Solo nos queda volver al fax, al papel de calcar y a la Olivetti
El teletrabajo es mucho más que un cambio logístico, se ha convertido en un emblema del progreso
- Rat Gasol
- Olèrdola. Martes, 21 de enero de 2025. 05:35
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Por lo que ya hemos podido ver en los poco más de cien días de mandato de Salvador Illa, todo hace prever que este será su talante, la institucionalización y la ejemplaridad como bandera, aunque a veces ciertas decisiones huelan de rancio y parezcan tomadas de cara a la galería, sin ningún tipo de evidencia ni dato ni mecanismo de evaluación que las sustenten.
Hace escasos días el conseller de la Presidencia, Albert Dalmau, hacía pública la instrucción de eliminar, a partir del 29 de enero de este año, la posibilidad de trabajar desde casa para secretarios, subsecretarios, subdirectores generales y cargos equivalentes de la Generalitat y sus organismos, aduciendo que la modalidad de teletrabajo difícilmente es compatible con la naturaleza y las responsabilidades de los respectivos puestos de trabajo.
No tan solo hemos cambiado nuestra manera de trabajar, marcada por la irrupción de la inteligencia artificial (IA) y la hiperconexión, sino también la forma como lideramos y medimos el éxito
Podemos estar más o menos de acuerdo, en eso no entro porque a buen seguro encontraríamos defensores y detractores por|para igual, pero no deja de sorprender el cómo y el porqué. La medida, que no olvidemos viene de la mano de un gobierno que se vanagloria de actuar siempre y para todo con espíritu conciliador, se ha llevado a cabo de forma unilateral, sin ningún tipo de diálogo, ni consenso, ni elementos medibles. Y lo más desconcertante de todo ello, la contradicción de este giro de volante, es precisamente el argumento que la Generalitat pone ahora sobre la mesa, nada menos porque desde hace cuatro años estos poco más de doscientos directivos ya trabajaban remotamente dos días a la semana.
Esta decisión, que según fuentes de la propia conselleria, de inicio no se hará extensiva al resto del personal de la administración, ha abierto la polémica en torno a la idoneidad del trabajo en remoto, que si bien creció y con fuerza durante la pandemia, no siempre ha generado la unanimidad que muchos quisiéramos.
La productividad debe definirse por el impacto y los resultados más que por la presencia física o el número de horas trabajadas
Es indudable, y todos los estudios así lo trasladan, que la experiencia del teletrabajo durante la pandemia fue un éxito rotundo que en ningún caso deberíamos vivir como una simple anécdota. Lo que no comprendo es este golpear la cabeza contra la pared de algunos, una y otra vez, tozudamente. Este tapar los ojos ante una realidad que nada tiene que ver con la del 2019, para no echar demasiado atrás. Todo evoluciona vertiginosamente, a veces demasiado, y lo que hasta ayer era válido y funcionaba, hoy es caduco y nos resta competitividad. La sociedad actual se encuentra inmersa en una de las más complejas y disruptivas revoluciones. Ha sacudido su escala de valores y busca un equilibrio sano entre la vida personal y la profesional. Y el mercado laboral no ha quedado exento, de esta transformación profunda: no tan solo hemos cambiado nuestra manera de trabajar, marcada por la irrupción de la inteligencia artificial (IA) y la hiperconexión, sino también la forma como lideramos y medimos el éxito. Y es este escenario el que ha situado tres conceptos clave en el epicentro del debate: la productividad, el teletrabajo y los liderazgos.
Tradicionalmente, la productividad se ha cuantificado en términos de tiempo empleado a una determinada tarea. Pero es evidente que esta perspectiva, heredera de la era industrial, ha quedado obsoleta en un mundo eminentemente digital. En nuestro momento actual, la productividad debe definirse por el impacto y los resultados más que por la presencia física o el número de horas trabajadas. Porque de lo que se trata es de trabajar bien y de forma eficiente, y no trabajar simplemente para llenar horas. Y este es el gran reto que deben abordar las empresas y también las administraciones: adaptarse y dar respuesta a las necesidades del mercado y de la sociedad.
El teletrabajo se ha convertido en un emblema del progreso, una revolución que empodera a las personas, moderniza las empresas y contribuye a una sociedad más sostenible y equitativa
Con respecto a mí, lo tengo claro. El teletrabajo es posible y debería ser ampliamente aceptado e implementado en todos aquellos entornos y por todas aquellas profesiones en las que la tecnología lo haga posible. ¿Verdad que ninguno de nosotros volvería hoy a poner un fax en la oficina para comunicarse con otra empresa? O, por poner otro ejemplo, ¿quién lavaría las sábanas y las toallas en el fregadero teniendo como tenemos una lavadora? Entonces, ¿por qué nos obstinamos en dar pasos atrás en lugar de configurar un país de futuro y de captación de talento?
El teletrabajo es mucho más que un cambio logístico, se ha convertido en un emblema del progreso, una revolución que empodera a las personas, moderniza las empresas y contribuye a una sociedad más sostenible y equitativa. Lejos de ser una moda pasajera, este modelo de trabajo representa una transformación mayúscula en nuestra manera de concebir el trabajo, la productividad y el bienestar personal.
Es evidente que esta nueva manera de trabajar nos obliga en todos a salir de nuestra zona de confort, a introducir nuevos mecanismos en la planificación y el seguimiento de las tareas, a formarnos y a cambiar las formas de interactuar con los equipos, a delegar y a asumir más y mayores compromisos. El reto es grande, sin duda. Solo necesitamos valentía y voluntad clara de liderar el cambio.