Pasó la fecha límite del 5 de abril y TikTok tampoco se apagó en EE.UU., donde tiene más de 170 millones de usuarios. Sucedió lo mismo el 19 de enero, con la diferencia de que entonces la aplicación se apagó durante unas horas. 

La serie empezó el 24 de abril de 2024, durante el mandato del presidente Joe Biden, cuando una ley federal aprobada con el apoyo de ambos partidos dictó que personas o empresas de países adversarios, una lista que incluye a China, no pueden tener más del 20% de la propiedad de ByteDance, la matriz de TikTok. La ley establece que TikTok deberá dejar de funcionar en EE.UU. si no aparece ningún comprador o inversor. La justificación de la ley es el argumento recurrente de que la aplicación constituye una amenaza para la seguridad nacional porque el gobierno chino puede tener acceso a los datos de los usuarios estadounidenses.

El plazo para encontrar un comprador o apagar la aplicación en EE. UU. terminaba el 19 de enero. Este comprador no apareció, pero tras unas horas de apagón e incertidumbre, el presidente Donald Trump firmó una orden ejecutiva autorizando el restablecimiento del servicio y concediendo una prórroga del plazo hasta el 5 de abril, que se ha agotado sin que tampoco haya aparecido ningún comprador en firme, aunque Amazon, Oracle y algunas empresas financieras han presentado propuestas, que la administración Trump está estudiando. Sin embargo, estas propuestas requieren la aprobación de los propietarios de TikTok y del gobierno chino. Vista la complejidad de las negociaciones, el presidente Trump firmó otra orden ejecutiva concediendo una segunda prórroga de setenta y cinco días.

Muchos de nosotros especulamos con que Elon Musk, que ya es el propietario de X, podría comprar TikTok. Habría sido un movimiento coherente con sus ansias de dominar el mundo a través del control de redes sociales. X y TikTok son las dos redes sociales que más crecen en usuarios activos jóvenes. Fuera de su control solo quedarían Facebook e Instagram, dos redes sociales con muchos más usuarios activos pero con un crecimiento moderado.

Las empresas utilizan amenazas para influir en el comportamiento de otras empresas. Pero deben ser reales y probables

Cuando anunció la segunda prórroga, coincidiendo con el revuelo ocasionado por la imposición de aranceles a las importaciones en EE. UU., el presidente Trump ya sugirió que la solución al callejón sin salida podía ser un intercambio de cromos: yo te bajo los aranceles a los productos chinos si tú apruebas el cambio de propiedad de la matriz de TikTok. No obstante, algunas voces empiezan a criticar que el presidente Trump haya dejado sin efecto en dos ocasiones una ley federal aprobada de manera muy mayoritaria por representantes y senadores de ambos partidos.

La serie me recuerda al concepto de amenaza creíble en el contexto de la estrategia competitiva de las empresas. Las empresas utilizan amenazas para influir en el comportamiento de otras empresas. Pero para que esas amenazas sean creíbles deben ser percibidas como reales y probables por las empresas a las que van dirigidas. En algunos sectores, las empresas establecidas amenazan a los potenciales entrantes con bajadas de precios devastadoras. Para que la amenaza sea creíble y, por tanto, disuasoria, es necesario un historial de respuestas agresivas por parte de las empresas establecidas cada vez que alguien de fuera ha intentado entrar. Para que una amenaza sea creíble, la empresa debe demostrar que tiene la voluntad y la capacidad de ejecutarla; es decir, que está dispuesta a asumir los costes y que tiene los recursos necesarios. Y no hay nada como anunciarla públicamente para que el compromiso haga inviable echarse atrás. Lo contrario de una amenaza creíble es una amenaza vacía, que no es percibida por los competidores como real y probable, por falta de voluntad o por carencia de recursos por parte de quien debe ejecutarla, o por un historial de amenazas anunciadas de manera grandilocuente, pero que no se acaban llevando a cabo.

Respecto a las amenazas de las instituciones, también pueden ser creíbles o vacías. La del gobierno estadounidense corre el peligro de convertirse en tan vacía como la del gobierno catalán de sancionar a los municipios que se excedan en el consumo de agua en tiempos de sequía o la del Ayuntamiento de Barcelona de sancionar a los promotores que no reserven un treinta por ciento de las promociones a vivienda protegida.