La retirada de frutas y hortalizas, un mal inevitable
- Tomás García Azcárate
- Sevilla. Viernes, 2 de agosto de 2024. 05:30
- Tiempo de lectura: 3 minutos
Regularmente, en la prensa y las redes sociales, surgen noticias acerca de las retiradas de frutas y hortalizas, productos que no encuentran mercados, que no se han recogido o se han destruido.
Esta situación no es satisfactoria. Tienen razón los que se indignan con el derroche de trabajo de los agricultores, de agua, abonos, medicinas de las plantas y tierra que las retiradas de producto representan. Tienen razón cuando subrayan que hay muchos compatriotas que no pueden consumir todas las frutas y hortalizas que desearían por razones económicas.
Pero las retiradas son inevitables, tanto las coyunturales como las estructurales. Vamos a explicar el porqué. De nuevo, frente a los tuits breves y reductores, las explicaciones no caben en unos pocos caracteres.
Los excedentes coyunturales
Los rendimientos de las cosechas, los ritmos de maduración de los productos dependen en gran parte de la madre naturaleza, incluso en las agriculturas más intensivas, como los invernaderos o los cultivos bajo plástico. Cada año, cada semana del año en hortalizas, la producción es imprevisible. Si un agricultor, o su cooperativa, tiene firmado un acuerdo de suministro con un cliente, siempre tiene que plantar la superficie suficiente para garantizarse en toda la medida de lo posible que va a poder cumplir sus compromisos. Hablamos de heladas, hablamos de sequía, hablamos de granizo…
La demanda general por parte de los consumidores es también imprevisible. El consumo de sandía, por ejemplo, está directamente relacionado con el calor, el de las naranjas y clementinas con el frío. En particular, la demanda de tus productos depende de la oferta que haya en el mercado por parte de tus competidores locales, regionales, nacionales o extranjeros.
Los excedentes estructurales
Cada productor es libre de plantar lo que quiera. Después de uno o varios años de buenos precios, aumenta la producción. Lo vemos claramente cada año en productos como la patata, el melón o la sandía; lo hemos visto este año con el limón; lo hemos visto estos últimos años con el melocotón y las nectarinas.
Además, hay evoluciones del consumo. El de vino y carne de cordero está disminuyendo; el calentamiento climático hace que la demanda de cítricos en invierno esté decreciendo.
La ley de King
La ley de King estipula que un aumento (o disminución) en la producción agrícola tiene como consecuencia en un mercado libre una disminución (o un aumento) más que proporcional en el precio. Esto se debe a que las elasticidades tanto de la oferta de productos agrarios como de la demanda son rígidas, al menos a corto plazo.
Esto hace que la manera más lógica de actuar en un mercado agrario sea ajustando la oferta a la demanda, almacenando productos cuando se pueda en los años de gran producción para volverlos a poner en el mercado en los años (o momentos) de baja producción, para los productos almacenables, como el cereal, o retirando productos en el caso de productos perecederos, como muchas frutas y hortalizas.
Por esto las retiradas son inevitables. Pueden estar organizadas o encuadradas por la autoridad pública, o puede ser una decisión que tome el agricultor, muy a su pesar, si el precio que va a recibir en el mercado no cubre, al menos, el coste de la recolección. El agricultor, como regla general, es un tomador de precio (price taker) y no un hacedor de precio (price maker).
¿Qué se puede hacer entonces?
Consciente de su carácter inevitable, la reglamentación europea para la producción de frutas y hortalizas hace corresponsables financieramente a los productores del coste de las retiradas para asegurar su carácter coyuntural y no estructural. Cuando se vuelven crónicas, la solución es entonces el arranque de plantaciones y la reconversión varietal en cultivos plurianuales y la disminución de las siembras en cultivos anuales.
Pero, para que los excedentes que se retiren se puedan valorizar, la corresponsabilidad de los productores disminuye mucho, hasta llegar a desaparecer en ciertos casos y situaciones, si los productos son donados a organizaciones caritativas que aseguran su distribución gratuita. Esta es el destino priorizado por la reglamentación europea, seguido por su uso como biocarburantes y para alimentación animal.
Desde el 1 de julio 2023 al 15 de julio 2024 (último dato disponible a la hora de escribir este artículo), se habían retirado con ayuda comunitaria 66.039 toneladas. Siendo la producción española del orden de los 25 millones de toneladas, estamos hablando de unas retiradas subvencionadas que afectarían a menos del 5 por mil de la producción. De estas cantidades retiradas, 36.000 toneladas (un 60%) fueron a la distribución gratuita (fuente en el link) y 26.457 a alimentación animal.