Taylor Swift ya ha pasado por Madrid. Como un huracán. El estadio Santiago Bernabéu presentó un lleno de más de 72.000 espectadores cual final de Champions. 45 canciones para el concierto más caro de la historia de España. Me preguntaban varios periodistas esta semana por el impacto económico de la cantante. En Estados Unidos han acuñado el concepto “Swiftonomics” para referirse a los ingresos que generan sus visitas. Venta de entradas, alojamiento y comida de visitantes, consumo inducido en la hostelería madrileña…

Algunos analistas afirmaron que la visita de la de Pensilvania elevará la inflación un 0,3% en mayo. Esto último me parece a mí ya un poco aventurado. Si bastante difícil es, de mes en mes, estimar el impacto en el IPC de algunos capítulos de la cesta, aislar el fenómeno Taylor Swift en el IPC del próximo mayo me parece ya un ejercicio de ciencia ficción.

Pero vamos a lo esencial. ¿Verdaderamente produce crecimiento económico una gira de una sola cantante?

Bien, los economistas tenemos la obligación de emplear herramientas de medición concretas, probadas y rigurosas. Los llamados estudios de impacto económico se vienen utilizando para medir el impacto económico, cultural y social de los eventos que tienen lugar en un determinado sitio, llámese Mundial de Baloncesto, Juegos Olímpicos o Concierto de Taylor lo-que-sea.

En primer lugar, estamos obligados a definir el territorio sobre el cual se quiere medir el impacto. No es lo mismo medir el impacto en la ciudad de Madrid, que en la Comunidad de Madrid o que en el conjunto de España. Por otro lado, existe el llamado efecto diferencial. Es decir, ¿cuántos españoles que se gastaron equis dinero en copas esos dos días habrían igualmente salido a consumir? Ese dato no puede obtenerse, aunque podría llegar a inferirse a través de las llamadas zonas espejo. O, similar, los técnicos de iluminación españoles contratados, ¿habrían realizado esos días otra tarea o habrían estado inactivos? De haber realizado otra tarea, ¿cuánto menos habrían ingresado con ese otro encargo que desconocemos?

Son análisis muy complejos y requieren establecer muchas hipótesis. Nadie lo ha realizado ni va a realizarlo. Por eso, para simplificar, los economistas preferimos, para medir impacto económico, calcular las entradas de dinero exteriores que el concierto ha producido. Es decir, el dinero de visitantes y extranjeros que esos días visitaron Madrid para ir exclusivamente al concierto. Deberían apartarse los que igualmente hubiesen venido, pero como el evento marca tanto la motivación del viaje, en general se considera a todas esas visitas como incrementales.

La Reserva Federal ha calculado que la gira de Taylor Swift produjo 4.300 millones de euros al PIB de Estados Unidos

Ha trascendido que, de los 72.000 espectadores, el 30% eran turistas y gastan una media de 280 euros diarios. Suponiendo que estuviesen en Madrid cuatro días y si añadimos transportes, hoteles, tasas y el porcentaje de la entrada que se queda en España via distribuidores o impuestos indirectos, podemos llegar a una cifra de 1.500 euros por persona, a lo sumo. Pensemos que muchos son estudiantes o personas jóvenes que minimizan el gasto y el tipo de alojamiento. Eso arroja unos 65 millones de euros de entrada de capitales. No demasiado.

Pero… ¿cuánto sale? La Reserva Federal ha calculado que la gira de Taylor Swift produjo 4.300 millones de euros a su PIB. El coste de las entradas estaba entre 80 euros las más baratas y 600 euros las más caras. Se sabe que el beneficio de cada concierto de la estadounidense es de unos 11 millones de euros por concierto. Es decir, que el 70% de los asistentes de los dos conciertos supusieron una salida de capital a Estados Unidos cercano a los 15 millones de euros. En resumen, el concierto habrá supuesto unos 50 millones de euros netos de entrada de capital extranjero en España.

Teniendo en cuenta que España exporta unos 95.000 millones de euros, el concierto supone el 0,05% de las exportaciones. No es un mal dato para siete horas de música. Pero tampoco es lo que se viene diciendo.

Además, los estudios de impacto económico valoran, aparte de los efectos directos (del mismo concierto), indirectos (gasto en destino) e inducidos (los del multiplicador monetario de la entrada de capitales), los efectos de largo plazo. Es decir, cuánto un evento contribuye al desarrollo de infraestructuras urbanísticas, productivas o sociales, amén del prestigio y notoriedad que gana el lugar de destino. En el caso que nos ocupa, no ha lugar, pues Madrid es harto conocida internacionalmente y ya disponía de las estructuras necesarias para el evento.

En resumen, un gran espectáculo, unos cincuenta millones de euros para la balanza de pagos (no resto costes medioambientales) y poco más. Pero que siga la música. Porque la cultura, toda ella y no solo las visitas relámpago de top stars, son parte fundamental de nuestro PIB y valor patrimonial y cultural.