Hace tiempo, varios años, que decidí abandonar las redes sociales. En su momento, fui carne de cañón de Twitter (ahora bien llamada “X”, a caballo entre lo pornográfico, lo ilegal, lo amoral y lo patológico). Recuerdo bien mis infinitos debates con desconocidos acerca del procés en Catalunya. Me fui de tal red social un día en que un amigo me dijo: “Twitter es parecido a hablar y discutir en una taberna de borrachos”. Que nadie se me ofenda. No estoy llamando, ni mucho menos, beodos a los millones de usuarios o amantes de X. Lo que mi amigo venía a decir era que había mucho ruido y que algunos gritaban más que otros, y que entre los que gritan a veces no sabes quién es quién ni hasta qué punto está fundamentado lo que dice ni conoces a ciencia cierta sus intenciones o motivaciones.

A Instagram subí varias fotos y unos pocos videos con reflexiones económicas. Lo dejé enseguida. Instagram no me aportaba absolutamente nada. Sé que es una de las redes sociales por excelencia. Mis familiares pasan horas dentro de ella y me enseñan videos o fotos o testimonios, algunos ciertos y otros falsos.

En Tiktok creo que estuve un día o dos.

Hace tiempo, varios años, que decidí abandonar las redes sociales. En su momento, fui carne de cañón de Twitter

La única red social en la que estoy es LinkedIn. Es por motivos profesionales, y porque ahí las personas, al menos hasta hace poco, hablaban solo de economía y empresa. Ahora se está volviendo un Instagram raro. Entro una o dos veces por semana, acepto todas las solicitudes que recibo y cuelgo quizás uno o dos posts al trimestre.

Todo el mundo me dice que hago mal. Que, en calidad de escritor, conferenciante o persona que pretende ejercer una influencia en el pensamiento o en la opinión, no puedo permanecer al margen de las redes sociales.

Puede ser. No digo que no. Pero me da igual. Prefiero seguir volcando mis ideas y el valor intelectual que pueda aportar en los artículos de prensa de los medios con los que colaboro, como este, o en los libros que publico. Por lo menos, no se pierden. En las RRSS el contenido vive segundos o minutos. El valor no se conserva. Es como consumir latas de atún abiertas. Hay que tirarlas solo comprarlas.

El placer, distracción o gratificación que producen las RRSS necesitan cada vez más tiempo de consumo para seguir produciéndose

Por otro lado, y esto es de lo que quería hablarles, pienso que tenemos un problema, y serio, con el tiempo que los profesionales pasan en RRSS. El scroll infinito, esa cualidad y utilidad (¡qué ironía, llamarlo así) de que la aplicación te vaya sugiriendo contenidos de forma infinita, con solo ir arrastrando el dedo sobre la pantalla, produce estragos cognitivos y psicológicos en los usuarios.

Está absolutamente demostrado que produce picos de dopamina. El estímulo visual de los scroll infinitos son una gratificación al cerebro, breve, brevísima, sin tiempo a memorizarla ni retenerla, pura estimulación sensorial. La dopamina aumenta, produce sensación de placer y rebaja la calma y la ansiedad de la persona, que puede olvidar momentáneamente sus problemas y retos laborales o profesionales o personales. Pero, al igual que cualquier otra sustancia adictiva, como la droga, el alcohol, el tabaco, la pornografía, el juego y tantas otras, va a producir una sensación de vacío o de dolor a quien las consuma.

Ese vacío solo puede ser compensado con más consumo. Pero cada vez, la cantidad de dopamina que necesitan las células del cerebro es mayor. Y, progresivamente, cada aumento marginal de dopamina va a ir necesitando una mayor cantidad de droga o de estímulo adictivo.

Cada vez tenemos más profesionales cuyo consumo de conocimiento se produce en RRSS y dedican un tiempo menor o nulo a los libros

En otras palabras, el placer, distracción o gratificación de consumir contenidos en las RRSS necesita cada vez más tiempo de consumo para que pueda seguir produciéndose.

En el ámbito profesional, donde las competencias en conocimiento e información son indispensables, esto es un problema enorme. Cada vez tenemos más profesionales cuyo consumo de conocimiento se produce en RRSS y dedican un tiempo menor o nulo a los libros, artículos, a estar al día de una forma ordenada y de la mano de autores con autoridad o formación.

La labor de un editor, de libros o de periódicos, no era porque sí. Era porque, contra el absurdo argumento de que el filtro editorial impide la democratización del contenido, hacía posible que lo publicado estuviera comprobado por un profesional de los contenidos. El editor asegura que lo publicado tiene valor, pues el editor vive de que los lectores agradezcan lo que selecciona y ayuda a ver la luz.

El scroll ilimitado no es la democracia y abundancia del contenido, sino la perversión, populismo y devaluación de la intelectualidad

El scroll ilimitado no es la democracia y abundancia del contenido, sino la perversión, populismo y devaluación de la intelectualidad, del conocimiento y de la verdad. Lo bueno, en RSS, se mezcla con lo peor.

La infinitud merma las competencias profesionales.

Recomiendo limitar el tiempo en RRSS y, sobre todo, reservarse más de tres cuartas partes del tiempo a consumir contenidos editoriales. Esos son finitos, limitados. No le defraudarán y aumentarán sus competencias intelectuales, lo que, a la larga, permitirá su desarrollo profesional.