A cambio de una investidura, cada partido político, trata de ponerse su medalla. La formación de Sumar, ha puesto la directa en reabrir las reivindicaciones que no pudo incluir en la última reforma laboral. Recientemente, escuché a uno de sus dirigentes decir: “Debemos conseguir que la gente cobre más y trabaje menos”.

A ver, con la primera parte de la frase, puedo estar de acuerdo en abrir un debate o una negociación. Lograr una mayor parte del pastel “beneficios, costes, salarios” es legítimo. Pero… ¿Trabajar menos?

Si bien la propuesta consiste en rebajar alguna hora semanal, desde hace tiempo aparecen más y más noticias, así como pruebas piloto internacionales sobre la jornada laboral de cuatro días. La última prueba piloto aparecida en todos los medios de comunicación esta semana ha sido la de la ciudad de Valencia que, aprovechando unas semanas en que había varias festividades seguidas, enganchadas al fin de semana, puso en marcha una encuesta a unos dos mil valencianos, combinada con análisis acerca del volumen de negocio del comercio, la hostelería, de la movilidad, del tiempo de ocio, así como del uso de servicios públicos.

Vayamos por partes. Esto no es un piloto de una semana laboral de cuatro días. Esto es un estudio populista para llamar la atención de la opinión pública de los medios de comunicación. Que sí, que el propio estudio ya indica que no podemos hablar de un estudio y reza en su texto que “en términos objetivos no se trata de un programa de reducción de la jornada laboral de manera estricta”, pero da igual, incluyes en el título del estudio la frase “Prueba piloto de la semana laboral de cuatro días” y las agencias y medios de comunicación saltan a hacer públicos los resultados, dando nula o escasa importancia a la ficha técnica o la metodología, pues eso se lo dejan a los expertos y se presupone que, si todo un gobierno valenciano lo publicita, es que está bien realizado.

Y seguro que cada una de las partes del estudio está bien hecho. Eso no lo pongo en duda. Pero una de las cosas que no se ha medido es la más relevante que había que medir: la productividad. Y eso es lo que en todos los países del mundo que han realizado pilotos así se está midiendo. Precisamente, la semana laboral de cuatro días parte de la premisa de que los trabajadores van a ser más eficientes y productivos, y sacarán el mismo trabajo en cuatro días que en cinco gracias al incentivo de que, lográndolo, disfrutarán de un día más de vacaciones. Habrá menos reuniones, menos pérdidas de tiempo y, al final, el output será el mismo, podrán cobrar igual que lo que cobran y su calidad de vida y conciliación mejorará ostensiblemente.

Ya.

En primer lugar, en un país donde el turismo, la hostelería y los servicios pesan lo que pesan, esta hipótesis es, sencillamente, imposible. Un camarero no va a atender en cuatro días las mismas mesas que en cinco. Eso no hace falta medirlo para saberlo. Y, como este, más de la mitad de los empleos del país, pues son sectores productivos donde se funciona por turnos.

Por otro lado, ya hoy en día, en muchas empresas, los viernes se ofrece horario intensivo y concentrar las horas en la mañana, para poder acabar al medio día. Los viernes por la tarde, en la gran mayoría de empresas donde no se trabaja por turnos no hay casi nadie. Me refiero a puestos administrativos, de oficina, o de gestión.

Hay países que apuestan por la reducción y otros que lo han probado y lo han descartado, pues la posibilidad depende en gran medida de la naturaleza de los sectores que componen el PIB. España es un país donde una reducción de jornada de tal calibre no puede ser compensada con productividad ni por asomo.

Dos últimos apuntes.

El primero, en estas pruebas piloto, incluso bien realizadas, se produce el denominado y ya comprobado “efecto del observador”. Las personas saben que están siendo observadas, que están, por así decirlo, a prueba. Y que si son capaces de ser más productivas podrá concluirse que tienen derecho a un día más de asueto de por vida. Y se logran productividades puntuales que, sin embargo, no pueden mantenerse en el tiempo a medida que pasan los años y el efecto del observador es eliminado. Sucedió con el teletrabajo en pandemia. Al inicio, la productividad fue enorme y, con el paso de los meses, ha ido cayendo hasta el punto de que, según un estudio realizado por KPMG y que vio la luz la semana pasada, nos desvelaba que el 78% de los CEO españoles prevén que para 2025 el teletrabajo está prácticamente eliminado y todo sea presencial. Por lo tanto, cualquier piloto debería prolongarse muchos meses y eliminar de las mediciones, mediante mediciones intermitentes o muestras de control, el “efecto observador”.

Finalmente, el efecto final en días de trabajo, dado que ya gozamos de todos los fines de semana y de veintidós días de vacaciones al año, es enorme. De llevarse a cabo, una persona trabajaría solo la mitad de los 365 días del año y descansaría la otra mitad. El mundo global está siendo cada vez más y más competitivo.

Un país prospera trabajando más, no trabajando menos.