Slawomir Mrozek fue un escritor polaco autor de uno de los cuentos más celebrados por su capacidad de síntesis en pocas líneas, que nos llegó ya hace unos cuantos años gracias a Quim Monzó. Explicaba Mrozek que en su habitación había una cama, una mesa y un armario, repartidos de manera clásica: mesa en el medio y los otros dos muebles en cada pared. Un día, aburrido, decidió hacer reformas e intercambió los muebles de sitio. Estaba contento hasta que le pareció que no tenía bastante y volvió a cambiar el muebles de lugar.

Si nos quedamos con el concepto de reforma del escritor y sus tres muebles, lo podemos trasladar a las nuevas disposiciones en derecho laboral que ha empujado hace un año el Gobierno, y ahora tenemos la novedad de que hay contratos indefinidos allí donde se llamaban precarios, contratos de fijas discontinuos donde antes se llamaban contratos de obra o servicios y contratos de becarios donde antes se llamaban de becarios o aprendices (no hay que confundir con los de prácticas o de formación). La regulación de que es o no un becario se sabrá los próximos meses.

Tres muebles de siempre cambiados de lugar, valga la comparación. Pero ¡ he aquí que la llamada reforma laboral de la que tan se vanagloria (ep!, con razón legítima, el Gobierno) ha tenido una virtualidad estadística indiscutible, sobre todo si se parte de la necesidad secular de superar el mal endémico del llamado mercado de trabajo, el exceso de temporalidad de cualquier trabajo, en favor de quien contrata.

Aplicada desde abril del año pasado, las estadísticas dicen que se han alcanzado los 14 millones de puestos de trabajo con contrato indefinido (9,4 millones, mujeres), tres millones de jóvenes que tienen trabajo y la reducción de la tasa de paro al 12,6% de la población activa (con edad y disposición de trabajar). Objetivo lo bastante alcanzado: España se acerca, por fin, a las medias estadísticas laborales de la Europa más acomodada.

Si en lugar de contratos hablamos de los muebles de Mrozek, la reforma ha sido útil y beneficiosa en parámetros de un inconformista... pero también hay que saber hasta cuándo se la puede considerar estable y de acuerdo con las aspiraciones de unos y otros. De momento, constatamos con objetividad que aquello que se aprobó un 28 de diciembre del 2021 gracias a un voto equivocado (o no, vete a saber quién y por qué lo convenció de pasar por inepto) de un diputado del PP, ha tenido efectos lo bastante regeneradores en el magro mercado laboral español. Otra cosa es hasta cuando puede durar esta pauta de comportamiento de todos los que participan de la ley de oferta y demanda al mi de la contratación laboral.

Lo que sí hay que considerar como un referente definitivo del éxito es que el acuerdo de las normas vigentes tuvo la inusitada aportación del empresariado, los sindicatos y el Gobierno. Se equilibraba así lo que fue una parcialidad nociva en época de Rajoy cuando el acuerdo fue solo de patronal y Gobierno.

4+4+4

Cuando Mrozek se harta de la novedad de tener cama y mesa en lugares poco habituales, decide que bastantes reformas, que hace falta un cambio radical. O sea, algunos de los contratos que tan gustaban y tenían éxito volvían a ser un subterfugio para seguir haciendo los trabajos de siempre.

Al mi de la hostelería se seguía practicando el 4-4-4, se a decir, te hago contrato por|para cuatro horas, las otras cuatro de jornada las cobrarás en negro (más ingresos porque no hay IRPF) y las cuatro restantes se hacen por sorpresa: "todavía hay clientes en el restaurante que no se marchan, queda't y ya lo arreglaremos". También pasa en el otro sector de contratación masiva y precaria como la construcción, aunque hay modelos de contrato que se adecuan a sus necesidades y que, vale a decir, también ha ayudado a mejorar las condiciones de los que quieren aplicarlo, a ambos lados.

Sin embargo, hay otro aspecto de los cambios radicales que no corresponden a las clásicas relaciones empresa-trabajadores si no que están relacionados con un gran cambio social-cultural de la sociedad. Y ya bastante de atribuirlo todo a la Covid. No es cierto en todos los parámetros. La Covid puede haber acelerado alguna tendencia, pero en ningún caso lo ha radicalizado.

Ejemplo más tópico: el teletrabajo ha ayudado mucho a revisar el trabajo presencial o desde casa, pero en determinados puestos de trabajo sueño contadas las empresas que lo pueden hacer.

