por generar una seguridad basada en la tecnología en lugar de las personas, la regulación y las leyes, los acontecimientos del último año ponen de manifiesto que todavía hay muchos flancos que resolver. Sin lugar a duda, el mundo de las criptodivisas está atravesando una crisis de confianza absoluta que está provocando una salida histórica de bitcoins y otras criptos de las plataformas de negociación. Veremos si con el tiempo, tanto mercados tradicionales como ecosistema cripto, serán capaces de superar sus crisis y, este último, permitirá de nuevo ganancias desorbitadas en muy poco tiempo para aquellos que desean tomar posiciones arriesgadas.
No obstante, no hay que olvidar que los grandes profesionales tienen claras dos recomendaciones: invertir en criptodivisas máximo un 5% del capital y custodiar uno mismo sus divisas digitales a través de billeteras frías o calientes, siempre con unos códigos de seguridad o semillas suficiente seguros a prueba de hackers, desastres naturales o mala memoria.