"Son los salarios, estúpido”
- Quim González Muntadas
- Barcelona. Miércoles, 28 de junio de 2023. 05:30
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Bill Clinton, debatiendo con George Bush padre sobre cuáles eran las preocupaciones del votante americano en su vida cotidiana, le espetó, frente a consideraciones de alta política, una de las frases más populares en materia de estrategia electoral: “es la economía, estúpido”.
Tras evaluar la evolución de los salarios en España y su relación con los precios, es decir, la realidad del poder de compra de los trabajadores y trabajadoras de nuestro país en las últimas dos décadas, nosotros podríamos exclamar: "son los salarios, estúpido".
Repasemos algunos indicadores de los salarios, sin detenernos, por su carácter extraordinario, en lo que ha sucedido en estos dos últimos años como consecuencia de la falta de materias primas y de componentes, por la escalada de los precios de la energía, lo que ha llevado a la mayor inflación en cuarenta años y provocado que se cerrara el pasado año con la mayor pérdida de poder adquisitivo de los salarios desde el año 1985.
Pero vayamos hacia atrás, en el año 2001 el salario medio en España era de 17.919 euros anuales de media (1.493 € al mes), en 2021 de 26.832 euros (2.236€ mensuales). Un importante aumento, el 48%. Pero la realidad no es tan positiva si consideramos la inflación en este mismo periodo. Fue del 50%, lo que significa que los salarios perdieron un 2% de poder adquisitivo en 20 años, un dato negativo solo superado por Grecia, cuyos salarios perdieron en este periodo un 22%, al crecer un 17% frente al 39% de los precios. Una evolución salarios-precios que no ha sucedido en el resto de países europeos que en este periodo han mejorado el poder de compra de sus salarios: por ejemplo, Francia, en un 11%; Bélgica, un 17%; Alemania, un 23%... Según datos de Eurostat.
Quizás ahí radica una parte de ese mal humor social que destila un sector de nuestra sociedad, que percibe un estancamiento, cuando no un retroceso, en su progreso social, que mira hacia atrás y ve que su salario y poder de compra no ha mejorado, o incluso ha empeorado, con los años. Esta realidad de bajos salarios y de pérdida de poder adquisitivo no es general, se concentra en segmentos muy determinados, aunque mayoritarios, de las personas asalariadas. Porque hay otra realidad, la que viven otros sectores de la sociedad: los altamente cualificados, los cuadros y profesionales, los directivos empresariales… Y es precisamente esta dualidad la que explica que desde hace años estemos en pobreza y desigualdad entre las peores posiciones de la UE, solo por delante de Bulgaria, Rumanía y Letonia, pese a ser la cuarta economía de la zona euro.
Bajos salarios y pérdida de poder adquisitivo que está íntimamente ligada a nuestra deficiente productividad, que en veinte años solo ha crecido un 0,5% de media anual, lo que explica que el PIB per cápita de España sea un 18,5 % inferior al de la eurozona y la productividad de nuestra hora trabajada un 14% inferior. Baja productividad que no responde en absoluto a una falta esfuerzo, o a menos horas de trabajo, de las personas trabajadoras. Responde al peso tan importante en nuestro tejido empresarial de sectores de bajo valor añadido y al elevado número, el 95%, de pequeñas y medianas empresas. Baja productividad también por nuestra insuficiente inversión privada en I+D. Baja productividad causada además por el deficiente mercado de trabajo (mejorado ahora con la última reforma laboral) y por el déficit que padecemos de formación profesional media y alta (que esperemos que mejore tras última Ley Orgánica 3/2022 de ordenación e integración de la Formación Profesional). Baja productividad por el notable déficit de calidad en la gestión empresarial, no solo en las pequeñas empresas…
La baja productividad es una expresión, también, de nuestro deficiente sistema de negociación colectiva, cuya exagerada atomización impide que en amplios sectores de la economía se pueda desarrollar una negociación real y equilibrada entre la patronal y los sindicatos. Que se construyan convenios colectivos que puedan atender, por una parte, a la realidad del conjunto del sector al que pertenecen, y a la vez, de manera complementaria, a la realidad específica de cada empresa, como existe en la mayoría de los países de nuestro entorno. Es la productividad la que en definitiva, con la negociación colectiva, determina los salarios de una empresa, de un sector y del país. Un ejemplo lo tenemos en la multinacional Michelin, donde un trabajador o trabajadora de la línea de producción de España, con una jornada laboral inferior, tiene un salario en el mismo puesto de trabajo de un 4,5% a un 13% superior al del centro de Francia o Italia. La explicación, muy sencilla, es que las factorías de nuestro país son más productivas gracias a las inversiones en tecnología que ha hecho la empresa, así como a las innovaciones en la organización y sistemas de trabajo pactados en su negociación colectiva en los centros de trabajo de nuestro país.
Aunque sabemos que no habrá mejora de nuestra productividad sin unas políticas públicas que sitúen este objetivo como su prioridad, si no hay una clase empresarial que reinvierta los benéficos en desarrollo, innovación y modernización de las empresas. Si no redoblamos los esfuerzos en mejorar la formación y capacitación de nuestra fuerza de trabajo, si no se produce un cambio de mentalidad empresarial para avanzar en la cooperación. Si no se modernizan las relaciones laborales y se avanza decididamente en la participación de las y los trabajadores en la marcha de su empresa. La pregunta es: ¿seremos capaces de pasar de los grandes enunciados y de los tópicos y ponernos manos a la obra? El tiempo lo dirá.
Por esto, en realidad el título más correcto para encabezar estas líneas debería ser: "es la productividad, estúpido".