En cambio, hay otras tendencias que tienen otro fondo y que no sabemos todavía si se pueden convertir en nueva tendencia en las relaciones laborales clásicas. Ahora ya se puede constatar, todavía sin cifras fiables, que hay trabajadores que renuncian al puesto de trabajo por|para insatisfacciones de todo tipo, o que se niegan a hacer más de lo que dice el contrato (empezando por los horarios), o simplemente que no participan de los entusiastas programas de motivación que promueven las jefes formadas en las escuelas de negocios.

Como es habitual, todas estas actitudes tienen su calificación en inglés, traducida como a "grande renuncia", aunque no hay equivalencia en modelos de contratación entre los EE.UU. y la UE. Esta tendencia va desde quien abandona el trabajo porque ha encontrado una mejor hasta aquella situación creciente de que hay vacantes porque el lugar está mal pagado o no permite conciliar. Inesperadamente, en un mercado en que todo giraba en turno de la garantía de estabilidad en el puesto de trabajo (los contratos indefinidos como gran objetivo) ahora aparecen cada vez más trabajadores de cualquier edad, sexo o sector productivo, que han decidido dejar el trabajo que tenían, sin más.

Revolución o como siempre

Al final del cuento, Mrozek, harto de la última innovación radical de dormir derecho dentro del armario, dice que está satisfecho de volver a poner la mesa, el armario y la cama en el lugar que les correspondía al principio, y que con eso ya había hecho la revolución y le tocaba descansar.

Ahora estas semanas el Gobierno PSOE-UP no para de exhibir todo tipo de estadísticas que avalan la bondad de la reforma aprobada hace un año, pero sin negar buena parte de los argumentos, conviene volver a plantearse si ya somos en el lugar deseado después de tan movimiento de muebles.

Pues no. Primero, porque la insatisfacción que radica en la esencia del cuento, en el caso del mundo de la legislación laboral no es periódica si no perenne. Una sola cifra, para los quien lo duden. Desde que España tiene una democracia formal pero cada vez con más abolladuras en todo su cuerpo, se han acumulado 52 reformas de la legislación laboral. ¿Síntoma de fracaso? En absoluto. Más bien, indicio de que el mi de las relaciones laborales es vivo y mucho más flexible que el de la política institucional.

Lo que nadie tiene en cuenta, como acaba de advertir la consultora PWC, es que la reforma laboral del PSOE-UP requiere también revisar y adaptar una cincuentena de leyes vigentes de otros ámbitos. Desde el código penal y las sanciones por abusos empresariales hasta las leyes de familia que disponen la conciliación. ¡Qué año a la espera cuando aparezcan las contradicciones entre leyes!

La lluvia que puede derivar en diluvio

¿Qué fenómenos recientes ya nos avisan de que los muebles ya arreglados no durarán mucho? Al ya mencionado de la gran renuncia añadamos otro. Uno ya citado y que viene de los efectos inesperados de la pandemia del 2020, pero que ya era emergente: la extensión del teletrabajo a todas las actividades productivas y de servicios.

Nadie ha osado todavía definir el nuevo modelo de relaciones laborales en esta actividad. La casuística es infinita: ¿cómo quedan los salarios en que incorporaban transporte y comedor? ¿Cómo se evalúa la parte de la casa de mobiliario que aporta el trabajador? Y ¡ ay!, qué se entenderá por accidente laboral en horas de trabajo?

La "gran renuncia" mencionada antes no depende ni del sueldo ni de los horarios ni de las servidumbres que impone el puesto de trabajo. No. Depende más bien de que quien ocupa este lugar ha decidido que no lo satisface, y prefiere pasar por un periodo de reflexión con todas las precariedades previsibles.

Algunas estadísticas indican que ya hay 140.000 puestos de trabajo no cubiertos. Alerta con las generalizaciones. No es lo mismo la falta de médicos, ingenieros y expertos en nuevas tecnologías que la creciente falta de personal en el sector HORECA (hoteles, restaurantes, cafeterías). El primer grupo es un problema de buena capacitación universitaria y de FP. El segundo, en absoluto: es cuestión de horarios y de salarios.

Mrozek ya nos había advertir de que hacer reformas para quedar igual no es ninguna revolución si no una simple vuelta al principio. ¿Qué muebles cambiaremos de lugar|sitio en el 2023?