La Unión Europea representa el 6% de la población, el 14% del PIB y el 40% del gasto social del mundo. Estas tres cifras las dejó caer José Ignacio Goirigolzarri, presidente de CaixaBank, en la última reunión del Cercle d'Economia. La mayoría de los europeos comparte unos valores fundamentales que vinculan prosperidad con cohesión social, y no querríamos tener que sacrificar la primera para preservar la segunda, ni al contrario. El mismo día, en el mismo lugar, Enrico Letta, ex primer ministro italiano y coordinador de un informe sobre el futuro del Mercado Único que le encargó el Consejo Europeo, recordó una conversación con Jaques Delors, principal inspirador del mercado único, en la que el político francés le aseguró que integración económica sin cohesión social no sería ni posible, ni deseable. ¿Ahora bien, nos lo podremos pagar todo?

Goirigolzarri también dejó caer otra cifra, igualmente impactante y en sintonía con el tema central de la reunión del Cercle: durante los últimos 15 años el PIB per cápita en Europa había aumentado un 13%, a mucha distancia del 33% registrado en los Estados Unidos. La clave de esta diferencia es el comportamiento desigual de la productividad en las dos zonas. En su informe, Letta advierte que sin reformas radicales el proyecto europeo no será viable a medio plazo. El político italiano abrió su intervención en el Cercle con una constatación que ejemplariza el grado de fragmentación que todavía pesa sobre este proyecto: hoy día no hay líneas ferroviarias de alta velocidad que enlacen las grandes capitales europeas. Quizás es una anécdota, pero es bien representativa de la falta de conectividad que hace del proyecto de integración europeo una realidad a medias.

La falta de integración real impide a las empresas europeas disfrutar de las economías de escala que sí tienen sus competidoras americanas y chinas

Interrogado por Xavier Vives, que moderó el diálogo, Letta puso el acento en la falta de integración real que impide a las empresas europeas disfrutar de las economías de escala que sí tienen sus competidoras americanas y chinas. En muchos sectores de actividad, en especial los más estratégicos, las economías de escala son clave para poder competir con posibilidad de éxito en los mercados internacionales. En estos sectores solo las empresas que se puedan desarrollar en un mercado lo bastante amplio podrán rentabilizar las elevadas inversiones en tecnología y bienes de equipo necesarias para producir a gran escala, con estándares de calidad elevados y a un precio accesible. La internacionalización es una vía para conseguir las economías de escala que no permite el mercado doméstico, pero en muchos casos son la dimensión y la presión de la competencia en el propio mercado las que determinan las fases iniciales de crecimiento empresarial y alimentan la competitividad futura de una empresa.

Letta apuntó a tres sectores estratégicos: energía, telecomunicaciones y finanzas. Estos tres mercados quedaron inicialmente fuera del mercado único por decisión política, ya que se consideraban “lo bastante estratégicos” como para mantenerlos dentro del perímetro de la soberanía nacional en cada país. En el caso de las telecomunicaciones, la consecuencia ha sido la elevada atomización del número de operadores en Europa, en contraste con un número limitado de actores en este mercado en los Estados Unidos, cada uno de dimensión muy superior a sus contrapartes europeas. Esta elevada atomización ha comportado dificultades crecientes para rentabilizar las actividades de estos operadores y, por lo tanto, una mayor dificultad para invertir en nuevos sistemas y tecnologías. Y es precisamente en el terreno tecnológico donde la ventaja de los EE. UU. es sideral: las siete empresas de mayor capitalización de la bolsa americana, todas ellas del sector tecnológico, cotizan por un valor conjunto que supera el de todas las empresas cotizadas en todas las bolsas europeas.

En el terreno tecnológico la ventaja de los EE. UU. es sideral; en finanzas, en la UE todavía no se ha conseguido la plena integración bancaria

En el caso de las finanzas, la amplitud y profundidad del mercado americano ha contribuido a potenciar mecanismos de financiación diferentes del bancario, más apropiados para impulsar inversiones en nuevos proyectos tecnológicos, por ejemplo, y que en los EE. UU. representan 2/3 partes de la financiación total al sector privado —en contraste con 1/3 parte en el caso europeo—. En la Unión Europea todavía no se ha conseguido la plena integración bancaria, los mecanismos de financiación alternativos en el bancario están poco desarrollados y una fracción muy importante del ahorro europeo acaba financiando la inversión al otro lado del Atlántico. La receta de Letta es completar el mercado único también en estos sectores críticos, lo cual permitiría la emergencia de grandes operadores con el tamaño suficiente para competir con éxito en un mundo que ha cambiado extraordinariamente desde la crisis financiera que estalló en 2008, y que sigue transformándose a un ritmo acelerado también desde el final de la pandemia.

La OPA que ha planteado el BBVA para adquirir uno de los barcos empresariales emblemáticos de la economía catalana, el Banco Sabadell, se podría leer en clave de competitividad para ganar economías de escala, con la excepción que al concentrar una parte de la actividad del futuro banco fusionado en un mercado doméstico relativamente pequeño, el coste en términos de menor competencia podría no compensar las presumibles ganancias de eficiencia. Y aquí está la clave: en repensar el concepto de mercado en lo que se puede valorar el grado deseable de competencia. Las fusiones se tendrían que dar entre operadores de diferentes países, para hacer del bancario un mercado verdaderamente de alcance europeo.

La diferencia más importante entre las economías europea y americana no es tanto la intensidad de la competencia, como el grado de dinamismo empresarial

Cómo ganar economías de escala manteniendo un grado óptimo de competencia es una de las cuestiones espinosas que sin duda generarán debate los próximos años. El aún gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, también presente en la reunión del Cercle, hizo alusión a la idea de un grado óptimo de competencia —precisamente durante la respuesta a una pregunta sobre la OPA del BBVA—. De forma gráfica, comparó este grado deseable de competencia en un mercado en el punto más alto de una curva inscrita en un plano en el que el eje vertical representa el grado de eficiencia y el horizontal el número de operadores. Un número demasiado bajo de operadores implica una pérdida importante de eficiencia y a medida que aumenta este número también aumenta la eficiencia. Pero solo hasta un cierto punto —el más alto de la curva— en que la eficiencia es máxima, fijando el número óptimo de operadores. A partir de este punto, introducir más operadores lleva a una excesiva atomización del mercado, en perjuicio de los márgenes de beneficio y de la capacidad de inversión de las empresas.

Ahora bien, la diferencia más importante entre las economías europea y americana no es tanto la intensidad de la competencia, como el grado de dinamismo empresarial. Este factor es el motor que permite reasignar los recursos desde los sectores menos productivos a los más productivos, y desde los sectores más tradicionales, donde Europa tiene todavía fuertes ventajas, hacia los más innovadores y disruptivos. Letta planteaba entre las soluciones posibles tratar la innovación y la investigación como bienes públicos europeos que puedan ser financiados con fondo de la Unión —y es evidente que tanto los EE. UU. como China financian con fondos públicos gran parte de su investigación básica y aplicada—. Pero también hay que incluir medidas para desburocratizar sustancialmente las economías europeas, simplificando el entramado de regulaciones nacionales diversas que dificultan la actividad empresarial a este lado del Atlántico —sin desproteger los derechos básicos de consumidores y ciudadanos—. En su informe, Letta propone un régimen empresarial transfronterizo al que se podrían acoger todas las empresas europeas. Parece una excelente idea. ¿Utópica?